Los tiempos presentes, con frecuencia decimos, se nos van sin darnos cuenta. Cuando hemos cumplido “cierta edad” ocurre una suerte de mirar atrás y efectivamente, hacemos conciencia que ha pasado un buen tiempo de nuestras vidas y nos preguntamos: ¿En qué se me ha ido el tiempo y la vida?

La pregunta es pertinente aunque quizás debió ser formulada antes. La cuestión se complica si tienes la sensación de que es poco lo que has hecho o que por lo menos, debiste hacer mucho más. En ocasiones al enfrentarnos a una situación como esa nos genera una cierta desazón de pérdida.

De todas maneras, para quienes hemos iniciado el proceso de “peinar canas” –aunque éstas estén disimuladas, o que el pelo brilla o empieza a hacerlo por su ausencia, quizás lo más relevante e importante es reconocer que haber llegado ahí es de por sí un logro. Si miras a tu alrededor, muchos otros no han tenido “tal suerte”.

Lo mejor sería, sin embargo, mirar hacia adelante con la actitud de quien desea y quiere tener la oportunidad de “vivir bien” los años que le quedan. Que en vez de entristecerte por lo que no has hecho, ocuparte por lo que aún pudieras hacer en el tiempo que aún tienes por vivir.

Darte un propósito o una meta, como quieras llamarle, puede ser una buena decisión. Dicen que los japoneses llaman a esto el ikigay. Mirar hacia adelante porque hay un camino aún por andar. Y esto no parece ser mala idea, sino todo lo contrario. Tener una razón, un motivo que te impulsa te ofrecerá nuevas oportunidades.

El mundo de hoy, aún con todas sus atrocidades, también nos ofrece posibilidades antes inucitadas. Son muchas y muy variadas las cosas que persona como tú y como yo se disponen a hacer en cualquier parte del mundo, tan solo que hoy muchas de ellas están disponibles en las redes sociales. Y para eso éstas nos pueden ser muy útiles.

Hay personas que de pronto encuentran en actividades físicas un cierto atractivo para seguir viviendo, de esa manera, se inician en el senderismo, la natación, las caminatas, el canto, el baile, ciclismo o montar bicicletas, prácticar arte marcial interno, como lo es el taichí o el chicung y, como éstas, muchas otras actividades posibles de hacer.

La práctica del yoga y la meditación, cada vez, congrega a más personas que buscan darle un nuevo sentido a sus vidas, al mismo tiempo que mejorar su estado de salud física y/o mental, disminuyendo su presión arterial y frecuencia cardíaca, reducir el estrés y una mejor digestión; relajarse, cocentrarse o dormir mejor.

Otras encuentran que aprender un nuevo idioma o explorar en la actuación, en el teatro u otra actividad artística, se constituye en un reto importante. El “descrubrimiento” para otros lo constituye escribir, desde ensayos hasta cuentos o novelas. O aquel libro pendiente desde hace un buen tiempo.

El acompañamiento solidario a personas con situación de salud un tanto precaria: niños, niñas, jóvenes o adultos, genera interés en otras personas. Contar cuentos o leer novelas para otros, no deja de ser una actividad igualmente atractiva, pues además del gesto de solidaridad está en el propio desarrollo personal.

Conozco personas que por su situación económica “resuelta” pueden dedicarse a conocer otros países o explorar zonas desconocidas para ellas en su propio país. Ir a un resort o acampar en alguna zona segura en el campo, disfrutando del mar y/o de las noches estrelladas, no deja de ser atractivo.

Aunque en menor medida, las hay quienes encuentran en las actividades sociales de apoyo o la política el ikigay que le da sentido a su vida por vivir. Hay países, como el caso de Finlandia, en que las organizaciones sin fines de lucro gestionan los fondos de políticas sociales, contando para ello con personas jubiladas de manera voluntaria.

Como vez todo está en mirar hacia adelante y darte un propósito de vida que sea posible, que te pueda generar satisfacciones personales importantes y que además, lo puedas y lo quieras hacer, o mejor todavía, te impulse, te motive hacerlo, es decir, se convierta en tu ikigay.

En definitiva no tengo que asumir la vida a modo de ostra, inactivo y esperando que llegue el fin. El fin que me encuentre caminando, nadando, cantando, bailando, aprendiendo nuevas cosas, dando mi tiempo a quien lo necesite, en fin, enamorado de la vida, pues la vida así, se disfruta y es una manera buena de vivirla.

Es más, quizás es hora de que te “podes”, que te quites las ramas secas de las insatisfacciones y frustraciones, que cambies la tierra seca que perdió hace tiempo su substrato por otra nueva y sana, que no temas a los brotes por nacer, ellos serán tu nueva manera de vivir tu propia vida.

¡Anímate a reverdecer!