Cuando ocurre una tragedia como la de San Cristóbal se nos arruga el alma e indagamos para saber y conocer a quién le pertenece ese fatídico hecho.

Un siniestro que no es de los que partieron de este mundo como consecuencia del evento, ni de los familiares que aún lloran su partida, con los cuales nos solidarizamos.

No es de los heridos que fueron socorridos y luchan hoy por sus vidas en hospitales y clínicas del país. Esa tarde fatal de agosto, que pareciera no tener dueño, le atañe a la sociedad dominicana.

Incumbe a cada uno porque el amor al prójimo lo ha mostrado desde la ocurrencia del hecho. Somos un pueblo generoso, bondadoso, solidario y comprometido en momentos de crisis.

La sociedad ha extendido el brazo de la asistencia humanitaria a través del Estado, el gobierno, las entidades no gubernamentales, las empresas y los ciudadanos comunes que están ayudando en la recuperación.

Ese día San Cristóbal se enteró de la peor manera sobre la existencia de un riesgo del cual no se le había alertado. Una amenaza que acumulaba y aumentaba el peligro en el tiempo.

Los habitantes aprendieron en días las características de los materiales peligrosos, de las explosiones y los protocolos para el manejo de restos humanos. Hoy el pueblo opina de los incendios generados por materiales químicos y la forma de extinción.  Una triste y patética manera de conocer y aprender.

Las acciones de rehabilitación e investigación para establecer responsables siguen su curso. Toca ahora insistir en una mayor inversión de reducción de riesgos para que no se repita otro daño similar.

Hay que estar pendientes para que cada empresa o negocio tenga su protocolo de manejo de sustancias, según los productos que elaboren, así como los planes de contingencia y emergencia con rutas de evacuación definidas.

Las autoridades locales y ciudadanos están en el deber y obligación de preocuparse por el ordenamiento territorial y la planificación urbana de manera correcta.

Reconocer a los organismos de emergencias que desplegaron una heroica labor en esas horas de emergencia. Valorar el esfuerzo realizado y estimularlos a que sigan fortaleciéndose en los niveles que exigen este tipo de respuesta.

Reflexionar en el comportamiento adoptado por algunas personas que violaron el perímetro establecido por las autoridades con el fin de dirigirse al peligro a curiosear, poniendo en riesgo sus vidas.

Los influencers que desafiaron la escena del incendio para hacer tomas de videos y fotografías que colgaron luego en sus redes sociales tratando de ganar visitas.

Veamos cada detalle de la tragedia, aprender de ella y evitar que se repita. Unirnos al dolor de las familias afectadas y seguir repasando el evento que tristemente pertenece a todos.