Desde que apareció en el escenario político nacional, como candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), actualmente enterrado por Miguel Vargas, quien porta su acta de defunción, pudimos notar que este político de Santiago había sido construido por finas tareas de carpintería mediática, aunque la internet no se había masificado ni había redes sociales en la campaña de 1982.

La imagen política de Salvador Jorge Blanco , en gran medida, fue sustentada y construida por los periódicos de la época.

José Salvador Omar Jorge Blanco, nació el 5 de julio de 1926 en Santiago de los Caballeros, y falleció el 26 de diciembre de 2010.

Abogado, egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, con especialidad en la Universidad de Madrid, fue Procurador General de la República en armas, del 4 de mayo de 1965 al 3 de septiembre del mismo año. Fue Senador por el Distrito Nacional, durante la presidencia de don Antonio Guzmán (1978-1982). En ese mismo período fue presidente del Senado.

Como legislador sometió e impulsó el proyecto de ley de amnistía para todos los presos políticos y para el retorno de los exiliados. Asimismo, sometió la ley que eliminó la prohibición de las ideas comunistas, marxistas, leninistas y cualquier otra ideología. Así se puso fin a un período de represión política.

Jorge Blanco, conocido en su pueblo como un jurista y litigante que compartió estrado con otros notables del derecho, fue considerado por algunos como un hombre no expresivo, pero personalmente definido como “sangrú“. Era más conocido en el Cibao, hasta que logró ser electo senador por la capital.

Salvador Jorge Blanco es el único presidente dominicano del siglo veinte hasta el presente que ha descendido, del trono de Santana a las barras de la cárcel, y de seguro seguirá siendo el único, por la impunidad asegurada que tienen los expresidentes en nuestro país.

Tal vez eso se deba a que el relevo,de quien deja el poder y debería estar preso, pretende superarlo en corrupción y en hacer todo el mal posible y pertinente, en contra del país y su población. "Los presidentes no se tocan".

Como figura política fue parte de las contradicciones internas del PRD histórico. Su vicepresidente, Manuel Fernández Mármol, murió durante su mandato, el 20 de enero de 1983, lo que lo hace, el vicepresidente de más corta duración en el puesto en nuestro país.

Esas luchas fratricidas del PRD, como las llamaba Joaquín Balaguer, quien regresó al poder en el 1986, mantuvieron al partido blanco dividido y, si se quiere, fueron prefacio y profecía de la debacle que lo sacaría del poder en 2004, posiblemente para nunca más volver.

El gobierno de Salvador se caracterizó por eventos que marcaron no solo su presidencia, sino su lugar en la historia. Es el mandatario que gobernó durante la llamada década perdida en Latinoamérica, caracterizada por el crecimiento de la deuda, la inflación y las devaluaciones monetarias.

En su gobierno se firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y la gasolina subió a precios nunca vistos y el dólar se puso a tres pesos. Eso trajo la poblada de abril de 1984, con un número no determinado de muertos, que no se sabe cuántos ni se sabrá, además de los heridos y torturados y apresados, porque las cifras fueron dadas tanto por el gobierno como por la oposición.

En el manejo del sector militar y policial, fue caprichoso y hasta jugaba con las carreras de los oficiales: ascendía y ponía en retiro según su estado de ánimo. Algunos oficiales se llevaban las insignias de su próximo grado a los desfiles o a los lugares en que podrían verlo, para cabildear su ascenso. Recuerdo que, siendo Cadete de la Policía Nacional, tuve que participar en 22 desfiles militares. Se decía entonces que a alguien de su familia le encantaba asistir a desfiles militares y ver a los cadetes.

Pero la peor lacra de su gobierno, de amarga recordación, al menos para nosotros, lo constituye su sometimiento y juicio televisado como lo que se llama “reality Show“, viendo la cara agreste e inmutable, del Juez Juan María Severino, ex oficial de la Policía Nacional, y la custodia personal y permanente de un coronel del Ejército Nacional, a quien Salvador había puesto en retiro- un oficial de sobradas luces, don de mando y capacidad de liderazgo- reintegrado a la Policía Nacional, con igual rango y que no le perdía ni pie ni pisada.

La acusación era fruto de una denuncia-querella presentada sometida por el abogado balaguerista Vincho Castillo, y que el estado asumió como propia. En esos años Vincho Castillo, exdiputado, disfrutaba de su reinado y sus influencias en el aparato del estado.

Tan pronto me enteré de la muerte de Doña Asela Mera de Jorge, el 14 de junio de 2007, una señora dulce, amable y accesible que, a todas luces era el bastón y soporte emocional del doctor Jorge Blanco, me dije: Salvador se va pronto. Y así fue.