“Su sonrisa es evidencia de la plenitud de su espíritu ante un camino de profundas pruebas como mujer preparada para las cosas complejas del manejo de lo público. ”.

Mucho se ha dicho sobre los efectos del azar como figura estelar en la consecución de los hechos y como elemento que marca el rumbo en términos de causa y efecto; sobre todo, en aquellos eventos cuyas consecuencias atrofian el curso natural de una vida, de un pueblo o de toda la historia, pero el destino ha sido bondadoso con ella. Todo lo ha logrado en un tiempo extremadamente corto.

Carolina no es mujer de vanidades ni de fingidas poses. Indiferente a si se trata de un par de tenis o tacones, ella marca su tendencia y su apuesta… es partidaria de la naturalidad en un mundo cargado de estigmas sociales. Va por la vida satisfecha, sin ambages ni arrepentimientos, segura de sí misma, auténtica…decidida.

Conozco tus grandes cualidades… Las valoro y las respeto profundamente. Si quieres, para demostrar cuanto te entiendo, puedo enumerar todas esas virtudes”. Fragmento de Carta de Anton Chejov a su Hermano Nikolai.

Quienes  la conocen, la adjetivan como mujer virtuosa, humilde, llana, cercana a la gente. Carolina, nació el 28 de marzo de 1969 en Santiago de los Caballeros, un año marcado por la represión política durante el primer mandato presidencial de Joaquín Balaguer Ricardo.

Le correspondió nacer en tiempos claves de la historia política post trujillista y bajo los influjos revolucionarios de la recién concluida gesta heroica de abril. Es la tercera de los cuatro hijos procreados por el matrimonio entre Hipólito Mejía Domínguez, ingeniero agrónomo, quien fuese presidente constitucional de la República Dominicana durante el periodo 2000-2004; y Rosa Gómez, educadora de profesión y ex primera dama de la República e ida de esta tierra hace apenas unas semanas.

De profundas creencias religiosas. La enseñanza de amor, humildad, respeto, tolerancia y servicio en beneficio de los demás; fueron cimientos en su formación humana. Buena alumna y compañera solidaria, inquieta y colaboradora con los demás. De joven, asumió como compromiso su formación académica. Siempre adornada por una sonrisa y una gracia especial cargada de empatía, por la que muchos de sus ex-compañeros aún la recuerdan.

En 1986 obtuvo el título de bachiller en Ciencias y Letras del Colegio Santo Domingo. En Montreal, Canadá, realizó un curso de Office System Technology y otro de francés como segunda lengua tanto en la O’Sullivan College como en la Universidad de Concordia. Una vez culminada esta etapa de estudios en el extranjero retorna a la República Dominicana. En 1987 ingresó a la carrera de economía en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) obteniendo su título de grado en 1991.

Finalizado sus estudios superiores, Carolina se embarca en dos nuevos proyectos trascendentales: la formación de una familia y el servicio público al país. En 1993 contrajo nupcias con Juan Garrigó quien había sido su compañero de estudios en los años de universidad. De su unión nacen, tiempo después, Juan de Jesús, Diego José e Isabel Carolina Garrigó Mejía.

Cierra por un instante sus ojos y retorna una mirada con un suspiro: “de mis batallas he aprendido la compasión”, me reveló. Desde 1991 hasta 1993 fungió como encargada de las relaciones comerciales con las telefónicas de Estados Unidos y Canadá. A partir del 1998 pasa a ser socia y vicepresidenta comercial de la sociedad R.H. Mejía, S.R.L., comercializadora de frutas frescas.

En el 2000, el rumbo de la política dominicana toma otro grado y matiz. Su padre, Hipólito Mejía, heredero político de José Francisco Peña Gómez, es quien toma a partir de ese momento la nueva brida del poder político.

El inicio de un nuevo siglo marca su historia personal y que coincidió, inexorablemente, con la oportunidad excepcional de estar en las entrañas de donde surgen las transformaciones del Estado. Con entereza encaró junto a un equipo de técnicos responsabilidades puntuales y dorsales para el mejoramiento de una economía lastrada por la corrupción privada.

Una vez más, aquella mirada genuina que contrasta con la firmeza de su carácter y una gran oralidad. Al hablar, hay dicción desbordante, su discurso, emana como el oasis perdido. Hay convicción y profundidad en sus palabras. De inmediato, surge una mirada contemplativa, desea tratar sobre la conciencia de lo circunstancial, de que peregrino se es tanto en el poder como más allá de él. Es enfática en lo que dice y por la expresión de su rostro, lo siente con sinceridad.

Fungió roles gubernamentales de mucha trascendencia y los  hizo de modo honorífico. Así, sin farfullaría, lo aduce. Fue coordinadora del Consejo Asesor del Presidente (2004), embajadora adscrita a la Cancillería, encargada de acuerdos comerciales; miembro del equipo coordinador para el Acuerdo de Libre Comercio con los EE.UU (2003-2004); y miembro suplente de la Junta Monetaria del Banco Central de la República Dominicana. Se le percibe contenta al abordar el tema.

Su sonrisa es evidencia de la plenitud de su espíritu ante un camino de profundas pruebas como mujer preparada para las cosas complejas del manejo de lo público.

Considerada por muchos heredera política de su padre, ha llegado a calar en el gusto de la gente con asombrosa fluidez. Ella, por así decirlo, es la única de su familia que ha decidido continuar la labor en materia política, muchas veces, al lado de quien fuere presidente y dos veces candidato presidencial del PRD, su padre; pero ha trillado como buey al arado de forma independiente, en tiempo récord, su propia senda.

Su impronta en la política tiene un sello auténtico y genuino, es fragancia innovadora en tiempos de importantes cambios en su partido y en el espectro que mueve la ciencia de la lucha por el poder, pero también, en momentos claves de demandas sociales por la alternabilidad del mando en la cosa pública. Ahí, sin proponérselo, el destino juega a su favor y se presenta como una propuesta atractiva y diferente, pretendiendo hacer del oficio más que un arte de gobernar, una apuesta al desarrollo colectivo.

En 2016 fue candidata a la vicepresidencia de la República en la casilla del PRM, junto al hoy presidente, Luis Abinader. Ese binomio para sus seguidores fue esencial en su propuesta de gobierno y la lucha por el establecimiento del bienestar de las adolescentes, mujeres y envejecientes.

dos años después, la vida en ese ambiente difícil de la conquista de voluntades, le ha entregado, el favor de los suyos para ser la primera mujer en dirigir la secretaría de un partido político en toda la historia republicana, como si el designio, mágicamente, le abonará el camino para ser siempre la primera en los afanes políticos. Y, en esta ocasión, una realidad inmutable le coloca en la dirección de la ciudad más importante de República Dominicana, como  Alcaldesa de Santo Domingo.

Carolina, tiene  grandes cualidades, reconocidas por seguidores y adversarios. tiene también, todas las posibilidades de convertirse en la primera mujer en administrar los fondos de una nación que le abre pasos a un liderazgo creciente, humano, cercano y con una visión distinta sobre la labor de un líder.

De niña, Carolina soñaba con convertirse en maestra de escuelas, educar a los niños y formar a las generaciones futuras para un mundo en el que había construido su propia utopía. Pero la vida es insistente con aquellos a los que ha preparado para cambiar el rumbo de la historia. A partir de ella, la política dominicana tendrá más contenido ante los tiempos extraordinarios que se anuncian. Y es justo lanzarla por lo ya ocurrido sin dejar de lado ¡Una mirada al futuro!

En colaboración con Patricia Soto