La economía convencional ha elaborado una teoría del comportamiento de los agentes económicos que emula la precisión de las leyes de la física. En tal sentido, los teóricos de la economía determinaron condiciones de equilibrio (leyes), cuyo cumplimiento determina el comportamiento óptimo de los agentes económicos. Con estos “avances” científicos se logró de manera teórica una descripción exacta del por qué los agentes económicos adoptaban ciertas decisiones y descartaban otras. No obstante, Frank Knight argumenta en el Capítulo I del libro titulado Riesgo, Incertidumbre y Beneficio (1921) que, esta “ciencia económica ha asegurado moderados niveles de exactitud sacrificando su acercamiento a la realidad”.
Otros economistas, de la misma escuela de pensamiento, han optado por un método más simple y comparan indicadores de economías diferentes, con el objetivo de obtener conclusiones “científicamente” válidas con respecto, por ejemplo, al nivel de desarrollo económico alcanzado o para ilustrar las bondades de ciertas políticas económicas.
En general, las comparaciones entre países inducen a generalizaciones sobre su desarrollo social y económico. Cuando se comparan niveles de ingresos, de tasas de crecimiento, de desempleo, de inflación, entre otras variables, argumentando sobre el bienestar de un país respecto a otro, o cuál de ellos tiene mayor o menor grado de desarrollo económico a partir de esos indicadores, resulta en un intento inútil de arribar a conclusiones sobre economías con sociedades, culturas y comportamiento totalmente disímiles.
Estos métodos de análisis de los economistas formados en la tradición convencional tienen poca importancia cuando se considera simultáneamente la interacción de un conjunto de variables económicas relevantes para el proceso económico. La realidad económica de cualquier país no debería pre-juzgarse a partir del cumplimiento o no de las condiciones para la existencia del equilibrio teórico en los mercados ni mucho menos sujetarla a la comparación de indicadores con el fin de justificar una u otra política pública.
Desde esta perspectiva, si el déficit fiscal anual resulta en mayor nivel del stock de la deuda pública, la teoría económica convencional recomienda una política fiscal que iguale el valor presente de los ingresos al valor presente de los gastos del gobierno; en otras palabras, que la política económica sea consistente anualmente y que en cada período de tiempo los tributos sean iguales al gasto público, lo que resulta ser una de las conclusiones del modelo de crecimiento endógeno de R. Barro (1990).
Siguiendo esta condición, el gobierno dominicano planteó una reforma fiscal a la ciudadanía, que pospuso poco tiempo después, aunque esa reforma continúa siendo necesaria para mejorar el perfil de mediano plazo de la política fiscal. El gobierno decidió no cumplir con la regla (o la condición de equilibrio fiscal) que recomienda la teoría económica convencional, dándole mayor importancia a la naturaleza política de la decisión.
En efecto, para que el gobierno pudiera pasar la reforma fiscal habría que revisar las exenciones fiscales, la evasión del impuesto sobre la renta de las empresas y la evasión del ITBIS, las cuales aportan una porción significativa de los beneficios privados. La inobservancia de esta realidad pudo haber provocado un enfrentamiento entre el gobierno, los empresarios con funciones públicas y la sociedad, y se hubiese afectado el proyecto de re-elección presidencial.
Igualmente ocurre con el endeudamiento público. La deuda del sector público no financiero (SPNF) continúa creciendo, lo que indica la inconsistencia inter-temporal de la política fiscal. En efecto, la semana pasada la República Dominicana colocó en los mercados internacionales de deuda US$3,564 millones en bonos con tasas de interés de 5.5% y 6.0%. De ese monto, solamente ingresaron al país US$2,300 millones para financiar el presupuesto de gastos del gobierno y la diferencia de US$1,264 millones fue utilizada para el pago de los intereses de la deuda pública. Este hecho coloca la deuda pública en una trayectoria inestable en ausencia de una política fiscal consistente en el mediano plazo. Además de que pone de relieve el hecho de que el gobierno toma préstamos para pagar los intereses, utilizando el peligroso esquema de Ponzi para financiar el gasto público y que generalmente termina en desastres financieros.
Con esta colocación, la deuda pública del SPNF pasó de US$57,266.4 millones en el 2020 a US$62,036.8 millones en el 2021, para un crecimiento del stock de la deuda de US$4,770.4 millones, lo que representa una tasa de crecimiento anual de 8.3%; sin embargo, se produjo una reducción del cociente deuda-PIB que pasó de 72.7% en el 2020 a 66.7%. Cabe aclarar que esta reducción se produjo por el aumento del producto, que sobrepasó los US$92,000 millones para el 2021, y no por la reducción del stock de la deuda como informó el Ministerio de Hacienda (MH).
El MH afirmó, en ocasión de esta colocación de bonos, que redujo el servicio de la deuda pública en US$1,100 millones para los próximos tres años comprendidos entre el 2022 y el 2024. Sin embargo, el stock de la deuda aumentó y seguirá haciéndolo mientras no se produzca una reforma fiscal que aumente sustancialmente los ingresos tributarios y elimine las fugas de ingresos (exenciones, evasión y elusión fiscales).
No obstante, la publicación titulada Deuda Pública, Riesgos y Oportunidades del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES) afirma que la tasa de interés de la deuda en relación con los ingresos tributarios en el 1990 fue de 4.2% y en 2021 fue de 20%. Entonces, cabría preguntar cómo el MH concluye que espera reducir el servicio de la deuda pública en más de mil millones de dólares en los próximos tres años. De la misma manera, el CREES estimó que los intereses de la deuda pública/ingresos tributarios serían de 24.9% durante el presupuesto del 2022, con lo que parece que la tendencia del servicio tiende a aumentar y no a reducirse como afirma el MH.
Esta gráfica muestra la evolución de la deuda del SPNF, que no presenta una trayectoria a la estabilización, por el contrario, muestra una trayectoria creciente y divergente de los valores iniciales. De manera que la presente administración continúa exactamente la misma política de endeudamiento que las administraciones peledeístas, incapaces de lograr una política fiscal que contribuya a financiar el presupuesto fundamentalmente con recursos internos. De más en más, la población dominicana pierde la esperanza en la clase política que continúa con la tradición y evita resolver eficientemente las dificultades que caracterizan a los diferentes sectores de la economía, creando desigualdades y pobreza. Seguimos esperando el cambio.