El Negocio del ganado en la historia

Desde las primeras décadas del encuentro de la cultura occidental con la cultura de esta tierra, el ganado se convirtió en una de las principales fuentes alimenticias, tanto para la población introducida como para sus pobladores originarios. Estos últimos, igual que aquellos traídos desde el continente africano y condenados a la esclavitud en esta isla de más de 76,000 Km2,  fueron sometidos a un régimen de producción totalmente diferente al que tenían.

El ganado fue también una fuente de acumulación originaria de riqueza, así como motivo de conflictos entre los hombres que llegaron junto a Cristóbal Colon. A este, incluso lo involucraron en líos de ganado, siendo acusado por los rodalnistas del hurto de unas cuantas puercas, según Del Río Moreno (2012:49), en Ganadería, plantaciones y comercio azucarero Antillano. Siglos XVI y XVII. Primera edición. ACADEMIA DOMINICANA DE LA HISTORIA, citando como fuente a Juan Gil y Consuelo Varela, quienes publican Cartas de particulares a Colón y sus relaciones coetáneas. Madrid (1984) y que, citando a fray Bartolomé de las Casas, precisan que solo se trataba de 8 marranas, tomadas con el propósito de que no fueran sacrificadas.

La carne, junto a víveres y cazabe, era lo único que la población de la Hispaniola consumía en las primeras décadas de presencia de los europeos en la isla. Entonces, unos cuantos miles de ellos Vivian en la isla, pero esta población llegó aproximadamente a 30 mil personas y, en algunos momentos, a cientos de miles, según refieren diferentes cronistas.

Los alimentos que consumía esta población se convirtieron, con el tiempo, en parte del hábito culinario del país, poniendo su impronta en la economía y convirtiéndose en un soporte para la conquista del resto de América, lo que posibilitó, además, la  acumulación de mayores riquezas y poder de quienes ya tenían el dominio político.

Cabe destacar que Santo Domingo proveía de carne a más de medio millón de esclavos.  Según reseña Rodríguez Demorizi, en su texto La Era de Francia en Santo Domingo (1955: 219, Editora del Caribe, Ciudad Trujillo. ACADEMIA DOMINICANA DE LA HISTORIA, en un censo llevado a cabo en el año 1780 existían en el país unas 200,000 cabezas de vacunos y unos 100,000 equinos. También hubo estimaciones que hablaban de más de un millón de reses en algunos momentos de los primeros siglos, sin contar el subregistro de éstas, que se hacía para eludir el pago de impuestos a quienes gobernaban.

A la parte oeste de la isla (Haití) se le vendía toda la carne y víveres que consumía una población de cerca de 600,000 habitantes, entre ellos más de medio millón de esclavos. Según Moya Pons (1977:302) en Historia Colonial de Santo Domingo, tercera edición de la UCMM, que hubo registro en 1760, para el pago de diezmo de 15,000 y hasta de 23, 000 reses en 1780 que pasaron a venderse a la parte occidental desde los pueblos del norte, sin contar las pieles y las que se enviaban a Europa, como a otras tierras de este continente, ni  las transportadas por  contrabando, práctica ilegal que, ha sido parte de las relaciones con el vecino país desde su origen.

Debe destacarse que la ganadería porcina y vacuna fueron el sostén de la minería y de la temprana industria de la caña en el país. Ella, según nuestros historiadores, coexistió y financió en gran medida al comercio azucarero.

Un elemento que es preciso reseñar es el hecho de que la ganadería terminó corrompiendo a los altos funcionarios de la monarquía española en las nuevas tierras, al punto que llegaron a engañar al Rey para formar grandes poderes económicos, convirtiéndose en poderosos propietarios de heredades y hatos ganaderos.

Desde las primeras décadas de la llegada de los europeos, se articuló el contrabando de animales, sobre todo del equino, cuyos ejemplares machos eran de un alto precio, pudiendo costar, entonces, 30,000 maravedíes, equivalentes a 66 pesos. Según el Padre de las Casas, un peso eran 450 maravedís. En Andalucía, un ejemplar equino podría costar 3,000, pero ya puesto en la Hispaniola se podría multiplicar por 10. Para tener una idea de su valor, un esclavo indio costaba entre 5 a 15 pesos, es decir, de 2,250 a 6, 750 maravedís, cambio de moneda que se puede deducir de las notas de Fray Bartolomé de las Casas, citado por Cassá (1979: 47) en Historia Social y Económica de la Republica Dominicana. Quinta edición. Alfa y Omega, Santo Domingo, 1981.

No obstante, lo señalado, la crianza de ganado equino no representó un renglón de acumulación originaria para los ganaderos, aunque estuvo presente en ella. Los caballos, burros, mulas y yeguas, más que instrumentos de acumulación, constituían indicadores o símbolos de prestigio del hatero o ganadero, ya que todo el negocio giraba en torno a carne y los cueros del ganado vacuno (Del río Moreno, 2012).

Una característica de la ganadería en la Hispaniola consistía en que las reses se reproducían de manera natural, asilvestrándose igual que los porcinos. La crianza de ganado vacuno era tan numerosa que se cita la existencia de propietarios de reses que reportaban hasta 42 000 cabezas, sin contar las del monte, según Del Rio Moreno, (2012); Bosch (1991), Cassá (1981), quienes citan como fuente a los cronistas de Indias.

Juan Bosch, en Composición Social Dominicana, en su décimo séptima edición de Alfa y Omega (1991:48), citando a González de Oviedo, dice que el obispo Rodrigo de Bastidas tenía más de 25,000 reses y la mitad de un ingenio, en el año 1547. Este cronista de Indias refiere también que tener 1,000 o 2,000 cabezas de reses era de gente pobre, porque había quienes tenían entre 32,000 y 42,000 reses.

Algunas décadas posteriores al tiempo que narra González de Oviedo,  el negocio ganadero fue perdiendo su valor monetario y de trueque  debido a la falta de un mercado formal y debido la despoblación que ya empezaba a manifestarse.

En otro orden, debe decirse que, en un extenso proceso histórico que se remonta al periodo colonial, la ganadería extensiva no solo ha sido causante de iniciar el proceso de la deforestación, al abrir espacios en el bosque natural, sino que también contribuyó con la distribución de especies vegetales invasoras en las sábanas naturales, desestabilizando  la ecología de algunas especies, tales como el guayabo (Psidium guajava ),  ya que lo sacó de su espacio natural y lo distribuyó  por el territorio donde pastaban las reses. Del Rio Moreno (2012: 74) registra quejas en torno a esta especie, porque dichas sabanas se llenaron de ellas y dificultaban el control y cuido por parte de los jinetes.

La organización de la sociedad en torno al hato, que eran grandes extensiones de terreno, donde las reses se atendían con poca gente, sin necesidad de  grandes cantidades de esclavos, influyó en la decadencia de la industria  de la caña, al tiempo que propició la creación de una sociedad con una  forma de organización  de la producción más paternalista, que Juan Bosch llama “esclavista patriarcal”, concepto que este autor introduce en el análisis e interpretación de la historia dominicana y que, osamos decir, que, desde un enfoque etnohistórico, se corresponde con la étnosi que define nuestra antropología social en el presente y que marca comportamientos, tanto  negativos como positivos, que impactan a nuestro medioambiente y a la sociedad en general.