Este pasaje de las Sagradas Escrituras ayuda a entender la naturaleza de los contratos entre empleadores y trabajadores. Los salarios justos en todas las épocas resultan, como todo precio, de un “encuentro de las mentes” entre quienes ofertan servicios laborales y quienes los requieren para lograr un objetivo que, generalmente, es operar con rentabilidad una actividad.
La información de las motivaciones para la propuesta/aceptación de una oferta es un asunto personal donde cada participante tiene la opción de revelar la escala de sus preferencias, por ejemplo, el máximo y mínimo de salario que se estaba dispuesto ofrecer/tomar. Lo que la teoría económica explica, en la corriente de los austríacos, es que el intercambio libre es favorable para las dos partes porque el ser humano actúa con la expectativa de que estará mejor haciendo el trato que dejarlo pasar, en las condiciones existentes y en el momento de la acción. Al salario acordado ambas partes se encuentran en mejor posición que la alternativa de seguir buscando a uno que ofrezca algo mejor o esperar un poco más por alguien le cuadre la oferta.
En ese relato bíblico vemos contrataciones hechas en diferentes momentos en que se logra un jornal de equilibrio en que el empleador consigue los trabajadores que necesita. El contratista sale “en horas temprano de la mañana” y conviene con los trabajadores el pago de una “jornada de trabajo”. Sabemos que esta comienza antes de las 9 de la mañana porque es a esa hora que se va por segunda vez a la plaza a contratar más y, también, que se trabaja hasta “el anochecer”. Asumiendo que los primeros trabajadores ponchan a las 7 y que el sol se oculta a las 7, tendremos una jornada de 12 horas para el primer grupo; 10 horas para los que llegaron a las 9; y, para los demás, de 7,4 y 2 horas. Excepto para el primer grupo, los demás fueron contratado con una promesa de “pagar lo justo”. ¿Qué es lo justo?
La queja de los jornaleros que laboraron las doce horas y recibieron su jornal completo indica que entienden por pago justo a los demás uno que resulte de multiplicar el número de horas trabajadas por el salario por hora recibido por ellos, los que más sudaron durante el día. No hay referencia en el pasaje bíblico a un salario fijado por una autoridad, en consecuencia, estamos ante uno que ha resultado del acuerdo libre y voluntario de las partes en el primer encuentro en la plaza. Sin embargo, el dueño de la finca pagó jornada completa para toda fracción de día y se defiende de los quejosos explicando que les pagó lo convenido, jornada completa, y que a los demás lo que él consideraba era justo. Les recuerda que cumplió lo pactado con ellos; que con su dinero puede pagar por encima del jornal por hora a los demás, sin importar el tiempo laborado y que si consideran eso es ser generoso no deberían sentir envidia.
Este es uno de los tantos pasajes bíblicos que representan un homenaje al funcionamiento de economías donde existe propiedad privada (empresas, servicios laborales), libre formación de precios entre participantes (empleador, jornalero) y acuerdos en una moneda sin control de su emisión por los políticos (con su peso en oro o medio de pago redimible en oro). En el próximo artículo mostraremos una explicación adicional que pudo haber dado el empleador a los jornaleros antes de volver a contratar para evitarles confusión a la hora de ordenar su escala de ofertas al patrón generoso. El pago similar se comprobará que se corresponde con una participación similar en las ventas por jornadas, resultado de lograr precios mayores para las nuevas unidades obtenidas en cada fracción. En otro ejercicio también que un pago igual por jornada y media jornada implica una decisión unilateral del empleador motivada por razones que explicaré. La Biblia está mucho más cerca de un mercado laboral basado en contratos libres que las posiciones marxistas de asimetría de poder y explotación generalizada por parte de los empleadores.