Luis Almagro, secretario general del Ministerio de colonias, que no parece fue ministro de un muy ilustre hombre de América como el presidente José Mujica, se encuentra en nuestro país, un lugar que tiene sus puertas abiertas para todos los visitantes del mundo por la apertura turística. No obstante, en la vida todo tiene sus límites y existen visitantes no gratos, como este señor que aunque pretenda disimular su práctica política lo ubica como un enemigo de los dominicanos.
Hace un buen tiempo para que se produzca una rectificación este distinguido jurista y diplomático, declaró a CNN dado que ocupamos una isla no pueden existir aquí dos países, tomando como parámetro a Australia, que es una isla grande y solo existe un Estado.
Cualquiera piensa se trató de un desliz (aunque todavía no se autocrítica), eso podríamos aceptarlo si quien afirmara tan incongruente pronunciamiento no estuviera dotado del alto nivel académico de este señor. Esta actitud, coincide quizás de manera fortuita con poderosos intereses económicos foráneos que estiman la fusión de la isla podría beneficiarles. Solo podemos decir que es una coincidencia, pura casualidad…
Manifestar que en las islas siempre debe existir un solo país es un planteamiento muy dogmático y antihistórico. ¿Acaso somos la única isla con dos países diferentes? ¿No conoce el jefe del ministerio de colonias que existen otras islas en semejantes circunstancias? ¿No ha advertido la existencia de Chipre, dividida por la famosa Línea Verde entre turcochipriotas y grecochipriotas? ¿Tampoco asimila el caso de Timor? ¿Será nuevo aquello de Timor Occidental de Indonesia y el Timor Oriental de origen portugués?
Entonces apliquémosles a los muy antiguos países de Grecia, Inglaterra, Turquía Portugal e Indonesia, aquello de que deben convertir a Chipre y Timor en un solo país como Australia, para que el dogma del Ministro de colonias no adolezca de hendiduras.
Si alguien es inocente en este asunto de la división de esta isla en dos pueblos diferentes, somos los dominicanos. La personalidad de referencia debe reclamarle el pretendido Estado insular de modo postmorten al rey Felipe III, que ordenó a su subalterno Antonio de Osorio la abusiva despoblación de más de la mitad de la isla en 1603 y se terminó de ejecutar en 1606. Decisión tomada en contra de la voluntad de los habitantes de las zonas desalojadas que hicieron inútil resistencia para no abandonar sus predios, principalmente en la Sabana de Guaba.
Devastaciones que dejaron expedito el camino para que el Gobierno francés ocupara de modo ilícito esos territorios, y después con la cobardía de la monarquía española lograran le adjudicaran esos terrenos para crear su colonia de Saint Domingue, en un espacio ilegalmente adquirido.
Detrás de este hurto territorial o piratería terrestre, resalta la benemérita lucha de los antiguos esclavos de esa zona que propició el surgimiento de la Republica de Haití. Este movimiento fue exclusivamente en la porción Occidental de la isla, para nada implicó la parte Oriental, donde estaba asentada una sociedad diferente que originalmente prevalecía en todo el perímetro insular.
Dado el surgimiento de los vecinos como primer país, asumieron el nombre autóctono de Haití y de modo deplorable esto ha provocado que desde un principio su clase dominante predique les pertenece la isla. ¿Acaso son ellos herederos de los tainos?
Cuando se creó la República de Haití en enero de 1804, esta parte que era más antigua y continuó como colonia francesa de acuerdo al tratado de Basilea de 1795, nunca entró en los límites de la Repúlica de Haití. Lamentablemente ya se habían desarrollado dos pueblos totalmente diferentes.
Carece de sustento desde el ámbito político-jurídico que la Constitución haitiana estableciera que sus predios se extendían a través de toda la isla, porque no tenían potestad para ello, ni habían ganado ninguna resolución arbitral a través de un juez mediador internacional. Ni mucho menos contaban con la venia de los habitantes de la parte española, que también tenían derecho a decidir su destino, como finalmente lo hicieron el 27 de febrero de 1844.
La última oportunidad de crear un solo país en la isla correspondió a los vecinos aplicarla en el lapso de 1822-1844, pero sus dignatarios trataron a nuestros antepasados como un pueblo conquistado, obviando emplear modelos de gobierno autonomista que existían en la época como los estados federados, que constituían los Estados Unidos y la Colombia, tal como lo manifestó en aquellos momentos nuestro primer sociólogo Pedro Francisco Bonó.
De este lado nunca se ha intentado ocupar el territorio de los vecinos, en todas las negociaciones fronterizas siempre se les ha cedido terrenos, últimamente de modo unilateral nos despojaron de un río, ni muchos menos se enseña en nuestras escuelas (como ocurre en Haití) que esta isla nos pertenece.
Los dominicanos no debemos permitir se prolongue la nueva invasión que hasta el presente se manifiesta con carácter pacífico. Aunque esto se explica por la grave crisis política del país vecino, esa aciaga coyuntura puede ser explotada en el futuro por su clase gobernante para competir en nuestro propio territorio en habitantes y convertirnos en el Kosovo de América, ya sea por la vía electoral o insurreccional. Señor Almagro váyase con su música a otra parte.