La palabra salmo proviene del griego psalmoi que significa tañer, pulsar con los dedos sobre cuerdas musicales; significa también cántico sagrado, de alabanza ejecutado con acompañamiento musical. En hebreo se explica como Tehilim. El de los salmos forma parte del canon del Tanaj judío, del texto masorético y la Biblia cristiana. Los veinticuatro libros sagrados del judaísmo constituyen la Biblia hebrea. Todos los textos escritos en hebreo antiguo son fundamentales: la Torá o ley; los Nevitin o Profetas y los Ketuvim o Escritos en hebreo y arameo. Lo encontramos como El libro de los salmos en el Antiguo Testamento. Ver, en Lucas 20-42; 24-44 y Hechos 13-33; vid. 35. En dos ocasiones el vocablo salmos aparece como verbo cantar alabando, vocalizando y posicionando cierto grado de expresión poético-musical (salmodia).

El Salterio abarca un amplio registro de acciones y temas religiosos que se hace notorio en el monoteísmo. Los atributos de Dios o Abba→ Señor, Verdad, Bondad, Santidad. La revelación de Dios en el mundo funciona como hierofanía, manifestación sagrada que humaniza y sacraliza una función religiosa justificada en un fenómeno de origen.

La relación de pacto con el Dios Cristiano se enfatiza en el pacto del altísimo con su pueblo. De ahí que la creación davídica o de los salmos de David y otros autores de salmos remite a una fiesta musical del espíritu sagrado.

Según Xabier Pikaza Los salmos constituyen el libro más impactante de la Biblia del Antiguo Testamento. Según el biblista, filólogo, traductor y teólogo español:

“Todo el mensaje de la Biblia del Antiguo Testamento se condensa y contiene en los salmos y por otra parte, el proyecto y camino de Jesús y de la iglesia primitiva se entiende a partir de ellos”. Refiriéndose a Los salmos en el Comentario al texto hebreo del A.T de C.F. Kerl y F.J. Delitzsch (CLIE: 2022):

“Así lo va mostrando F. J. Delitzsch en este comentario prodigioso de historia, filología, de poesía y pensamiento, con la tradición del rabinismo judío y de la iglesia antigua (griega y latina), con Agustín y el conjunto del monacato occidental y oriental, con Lutero y los reformadores protestantes…” (op.cit.p.XII).

En el Prólogo del traductor y adaptador de este Comentario… al español, Xabier Pikaza se refiere al lugar de los salmos entre los hagiógrafos y en especial entre los libros poéticos: “Esta es una obra múltiple y así puede y debe valorarse desde diversas perspectivas (histórica, poética, filológica, teológica…). Se puede leer por interés cultural, pero sobre todo por búsqueda y profundidad religiosa” (p.XII).

En efecto, según Pikaza: “Los salmos forman parte de la tercera sección de la Biblia tras la Ley Pentateuco y los Profetas anteriores y posteriores… de esa forma se inscriben en el “resto” de los libros sagrados (hagiógrafos) llamados “escritos” (Ketuvim); ellos se encuentran al lado de los libros sapienciales de la Hokma: Proverbios, Eclesiastés), pero se definen en especial como libros poéticos (con el Cantar de los Cantares)…”

Otra acotación que hace en este sentido Pikaza, con agudeza, es que:

“Los salmos emergen en su contexto en el que la poesía, vinculada a la profecía, puede y debe entenderse como lenguaje clave del encuentro del hombre con Dios, que es la oración, como experiencia simbólica y realísima de la presencia de Dios y de la plenitud humana”. (p.XIII).

En las tradiciones populares de Oriente y Occidente los salmos son utilizados como protección, destino, culto, rito, salvación y ayuda. Son leídos en la América hispánica por creyentes que confían en su fuerza hagiográfica o sagrada. Son colgados de forma escrita en las casas, en las escuelas, lugares de culto, en la misa y el leccionario cristiano en general. El poeta nicaragüense Ernesto Cardenal ha adaptado algunos salmos hebreos al culto cristiano, hispanoamericano,  bajo la forma de otro salterio que implica un rito vocal y corporal (levantar los brazos, arrodillarse, y cantar en tono agudo), mediante imploraciones religiosas.

Muchas son las visiones poéticas, teologales y literarias interpretadas con signos y sentidos de la palabra lírica temporal, salmódica y cadenciosa. Se trata de orar, pedir mediante música, poesía e interpretación de colecciones sálmicas que buscan su lugar en el salterio cantado por autoridades religiosas y gentes de pueblo afirmadas en la interpretación, con varios instrumentos. Forman parte de la Ecclesia o asamblea religiosa, pública que funciona también como institución cultural.

El llamado pueblo de Dios se expresa mediante la música-poesía en el salmo 80, el 105 y el 68. La sociedad se confirma en el estado profano o pecaminoso del hombre y se confirma en el salmo 51. Su importancia se hace posible mediante el arrepentimiento y el enmarque es el salmo 51, del 32 y del 6, del 143 del 38.

Lo que se deja leer en los salmos de David, en los proverbios de Salomón, es poesía y sabiduría cantadas. Pero los salmos son también oraciones y alabanzas líricas, sagradas y épicas del pueblo hebreo y de otros que asumen o imitan estilos y rasgos en la cultura de otras naciones.

El salterio asienta como tesoro literario todo marco de sentido orientado a la creencia, pues  la poesía hebrea es también un legado teologal basado en la creencia y en la unión del creyente con Dios. En esta visión el “dicho” imprecatorio afirma la justicia divina que garantiza la creencia en la poesía y el nombre como oración o dicho salvífico. Estas oraciones y “dichos” se perciben en proverbios de Salomón en el A.T. La experiencia y la esperanza se conforma mediante una comunicación salvífica o soteriológica.

En efecto, las enseñanzas mesiánicas de los salmos se encuentran enraizadas o ligadas a lo largo de todo el libro de Los salmos. Según la tradición, cuando el Dios de Israel aparece y se relaciona con el hombre, lo hace en la persona de su hijo (102-97). El Mesías, por lo general, lo asume tipológicamente, a través de la experiencia de David, padre de Salomón. Los salmos aluden a la vida y ejemplos del Mesías (Salmo 40, Hebreos 10-5 humillación, y exaltación, salmo 110 y otras tipologías de la poesía hebrea).

El libro de Los salmos es y ha sido fuente de sabiduría, poesía y canto. La interpretación de estos niveles de expresión, en símbolo, metáfora, línea lírica y visionaria dirige un lenguaje artístico y literario. El poeta Salomón hijo de David forma parte de varias raíces conformadoras de la poética hebrea, tal y como se puede leer en las formas sálmicas siguientes:

Salmos de David

  1. Salmos de comienzo de la subida (abajo sobre la colina de Sión)

(Una voz) ¿Quién subirá en el monte de Jehová?

¿Y quién estará en el lugar Santo?

(Otra voz) El limpio de mano puro de corazón;

el que no ha elevado su alma (¡mi alma!)

A cosas vanas ni ha jurado con engaño

(Coro) Él recibirá bendición de Jehová y justicia de Dios de la salvación.

Tal es la generación de los que buscan tu rostro. Dios de Jacob, Selah.

  1. Salmo a la entrada del templo (arriba sobre la ciudadela de Sión)

(Coro de la procesión festiva que ha llegado)

¡Alzad, puertas, vuestras cabezas!

¡Alzad vosotros, puertas eternas y entrará el Rey de gloria!

(Una voz desde el interior desde las puertas)

¿Quién es este rey de Gloria?

(…)

¡Alzad vosotros, puertas eternas y entrará

el rey de Gloria!

(…)

¿Quién es este Rey de Gloria?

(Coro) ¡Es Jehová de los ejércitos ¡Él es el Rey de Gloria! Selah. Según el Comentario al texto hebreo del A.T. de C.F. Keil y F. J. Delitzsch: Los salmos, Eds. CLIE, 2022).

  1. El Sal 23 expresaba la nostalgia por la casa de Yahvé en Sión. Completando esa experiencia, el Sal 24 celebra la entrada de Yahvé en Sión, indicando los rasgos de aquellos que pueden y quieren entrar también con Yahvé en el templo (entre ellos ha de estar David” (op.cit.p.291).

Según C.F. Keil y F. J. Delitzsch (op.cit):

“Este salmo fue compuesto con ocasión del traslado del arca desde Kiyath Yeraim al monte Sión, donde David había mandado que se colocara, en un tabernáculo edificado expresamente para ella (2, Sam 6, 17, cf. 2 Sam 11, 11;1 Rey, 39), o quizás puede referirse (y esto es más probable a un momento posterior cuando el arca que había acompañado a los guerreros de Israel a la batalla, era llevada de nuevo triunfalmente al Monte Sión después de la victoria (véase, Sal 68, p.292).

Más adelante, el autor de dicho Comentario… precisa una doxa exegética puntual:

“Incorporando en el libro de los salmos desde la perspectiva de su ocasión original (traslado del arca a Jerusalén) y de su finalidad (la venida salvadora de Yahvé), este salmo vino a convertirse en un himno veterotestamentario de Adviento, en honor del Señor), que ha de venir a su templo, cf. Mal. 3, 1 de manera que el grito de “Alzad…  vuestras cabezas” tiene el mismo significado que la voz del pregonero de Is, 40, 3 que grita; “Preparad el camino de Yahvé, allanad en el desierto un camino para nuestro Dios”. (Ibídem).

El encuadre de estudio filológico y teologal que plantea un discurso de interpretación y metaexplicación del texto, se destaca una mirada direccional motivada por cardinales históricas, arqueológicas, literarias, musicales y teologales. Estos escenarios invitan a entrar en el tejido significativo, donde el texto va revelando su sentido implícito y explícito. Ambos filólogos y directores de edición encuadran el comentario de forma explicativa y secuencial, donde el texto se abre a los diversos sentidos, mensajes y formas vocalizadas y comprensivas; lo que produce la determinación del significado de profundidad y superficie del texto presentado como partitura y escenificación dialógica. F. J. Delitzsch está a cargo de analizar y entrar en un orden sagrado y cultural. La mirada literaria y geopoética se nutre de una exégesis textual que se compone de ritmos, estrategias expresivas y textuales.

Lo cierto es que el Corpus davídico exige un contexto que no es solo epocal, sino más bien justificado mediante ritmemas poéticos que a fuerza de seguimiento por parte del lector y el estudioso de este libro del A.T. desarrolla los valores de textos salmicos y poéticos veterotestamentarias, intertestamentarias y neotestamentarias.