La socorrida tesis postmoderna expuesta por el presidente de la República, Lic. Ángulo Catalina, en mi novela “Voces de Tomasina Rosario”, en el aspecto  de que la brecha digital, al margen de las contradicciones entre el trabajo y el capital, constituye el verdadero origen de la pobreza, encontró un nuevo apoyo en la propuesta mentalista del Dr. Roberto Fulcar, ministro de Educación, en el sentido de que la “indigencia estratégica”, a parte de la pobreza y la marginalidad, conforma “el mayor problema de la República Dominicana”. De hecho, al no adentrarse en las estructuras hegemónicas de las élites del poder, ambos discursos convergen, apelando al viejo esquema hegeliano, en atribuir a los parámetros abstractos del entendimiento las causas de la desigualdad social.

En ese sentido, el Dr. Fulcar, en el marco del Plan Estratégico Institucional (PEI), 2021-2024, expresó, martes, 15 de marzo, 2022, ante funcionarios y directivos de distintos organismos públicos, que El mayor problema de República Dominicana no es la pobreza ni la marginalidad, sino la indigencia estratégica. (negritas mías). De ahí, agregó el ministro, que dicho Plan Estratégico responda a “una propuesta en permanente construcción colectiva” que persigue, eso alega, “el consenso y la participación de la sociedad en favor de la educación dominicana”.

Ahora bien, primero: El discurso o modelo mental de la llamada “indigencia estratégica” guarda, inexorablemente, una correspondencia unívoca y directa con el statu quo de las injusticias y privilegios de nuestro ordenamiento político de dominación. En tal sentido, dicha construcción mental fulcariana alberga una existencia consustancial con la naturaleza del sistema neoliberal, pertinente a la explotación, exclusión y pobreza integral, auténtica, que el Dr. Fulcar rebota.

En ese mismo tenor, segundo: ¿respondería, realmente, la propuesta fulcariana a una “construcción colectiva”, participativa, de la sociedad respecto a la educación dominicana? Lo es de dudar, dado que nuestra organización política está basada en la centralización del Estado, donde la  República Metropolitana (léase el palacio nacional) regentea las provincias y éstas las demás municipalidades, creándose así un escenario discriminatorio pertinente a un pensamiento único, cuya misión ideológica y educativa consiste en reproducir el actual estado de cosas, marginando las comunidades de su poder decisorio en cuanto a implementar sus propias políticas locales, participativas y solidarias, tanto en lo económico, social, educativo y cultural.

Por otra parte, es loable que el ministro de Educación pretenda revertir “la tendencia histórica que tenemos en nuestro país de resolver los problemas de cada día con los recursos que tenemos a mano ese día y con la salida que nos proporcione ese día, y eso hace que vivamos de ensayo permanentemente, sin permitir que las planificaciones crezcan, se fortalezcan y den sus frutos”. (negritas mías). No obstante, la ilusoria elocuencia del párrafo citado habría que deconstruirla en base a las falacias conceptuales e implicatorias de la sociedad total. Ello así, en virtud de que la realidad el poder decisorio está en manos corporativas o en los acólitos que les sirven a las élites de mando. En otras palabras: las propuestas en base a los verbos tenemos, vivamos y el pronombre personal nos presuponen que el conglomerado social del país participa en las determinaciones y soluciones de los problemas del país. Nada más falso. Es una trampa representativa dado el carácter centralizador del Estado.

En ese orden de ideas, tal es el caso parecido con relación a que todos los ciudadanos somos igualmente culpables de la contaminación ambiental. ¿Acaso tengo yo y usted una fábrica de batería, una empresa minera o de agregados sacando arena de los ríos? ¡Aaah! De ahí, entonces, que debamos recurrir a la implementación de un llamado desarrollo sostenible. ¿Podría, ciertamente, éste existir en un sistema extractivista? ¿Podría éste ocurrir en un modelo económico afianzado en un crecimiento económico ilimitado, utilizando, contradictoriamente, los recursos limitados del planeta?

Bien visto el punto, uno de los principales ejes postmodernos descansa sobre la base de un lenguaje que se manifiesta a través de una contienda terminológica replegada en sí misma, y no en un instrumento de interpretación y lucha con relación a la praxis de un contexto social determinado. Así, la tesis del ministro de Educación Roberto Fulcar no constituye una tesis transformadora como él la proclama, sino más bien una proposición reproductora de un modelo socio-económico y cultural ya agotado, similar al pensamiento crítico, en la víspera de su agonía.

Por consiguiente, el mayor problema de la República Dominicana no lo es la “indigencia estratégica”, mental, sino la indigencia integral, real. Dos fachadas distintivas, inherentes a una misma moneda que mutuamente se acorazan.