En el servicio están pintados de amarillo los días. Los oídos no se cansan, o hay que hacer un esfuerzo para escuchar activamente, sentir, ante los asombros cuando se descubren vulnerabilidades desconocidas.
Después de todo se recorren los senderos de la atención, la prevención, el seguimiento, ante algunos tristes resultados de la cultura patriarcal en la vida de mujeres y hombres; de los que viven, lamentablemente, envueltos, de marera significativa, en roles segregados, enroscamientos, por construcciones de identidades, como competencia, como dominio o sumisión, poca justicia y con temores para sobrellevar imaginarios, guiones de otras/otros. Se trata de apoyar para que cesen algunos “yo” débiles a los que hay que alejar del apocamiento, del aislamiento, entre otras manifestaciones de una cultura donde aún no prevalecen la igualdad y la justicia.…
Se trata de escuchar, acompañar, en el mundo de la violencia de género en la vida de mujeres y hombres.
En el cuidado, en las redes de apoyo, hay que seguir nutriendo, despacio, con respiraciones y serenidad, para que vuelen águilas, colibrís, gaviotas…; y acompañar en el vuelo, acariciar; llevar hasta el aire a las familias, amistades, autoridades, líderes, para que, entre todos, todas, vayamos reparando los desaciertos de los roles y estereotipos de desigualdades de género, que se han venido teniendo invisibilizados, naturalizados…
En algunos espacios, han estado, están, personas que sufren por temor a salir de sus sueños, del ocultamiento de debilidades, del desamor que implica la dependencia, y porque necesitan de la fortaleza de las redes de apoyo que les ayuden a salir de “guiones” ajenos y opresivos.
El amor hay que echarlo a correr; acercar el cuidado con infinitos gestos de co-escucha, de regocijo, ante las autoestimas que comienzan a florecer. En el acompañamiento ante vulnerabilidades, hay que adentrarse en lo hondo de los suelos, en las hondas raíces, hay que apoyar para que vayan renaciendo personas a los que ya les sea imposible arrancarle la seguridad, la autonomía, el compromiso social y político ante lo que pasa en la comunidad, en la familia, en la sociedad nacional y hasta en la sociedad a nivel mundial.
En el trabajo del servicio, del acompañamiento a víctimas del sistema de guiones y roles estereotipados, roles sesgados de discriminación, donde se cortan las alas de identidades libres y con autonomía, y casi, permanentemente, hay que recrear respiraciones, ternura, suavidad, desdoblamiento de los individualismos…
Se trata de escuchar tristezas, recorriendo, imaginándonos, estar en la quietud de los ríos, estar envueltos entre nubes danzantes, sentir que abrazamos junto al verde de las montañas, alentar con ilusiones, con brillo en las miradas, aspirar a recrear nuevos hogares, llenos de diálogo, de escucha, y motivarnos hasta por los tejidos del internet…
Se trata de besar el dolor cuando a las personas se les va yendo la inocencia, la ingenuidad; y descubren mundos ocultos en sus seres queridos.
Hay que alentar sobre que existen posibilidades de mudanzas a espacios que las normas no sean las nostalgias, los recuerdos rotos, los sufrimientos, los abusos, las construcciones de inseguridades y temores…
Hay que besar el dolor para ir superando la inconsciencia ante tan pobres siembras, los tan lamentables frutos de: las bajas autoestima, de dependencia económica, de la ceguera sobre deseos sin reparar en la dignidad de las y de los otros; superar la inconsciencia ante los dolores “no conocidos”, invisibilizados, naturalizados, que cubren algunas almas en los mundos de la violencia, y que podemos acompañar hasta que predominen los resplandores de los días pintados de amarillo, de seguridad y de alegría: de vuelos.
De tanta capacidad de escucha podemos caer rendidos ante el arte de amar, y poder consentir las emociones ante el hacer de los cuidados; compartir e impulsar, sembrar, los deseos de aprendizaje y de libertad, pues mientras servimos, nos humanizamos, y llenamos de dulces abrazos a nuestros corazones. Seamos redes de apoyo para que florezcan personas seguras, con autonomía, dignidad y bienestar pleno.