El funcionamiento de la economía capitalista tiene una lógica impecable según la descripción neoliberal y los postulados de la escuela de neoclásica de pensamiento económico. Siguiendo las reglas enunciadas por esta escuela, los empresarios deben lograr que la productividad marginal del capital sea igual a su rendimiento (o tasa de interés, aunque ésta sea determinada en el mercado monetario, según Robinson, 1976) y de igual manera, debe lograr que el salario real sea igual a la productividad marginal del trabajo como requisito para emplear a un trabajador adicional.
Son estas reglas que indefectiblemente deben seguir los agentes económicos en el mundo de la competencia perfecta que conduce a un óptimo social. Esta situación de la economía enunciada en el principio de W. Pareto (1896-97), establece que “…nadie puede mejorar su situación sin empeorar la de otro”.
Claramente, si el cumplimiento de estas reglas produjese el resultado que preconiza la teoría, resulta evidente que los ciudadanos de cualquier país disfrutarían de los resultados de las economías capitalistas que, basadas en mercados y empresarios eficientes, vivirían por decirlo de alguna manera, en el paraíso terrenal. Donde un ser superior ajeno al mercado, como el subastador Walrasiano, elige el vector de precios que conduce a igualación de la oferta y la demanda.
Para que esto ocurra, ningún agente económico puede influir sobre los precios relativos, ya que la teoría asume una atomización de los agentes económicos en donde ninguno de los cuales, por su tamaño, puede determinar los precios relativos en los mercados. Además, se precisa de información perfecta, así como de un perfecto conocimiento del funcionamiento de la economía. Este modelo se construyó asumiendo una función de producción que cumple con unas singulares características (homogeneidad, rendimientos iniciales crecientes y luego decrecientes de los factores productivos, entre otros) y sobre todo que la teoría solo contempla un sector que produce un único bien en la economía.
Lo importante es que, bajo estos supuestos, se construye una teoría económica que apoya la iniciativa privada, deplorando la intervención estatal en la economía. No obstante, esta aproximación a la realidad sirve para ilustrar si la descripción del funcionamiento de cualquier economía muestra lo que ocurre en la economía dominicana bajo la bandera neoliberal de los pasados gobiernos peledeístas y el actual gobierno del PRM.
Para tales fines, tomo el ejemplo del salario real y la productividad en la economía dominicana. En el 2019, el Fondo Monetario Internacional (FMI) reporta una amplia discrepancia entre el salario real y la productividad; esta última supera ampliamente al salario real por unos 75 puntos porcentuales, tomando el año 2000 como año base. Esto revela que el mercado laboral no funciona de acuerdo con la regla de que en competencia el salario real sea igual a la productividad laboral.
Esta discrepancia tiene implicaciones muy económicas importantes. La primera de ellas es que las empresas privadas reciben mayores beneficios de la fuerza de trabajo considerando que el salario real es menor que el aporte al producto del trabajador. Se puede argumentar que se trata de una transferencia de parte del salario real a las empresas. Es decir, que la política salarial de varias administraciones de gobierno ha promovido la redistribución con un sesgo hacia la empresa.
Figura 1. RD: Salario Real y Productividad Laboral, 2019

La segunda interpretación, podría ser que esta discrepancia se reconozca como un excedente. En este caso, el excedente se produce por la elevada productividad de la mano de obra respecto al exiguo salario real que perciben los trabajadores. Lo que podría considerarse como una re-distribución regresiva del ingreso en favor de las empresas.
La tercera explicación podría ser que la economía dominicana no ha alcanzado su madurez y por eso se produce esta discrepancia entre el salario real y la productividad. La economía de manera interrumpida ha crecido desde la década de los cincuenta hasta la fecha, Fanelli, Guzmán (2008). Pero un crecimiento tan prolongado no ha sido suficiente para resolver los desequilibrios de ingresos que todavía caracterizan a esta economía, tal y como apunta el Banco Mundial: “Cuando no basta el Crecimiento: Razones de la rigidez de la pobreza en la República Dominicana”, 2017.
Lo cierto es que, independientemente de la interpretación que cualquiera desee darle a la realidad laboral dominicana, esta situación es aún peor si se toma en cuenta que la economía dominicana se caracteriza por la existencia de oligopolios en casi todos sus sectores; es decir, que esas firmas tienen la capacidad de imponer los salarios que les convienen, en vez de que los mismos se determinen por la libre interacción entre la oferta y demanda de mano de obra, siendo así más difícil el cumplimiento de la regla de la competencia perfecta debido a su estructura oligopólica. De manera que, los postulados de la escuela de pensamiento neoclásico y su moderna receta neoliberal pretenden recrear en el presente siglo las condiciones que prevalecían durante el nacimiento del capitalismo en el Siglo XIX en Inglaterra, Joo-Chang (2003). Y todo esto, a pesar de que las condiciones sociales y económicas actuales difieren significativamente de las predominantes durante la emergencia del sistema capitalista.
La realidad es que los bajos salarios que se pagan en el mercado laboral dominicano limitan la demanda de bienes y servicios de los trabajadores y de la misma manera ocurre con el crecimiento de las firmas, por lo que reducen su aporte al crecimiento económico. En efecto, esta situación disminuye la dimensión del mercado interno e impide las economías de escala de las empresas, que desaprovechan la demanda de los asalariados que, en general, consumen casi la totalidad de sus actuales salarios.
Además, los bajos salarios reales recrean la pobreza y empeoran la distribución del ingreso. Los bajos salarios reales se pagan a pesar de la experiencia y la formación de los trabajadores; lo que no deja de ser una situación generalizada, aunque existan algunos segmentos de empleos con tarifas de acuerdo con el avance experimentado por el capital humano.
Cualquier persona podría argumentar que no se produce alta rotación de trabajadores y que por esto el sector privado paga salarios de eficiencia. Esta sería una hipótesis interesante y merece atención. Cabe destacar que existe un enorme ejército de trabajadores informales (54% de la población económicamente activa) y de desempleados, incluyendo los desalentados o no, que caracterizan el exceso de oferta de trabajo del mercado laboral dominicano, lo que impide que el trabajador reclame el reconocimiento salarial considerando sus calidades productivas, a menos de que desee salir de la firma y sobre todo, dado el nivel de la pobreza existente en el país.
Otra de las consecuencias de pagar salarios reales por debajo de la productividad es el efecto sobre la flexibilidad de la política fiscal. Los organismos internacionales recomiendan, durante las fases recesivas del ciclo económico, la asistencia del gobierno a las familias pobres, para compensar la discrepancia de los bajos salarios reales y el aumento de la pobreza. Ciertamente, también han recomendado la eliminación de las exenciones fiscales, pero en ambos casos las dos versiones del PLD y la presente administración han seguido parcialmente esas recomendaciones. No han eliminado las exenciones fiscales, pero han aumentado las transferencias sociales para embellecer las cifras de pobreza, aunque se debilite la estabilidad fiscal.
Queda claro que la eficiencia privada que pregona la mayoría de las firmas dominicanas es sólo un discurso. La realidad del mercado laboral dominicano está lejos de seguir el decálogo neoliberal ya que prefieren seguir disfrutando de la redistribución regresiva del ingreso que se produce en el ámbito de la producción al pagar salarios reales por debajo de la productividad laboral.
Esta es una de las razones por las que se necesita un cambio que incluya en su agenda entre otros elementos, la eliminación de la diferencia entre el salario real y la productividad que existe en el mercado de trabajo dominicano, de las exenciones fiscales, la eliminación de la regresividad del sistema tributario y que promueva la transparencia en las cuentas públicas. Se trata de encontrar un proyecto de nación que asimile lo que está ocurriendo en el mundo y particularmente en América Latina y que a partir de ahí proponga un gobierno que descanse en la idea de la igualdad, el progreso para todos y el fortalecimiento de la democracia. La presente administración no parece contemplar estos objetivos y, contrariamente con su ejercicio, profundiza la desigualdad, promueve la concentración del ingreso y reduce los espacios democráticos. Por consiguiente, no representa a la mayoría de los dominicanos.