Estremeció a los Estados Unidos -sin sorprenderlo- el asesinato a tiros de un símbolo de las grandes compañías de seguros de salud: el CEO de la United Health Care, Brian Thompson.
Durante el ejercicio de la medicina, o cuando se “esta de otra forma en el mundo”- es decir, enfermo-, debemos enfrentarnos con los seguros médicos, que, como en cualquier negocio, intentaran gastar poco y ganar más. Esa brega es un batallar cotidiano, tanto aquí como en Estados Unidos.
En demasiadas ocasiones el enfrentamiento resulta largo, frustrante y peligroso. No pocas veces ganan las aseguradoras, arriesgando la vida de muchos pacientes. Es una relación de codependencia, donde ellas tienen el salten por el mango- y poseen la llave que permite o evita el acceso a la de San Pedro.
Si el padecer es sencillo, la cobertura clara, y el medicamento a precio razonable, todo termina felizmente y el enfermo da gracias a Dios y a su seguro. (El medico rara vez queda conforme con el pago que recibe.)
Cuando se necesitan fármacos caros, o procedimientos quirúrgicos extraordinarios, comienza el tira y jala: los seguros no quiere asumir costos y terminan enfureciendo a clientes y proveedores. Se instala, a partir de ese momento, el caldo de cultivo perfecto para que aparezca la ira y el resentimiento.
No intentaré analizar el negocio de las aseguradoras, ni la injusta remuneración, ni sus ventajas (porque las tiene el paciente, la clase médica y otros trabajadores de la salud, y hacen fortunas con ellas las empresas de servicios médicos). Esos analices están hecho, y bien hechos.
No hay duda, cuando está envuelta la salud de las personas prevalecen las emociones: a nadie le gusta que se pierda tiempo cuando se trata de sus enfermedades, mucho menos si paga un seguro y este no quiere cumplirle. ¡Entonces, se desatan los infiernos!
En el caso del ejecutivo de la United Health Care, todo parece indicar que el asesino podría estar desquiciado. No obstante, ningún diagnostico psiquiátrico excluye el análisis de las causas precipitantes. Además, no podemos olvidar que niños y enajenados tienden a decir y ejecutar lo que los adultos- conociendo las consecuencias de sus actos- son capaces de reprimir.
Estados Unidos presenta un grave problema de cobertura de salud-el peor de las naciones desarrolladas-, resultando en una marcada insatisfacción de asegurados y profesionales de la medicina. Maldecir a proveedores privados y a los estatales es conversación cotidiana en salas de espera de hospitales y consultorios de aquel país.
No es de extrañar, pues, que el público acaricie fantasías de agresión y sueñen en las noches lanzando piedras contra los ejecutivos de aseguradoras; quizás, en alguna pesadilla, los tirotean…
Tanta agresión contenida por décadas contra los seguros, en un colectivo proclive a la violencia extrema y donde los tiroteos no suelen hacerse esperar, pudiera ser una de las razones por la cual el norteamericano no se ha sorprendido lo suficiente con ese innecesario homicidio. Por otro lado, allí no sorprenden las escenas del viejo oeste.
Entre nosotros pudiera suceder lo mismo. Claro, como casi somos civilizados, las piedras no vuelan y pleiteamos en los medios a través de voceros, sindicatos, y protestas organizadas; igual que hasta hace poco lo hacían en la nación del norte. Otra cosa, a pesar de lo que pudiéramos creer, aquí se mata menos que allá.
Ha quedado demostrado- los números rara vez mienten- que las ganancias en seguros de salud son enormes. Por consiguiente, pudieran mostrarse más generosos y seguir ganando mucho. Así, con un poco de generosidad, el cliente quedaría satisfecho sin rabia ni resentimientos. Humanizarse no cuesta tanto…
El por qué no lo hacen, el por qué esa resistencia a ganar menos para lograr disminuir la agresividad que se acumula contra ellos, es una de esas paradojas del empresariado que no acabo de entender…