El final de un año nos brinda la maravillosa oportunidad de reflexionar sobre nuestras vivencias, evaluar nuestros logros y desafíos, pero también nos invita a reflexionar, a mirar hacia adentro, hacia el alma, y considerar cómo podemos sanar, cómo podemos cerrar heridas y borrar marcas que tal vez  no nos permiten avanzar hacia una vida nueva, hacia un nuevo comienzo o hacia mejores tiempos. Probablemente parte de ese avance venga después de perdonar para dar paso a la renovación y al crecimiento en cualquier área de nuestras vidas, en el amor, en la familia y amistades, en nuestras labores y proyectos, en lo que sea que anhelemos alcanzar.

Dicen que perdonar no necesariamente significa olvidar lo vivido, y ese perdón puede ser necesario no sólo hacia otros sino hacia nosotros mismos por tal vez habernos equivocado. El perdón no es un acto que invalida el daño sufrido, sino un proceso que nos libera de cargar con el resentimiento y el dolor. El perdón es una herramienta poderosa que libera el peso del pasado y nos abre las puertas del futuro, el cual siempre será mejor si somos positivos.

Debemos ser capaces de tomar consciencia y comprender que nada tiene que volver a ser igual, dejemos de ver en nuevas personas y en nuevos lugares, el temor y el dolor que otros en el pasado nos causaron; o en otro caso, si nos hemos equivocado en alguna decisión, dejemos el temor de lanzarnos a nuevas cosas por fallas anteriores, usemos esa amarga o agridulce experiencia como un trampolín para impulsarnos más y mejor y abrazar lo nuevo. Que los huecos que algo o alguien nos hicieran en el alma, seamos capaces de llenarlos o dejarlos llenar por el amor, el apoyo y la paz que muy posiblemente a través de otras experiencias Dios nos está poniendo en el camino.

Sanar el alma implica cuidar nuestra esencia, atender nuestras heridas emocionales y nutrirnos espiritualmente. Cultivar hábitos saludables que alimenten nuestra mente, nuestro cuerpo y espíritu.

Sanar el alma y perdonar son propósitos poderosos y transformadores para un nuevo año. Al abrazar estos procesos, no sólo nos liberamos a nosotros mismos, sino que también permitimos que nuevas oportunidades y experiencias positivas entren en nuestras vidas, atrayendo el amor, la abundancia, los viajes, la familia, los negocios, la salud, la alegría, la estabilidad y la paz.

El fin de año es un recordatorio de que tenemos el poder de transformar nuestras vidas, aunque particularmente siempre he dicho que los años, meses, días y horas son inventos del hombre para tratar de medir sus acciones en la Tierra y yo quiero creer más en lo infinito y en la eternidad, estos plazos del calendario nos pueden permitir comparar nuestros avances, definir lo que hemos logrado y trazarnos nuevas metas para ser felices y sentirnos plenos en nuestras vidas. Que este próximo año esté lleno de amor, paz y una conexión más profunda con nuestro ser interior y que nos permitamos conectar igualmente con todo lo que Dios tiene para nosotros.

Confía, ¡Feliz año nuevo!