Sequías Silenciosas
En las últimas cinco décadas hemos tenido sequías silenciosas, es como si nada hubiera pasado. La gente que no depende materialmente de la producción agropecuaria, sobre todo el tipo de ganadería vacuna que practicamos, no las recuerdan. Es más, ni siquiera aquellos que las han padecido tienen consciencia de la situación. Y esto es lo más grave, más que los mismos padecimientos.
Estuve preguntando a 10 personas adultas de ciudad sobre si recordaban algunas de estas sequías y fue como si preguntara si se habían bañado en las frías aguas del Tibet. Esto me llevó a rememorar las ocasiones que me tocó vivirlas, en más de una veintena de años secos en los últimos 50.
La primera que vino a mi mente es la sequía del 1975-77, que tuvo un promedio de lluvia de aproximados 1,031mm, es decir, 73 mm mayor que la del 1967-68 y 81mm mayor que la del 1944.
Esta sequía la viví en la próspera Estancia Nueva de Moca. Ella provocó que desaparecieran las cosechas de plátanos que se hacían cada 15 días. En años normales, estas cosechas consistían en el corte de cientos de racimos, pero en el tiempo que duró esta sequía tal vez se cosechaban algunos para autoconsumo en la familia. Igual sucedía con otros víveres. Fue por ello, que en ese tiempo las tortas de maíz o arepas sustituyeron a los víveres, dieta que era muy poco común entre los habitantes de esa localidad.
Luego vino la sequía del 1990, que fue de 1103 mm, un poco más de lluvia que la anterior. Vi secarse el río Moca a la altura del poblado La Ermita; se decía que se habían secado más de 400 ríos y de nuevo podían verse los animales muriendo, según las noticias de la época.
Sin embargo, la gente padeció menos la sequía de ese año, debido a que entonces ya el país contaba con más abastos de agua mediante diferentes tipos de almacenamiento, suministros en camiones y construcción de pozos artesanales y tubulares.
Siete años más tarde, en el año 1997, se originó la sequía que registró los menores niveles pluviométricos del país, con un promedio de 926 mm, inclusive por debajo del promedio del Centenario y la del 1975-77. En ese tiempo yo empezaba a laborar en el Plan Quisqueya Verde y recuerdo que se retrasaron las actividades de reforestación de ese año, programadas para el primer periodo de lluvia mayo-junio, siendo postergada su ejecución masiva para el fin de ese año.
Las últimas dos décadas han sido de fuertes sequías, destacándose los años del 2015 y 2019. Esto lo podemos ver en los reportes de prensa, que destacan las grandes afectaciones a la mayor cuenca lechera, conformada por las provincias del noroeste.
En el caso del suroeste, en las provincias de San Juan y Elías Piña (en particular Hondo Valle), la mayor afectación climática de los hogares, en el año 2010 fue la sequía, para un 43% de los hogares, y paradójicamente, la segunda afectación en importancia estuvo constituida por las tormentas (37.3%) y la tercera fueron las lluvias torrenciales ( 31.6 %), según datos del estudio Evaluación de la Vulnerabilidad y Capacidad (VCA) frente al cambio climático en la agricultura de dichas provincias (2014). (https://fundacionplenitud.org/wp-content/uploads/2020/05/VCA-REV-2-ESP-FINAL-pdf.pdf)
Los efectos de estas y otras sequías no han sido catastróficas porque, y cabe reconocerlo, se ha logrado extraer las aguas del subsuelo, almacenarlas en presas y distribuirlas, a pesar de que hemos perdido gran parte de las superficiales en la parte baja de las cuencas, al extremo de que disponemos de escasa agua natural en los ríos, arroyos, lagunas y otros acuíferos que puedan satisfacer nuestra sed cuando vamos a ellos, por el alto nivel de contaminación en que se encuentran.
En los años posteriores a la gran sequía del 2019 no han abundado las lluvias, aunque, en general, esto no ha sido percibido. No obstante, sí existen zonas del país que la han padecido y siguen padeciendo, con una indiferencia pasmosa de la gente, que desperdicia el agua, y de autoridades que declinan aplicar las leyes, por los disgustos particulares que puedan causar, comprometiendo al país a un futuro de sequedad.