Algunos pensadores dominicanos están muy confiados en nuestro sistema democrático, lo que los lleva a creer que gracias al éxito de la “revolución capitalista” de los últimos decenios la democracia dominicana no corre peligro. Quisiera compartir este pensamiento optimista. Sin embargo, la historia está llena de casos que demuestran la fragilidad de los sistemas políticos.

En el mismo momento que se emitía este juicio, el secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe de España, Juan Fernández Trigo, comentaba en la presentación del informe anual 2022-2023 de la Fundación Carolina “América Latina- Transiciones ¿hacia dónde?», que “América Latina está mostrando un cierto nivel de frustración con la democracia”.

De este informe se desprende que las sociedades latinoamericanas se encuentran fatigadas, hastiadas, decepcionadas y que la década de crecimiento económico no ha favorecido la movilidad social y la mejora de los sectores populares.

Dice un joven contratista de Altice, trabajador, buen padre de familia, fajador y con liderazgo: “en mi equipo tenía 32 muchachos bajo mi mando, hoy quedan solo 14 y no se consiguen empleados. Hay una estampida: mis muchachos tomaron su chelitos, hubo quien vendió la moto, otro el televisor, buscaron su dinero o tomaron prestado y se fueron tomando el camino largo y tortuoso de Centroamérica, arriesgando sus vidas, desilusionados por la falta de esperanzas en la movilidad social de nuestro país. No me voy porque tengo mis cuatros hijos y mi vieja y porque me mato haciendo trabajos extras para sobrevivir’.

El estudio “Movimientos migratorios en República Dominicana: su impacto en los jóvenes”, realizado por investigadoras de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), confirma que los jóvenes dominicanos entre 17 y 24 años emigran en búsqueda de mayores oportunidades laborales, de seguridad, de educación de calidad y garantías de derechos que principalmente Estados Unidos y Europa les ofrecen. Estos datos demuestran que hay fallos notables en la revolución capitalista de la que se nos está hablando.

Otra señal que me parece alarmante es la especie de manto de miedo que una minoría pretende imponer a una mayoría, hasta el punto de que personas con connotadas opiniones prefieren traicionar su quehacer de toda una vida antes que afirmar su rechazo a ciertas medidas, como ha sucedido con el voto de los senadores con relación a las tres causales.

Si la mayoría de nuestros senadores son negadores de derechos, poniéndose de espaldas a las promesas de campaña de sus partidos, tenemos por cierto una muy frágil democracia.

Doblegarse frente a quién grita más fuerte, agita amenazas penosas hacia sectores amplios de la población dominicana, divide los dominicanos entre patriotas y traidores, tiene reminiscencia a fascismo.

Nuestro patriotismo y nacionalismo no puede hacernos perder de vista que no podemos vivir solos en el mundo y que para favorecer nuestra “revolución capitalista” hemos suscrito toda una serie de acuerdos internacionales.

Estos acuerdos nos han permitido, entre otras oportunidades, tener un asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidos. Esta participación que ofrece ventajas subsecuentes requiere también que firmemos acuerdos que se derivan de nuestra participación en el concierto de las naciones. Luchar contra la trata de seres humanos es uno de estos compromisos.

No nos dejemos embobar por los cantos envilecedores de quienes pretenden dividir los dominicanos entre buenos y malos, abriéndole quizás con ello las puertas a conflictos desgarradores. El norte debe siempre ser para todos el respeto de los derechos humanos.