LONDRES – Las últimas semanas estuve de gira por Estados Unidos y el Reino Unido para promover Animal Liberation Now, mi nuevo libro sobre los modos en que infligimos sufrimiento a cientos de miles de millones de animales no humanos, sobre todo en las granjas industriales. La persistencia de este vasto sufrimiento totalmente innecesario es uno de los grandes problemas morales de nuestro tiempo.
Algunas personas dudan de esta afirmación, porque piensan que los humanos cuentan incomparablemente más que los animales. Pero la importancia moral de evitar el sufrimiento cualquiera sea la especie a la que pertenezca el ser sufriente tiene cada vez más aceptación entre la gente en general y entre los estudiosos de la ética.
Aun así, de esta preocupación por otras especies surge una pregunta mucho más difícil: ¿cómo comparar el sufrimiento de animales de especies diferentes? Ya que contamos con tiempo y recursos limitados, ¿a cuántos pollos deberíamos ayudar en vez de ayudar a un ser humano? Otra pregunta igual de complicada es por qué concentrarnos en evitar el sufrimiento de algunos animales (digamos, los cerdos) en vez de otros a los que provocamos daños en cantidades mucho mayores. Por ejemplo, cada año criamos (en condiciones de confinamiento extremo) y luego matamos (sin antes atontarlos) una cantidad de peces que es más de quince veces toda la población humana del planeta. ¿Cuál es la justificación moral de su sufrimiento?
Aquí hay que analizar algunas cuestiones filosóficas y de neurociencia esenciales. ¿Qué diferencias hay entre nuestra capacidad de experimentar sufrimiento y la de los animales, y cómo podemos comparar las capacidades de sufrimiento de diversas especies? Otra pregunta que debemos hacernos es: ¿lo único que importa es evitar el sufrimiento, o también hay otros aspectos importantes, por ejemplo el hecho de frustrar las preferencias de un individuo en relación con el futuro? Si lo segundo está mal, entonces las diferencias entre los seres humanos y otros animales y entre diferentes especies de animales no humanos pueden volverse más significativas.
El think tank estadounidense Rethink Priorities ha estudiado estas cuestiones. Sus investigadores han analizado cientos de estudios sobre la sensibilidad animal para tener una base que permita estimar la importancia relativa que debemos darle al sufrimiento de una variedad de animales en relación con la que asignamos al sufrimiento humano.
Para simplificar la tarea, adoptaron el punto de vista utilitario según el cual lo único que importa es promover la felicidad y evitar el sufrimiento. También dieron por sentado que el mero hecho de que un animal no sea humano no resta importancia a su sufrimiento. Mientras la intensidad y la duración del sufrimiento sean iguales, merecen la misma consideración sin importar quién lo experimente.
Para poder comparar el sufrimiento de los animales con el sufrimiento humano, los investigadores partieron del supuesto (avalado por la ciencia actual) de que la neuroquímica de las sensaciones emocionales es básicamente similar, al menos en todos los mamíferos. Luego examinaron indicadores conductuales y fisiológicos del sufrimiento en diversas especies de animales.
En Animal Liberation Now, me refiero a un ejemplo claro de esos indicadores conductuales. A los pollos de criaderos comerciales se los hace crecer tan rápido que los huesos de las patas no llegan a madurar lo suficiente para sostener el peso del animal. El resultado es que muchos de ellos se vuelven rengos porque tratan de no descargar peso en una de las patas.
En uno de los estudios, a pollos tomados de criaderos comerciales se les ofrecieron dos alimentos de colores diferentes; uno de ellos contenía un fármaco antiinflamatorio. Las aves rengas aprendieron en poco tiempo a preferir el alimento medicado, y cuanto más lo consumían, menos rengueaban. Esto indica que es probable que sintieran dolor al caminar, y sugiere una gran semejanza con el efecto de aliviar el dolor en los seres humanos.
Otros indicios conductuales importantes de la presencia de dolor incluyen los cambios en el ritmo cardíaco, la presión arterial, la dilatación de las pupilas, la transpiración, los niveles hormonales y la actividad metabólica. Aquí también, los pollos criados para que crezcan rápido sirven de ejemplo: los problemas óseos, cardíacos y pulmonares que experimentan son prueba de sufrimiento.
Con estos datos, los investigadores de Rethink Priorities elaboraron diversas estimaciones de la importancia relativa que podríamos dar al sufrimiento de algunos animales representativos. Si asignamos a los seres humanos el valor 1,00 (redondeando a dos lugares decimales para no dar una idea de exactitud exagerada), los investigadores calcularon un valor de 0,52 para los cerdos, 0,33 para los pollos y 0,21 para los pulpos. A todos los peces les asignaron valores inferiores a 0,1 (0,09 a la carpa y 0,06 al salmón). Un hecho interesante es que a las abejas las situaron en medio de ambas especies de peces (0,07) y por encima del cangrejo de río (0,04).
Obviamente, este intento de comparar, apelando a los mejores datos empíricos disponibles, las capacidades de animales de especies diferentes (e incluso de filos diferentes) admite cuestionamientos. Pero su importancia es indiscutible: la posibilidad de avance moral de nuestra especie puede depender de esto.
Traducción: Esteban Flamini