Me correspondió involucrarme a consolar a una persona que recibió la inesperada noticia de la pérdida de unos seres queridos en un accidente de tránsito en su área laboral. Para los que coincidimos en aquel lugar, resultó ser una experiencia de gran impacto emocional y tristeza.

Observar y vivir cómo dicho ambiente se cubrió inmediatamente con llantos de desesperación, luto y dolor creando una parálisis momentánea de las actividades que allí se realizan; cada uno de los allí presentes se acercó a brindar un gesto de solidaridad o una palabra de aliento y fortaleza.

Cada día lamentablemente por desgracia las familias dominicanas pasan y están expuestas a recibir ese tipo de noticias trágicas, especialmente los fines de semana o días festivos, donde se producen en las calles, avenidas y carreteras accidentes con numerosas vidas humanas truncadas o apagadas, y un porcentaje significativo son jóvenes.

A pesar de que nuestro país es el que se encuentra con la mayor tasa de mortalidad causada por lesiones en accidentes de tránsito en el ámbito mundial, siento que nuestra reacción como ciudadanía, no se corresponde con la magnitud del problema social, económico y sanitario que representan estos siniestros viales. ¡No perdamos por favor, la capacidad de asombro, despertemos ya!

Algunos ni les importa, otros creen que se ha hecho algo para prevenir estos sucesos; pero entiendo que se puede y se debe hacer aún más con esta horrible pandemia que sigue sin cura ni vacuna, pero lastimando muchas vidas. Urge pasar de la teoría a los hechos; es necesario combatir la distracción y la superficialidad con este tema tan prioritario; el cual está socavando el presente y futuro de la nación.

Está comprobado, que siempre hay que ir más allá, penetrar en lo profundo de las cosas, de hecho, este principio es la esencia misma de las ciencias: “en base a métodos, siempre buscar la verdad”. Lo verdadero y real es que debemos trabajar sin pausa en la raíz de este mal, y hacerlo con una actitud no arrogante respecto a la realidad de las cosas.

¿A dónde ha ido a parar la sensibilidad social con respecto al problema del tránsito? ¿Seguiremos pasando por alto frente al cuerpo sin vida o mutilado de otro ser humano producido por un siniestro vial? ¿Continuaremos jugando a la indiferencia y a las medias tintas? ¿Cuándo empezaremos a darle realmente la cara a este lastre?

No es aconsejable seguir viviendo esta pandemia del tránsito dominicano como en una película ficción, con la tendencia a ver estos eventos siniestros viales como ajenos a nuestra realidad cuando la verdad es que somos parte de estos. Debe preocuparnos que la continua exposición de esta violencia vial nos lleve a la normalización cuando no lo son y que continuemos perdiendo el valor social de la sensibilidad humana.

Por lo tanto, se requiere humanizar las carreteras, calles y avenidas, con una agresiva promoción y enseñanza de la educación vial en los distintos ámbitos, socialización y centros educativos, más la aplicación de un régimen de consecuencias firme ante las infracciones de tránsito, que busque aplicar la ley para hacer justicia.

¡Es tiempo de defender la vida en el camino o en lo vial! Recurro a esta frase de Martin Luther King, el cual plantea que: ¨Siempre es el momento apropiado para hacer lo que es correcto¨.