En economía hay un dicho muy popular “No hay desayuno gratis” pero en la política siempre ha habido desayuno, almuerzo y cena gratis.
Y mi teoría es “Si tu conciencia está limpia apriete el puño y actúa “
En los pasados 16 años, la corrupción se convirtió en el mayor atractivo de cualquier persona para ser funcionario público sin importar el rango.
Miembros del partido de gobierno, empresarios, profesionales y familiares vinculados, buscaban esos puestos gubernamentales desesperadamente como forma de saltar definitivamente al mundo de la riqueza celestial.
Hubo sus excepciones, por supuesto, pero la regla era usar el cargo para apropiarse de todo lo que podían mediante el soborno y el trafico de influencia. Se hicieron inmensas fortunas a costa del erario.
Obviamente, no había un estado de derecho y la impunidad estaba protegida por una justicia controlada desde lo más alto del poder.
Pero una vez el PRM ganó las elecciones del 2020 y Luis Abinader asumió la presidencia, cometió la osadía de declarar la independencia del Ministerio Publico. El pánico cundió, las alarmas se encendieron y muchos exfuncionarios y vinculados al pasado gobierno entraron en shock y preveían una catástrofe.
No paso mucho tiempo sin que ese pánico se convirtiera en realidad y comenzaron a caer figuras del gobierno pasado y el antepasado que lograron la riqueza celestial, mediante el desfalco de los bienes públicos a escala nunca vista.
Pero también ciertos funcionarios designados por Abinader creyeron que eso era para los que gobernaron antes y no para ellos y así, cayeron en la trampa y pagaron las consecuencias.
¿Pero cuál es el problema que existe en el tren gubernamental y que puede estar afectando su desenvolvimiento?
El exceso de recelo de los funcionarios público en el desempeño de sus funciones.
Todos quieren evitar la más mínima irregularidad, porque la transparencia, que era inexistente en el pasado, ahora es un medio al alcance de todos para denunciar cualquier acción pública que pudiera ser sospechosa de corrupción o ilícito. Y la simple sospecha se convierte rápidamente en culpabilidad.
Todo hay que hacerlo con mucho cuidado, sin prisa, sin tráfico de influencia y con la mayor transparencia posible. El más mínimo error se paga caro porque las redes sociales te pulverizan en cuestión de minutos. Y esas redes se nutren de las informaciones que aparecen en las propias páginas web de las instituciones públicas, especialmente de la Dirección de Compras y Contrataciones, a la que no se le escapa nada. O peor aún, de Doña Milagros que cuando habla nadie duda.
Pero lo que muchos no saben es que el salario de un ministro, viceministro o director de una institución del gobierno central ya no es un atractivo para un profesional calificado con riesgo de joderse. Se mantienen en sus puestos por lealtad al presidente o porque el poder siempre tiene un rostro respetable.
¿Comprar un vehículo nuevo? Por favor, use el que dejo destartalado el incumbente anterior. ¿Viajar en primera clase? Esta bien, pero en el último asiento de clase turística.
La época del PEME, OISOE, FONPER, los Tucanos, El Metro, Odebrecht, las compras de asfalto, los permisos para importar alimentos, los lujosos y millonarios viajes de Leonel y Margarita, las travesuras de Félix, y demás santuario de la corrupción son cosas del pasado.
Falta mucho por hacer para reformar el estado dominicano, achicarlo, adecentarlo, recuperar los bienes robados y mejorar la calidad del gasto, y el manejo de las finanzas públicas. Pero se avance hacia esos objetivos con paso firme.
Sin embargo, jamás olviden que hay poderes fácticos en el ámbito político y empresarial, que no aceptan esas decisiones atrevidas del presidente y buscarán por todos los medios desplazarlo del poder para volver a la normalidad, a los sobornos y descongestionar las cárceles.
Ven las opciones de cada candidato de la oposición para apoyarlo con todo lo que tienen en el 2024 y acabar con ese relajo. Y nunca olvidar que eso poderes fácticos han decidió quien ganan o pierden en varias elecciones. Recuerden quienes tumbaron a Juan Bosch en el 1963, quienes le dieron la victoria fraudulenta a Balaguer en el 1990, como le quitaron las elecciones a Peña Gómez en el 1994 y como Danilo le gano a Hipólito en el 2012, con RD$30 mil millones rodando por las calles.
Corolario: La gran mayoría de los dominicanos disfrutan y defienden esa transparencia e independencia del Ministerio Publico, pero resulta que ha convertido la política en algo parecido a la economía donde “No hay desayuno gratis”. Por el momento, el que lo pide lo paga.