Aunque se piense al narrador Eduardo Lantigua (1950-2018) como un escritor de la diáspora, no es de la diáspora. Quizás se llegue a pensar eso por la nostalgia permanente en su prosa; pero no, ese espíritu atormentado de ruptura ya lo poseía mucho antes de su partida a Estados Unidos a principio de los noventa.
Sus dos libros de narrativa median seis años: Un Pez atrapado en el desierto (2007) y Ya no estaban las palomas (2013). Ambos publicados en los Estados Unidos, en la ciudad de Nueva York; ambos publicación independiente. Libros de relatos con drama y clímax conseguidos a partir del dominio de la estrategia y de las técnicas de la cuentística, al igual que su actitud ante el lenguaje y de lo que pensaba y llevaba a cabo en la escritura. El autor se sentía, se pensaba como cuentista, pero a la hora de escritura se comportaba como un estratega del relato. Alargar la historia, ampliarla en estructura interna; con el conocimiento de técnicas, al cuento lo convertía en relato.
Con el libro Un pez atrapado en el desierto (2007), su primer libro, constituye una metáfora del espíritu del autor, de su vida material y espiritual al igual que el segundo, Ya no estaban las palomas (2013). En el primero figura un cuento, digo cuento porque fue premiado con una mención en Casa de Teatro en los primeros años de la década de los noventa, titulado «La Infinita cicatriz». Con este cuento el autor atrapó con una red las formas de su narrativa pensada, emocional y dramática, al igual que el resto de la obra, bien trabajada como cuentos que convertía en relato por el afán de perfección del decir. Nada más hay que ver los títulos y subtítulos de esos relatos. Esa arquitectura y preocupación por los subtítulos para crear historias paralelas, queda clara si el lector se detiene y les quita los subtítulos se leen como una sola intención. El emparentamiento con el llamado Realismo sucio de Raymond Carver en sus libros de cuentos De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981) y Vidas cruzadas (1993), recuerda que así como se dice que Carver es un solo cuento, de Eduardo Lantigua se puede decir que es un solo relato, que quitándole todos los títulos de los dos volúmenes de sus relatos y se toma uno solo como titulo, podría decirse que resultaría una novela con temas urbanos, con la preocupación pura de lograr un lenguaje coloquial de desenfado, el cual terminaba por convertirse en un drama, esencial para una prosa novelística de calidad, con una metafísica oriunda del asfalto.
Eduardo Lantigua con sus dos libros de relatos nos da la visión interna de la dimensión de su mundo espiritual, narrativamente; comprendido por lapsus, intersticios perceptivos y fragmentados, trabajado con dedicación y obsesión (característica de su narrativa más sus estudios de la técnica para traducirla en su oficio desde su mundo).
La narrativa de Eduardo Lantigua está esperando ser descubierta en su personalidad compleja, en sus personajes autobiográficos, característica especial de su prosa y de su preocupación por la «perfección» desde su «realismo sucio» metafásico, desde cómo se piensan, actúan, denuncian sus personajes.