Las profesiones basadas en el uso del intelecto se vieron escasamente tocadas por las pasadas revoluciones industriales. En efecto la mecánica transformó totalmente las labores de costura y manufactura. La electricidad amplió estas transformaciones a la producción de bienes y extracción de materias primas. La informática permitió la automatización de procesos y cambió los medios para reportar y calcular. La digitalización nos conectó y facilitó agrupar datos para analizarlos y compartirlos mundialmente.
Sin embargo, en las postrimerías de la era 4.0, la inteligencia artificial (en adelante IA) trae consigo retos para todos los profesionales que usan su cerebro para proveer servicios y ganarse la vida. La IA promete facilidad en la generación de análisis, obras literarias, visuales, musicales, cinematográficas, entre otras. Esto implica un impacto a nivel de generación y acceso al conocimiento por parte de las masas. El ámbito jurídico no será la excepción.
Empiezo por decir que lo legal se irá transformando en una artesanía. Se valorizará más en el mercado el trabajo de los que sepan adaptarse. El tiempo, los conocimientos y las capacidades de los juristas adquirirá valor porque mucho trabajo administrativo, mecánico, analítico podrá simplificarse brindando oportunidad de concentrar más tiempo a las habilidades estratégicas. Por tanto, la inteligencia artificial no es una amenaza sino una aliada en la ruta hacia alcanzar nuevos horizontes para la humanidad.
Así como no es lo mismo ni en cuanto a precio ni a resultados adquirir una prenda de vestir de diseñador, hecha a la medida, o degustar productos agrícolas como un café, quesos o bebidas, cosechados o elaborados de manera orgánica; las consultas y los procesos legales dirigidos por mentes jurídicas se valuarán en el mercado elevándose al nivel de artesanos frente a la amplia oferta de análisis y soluciones legales que podrá ofrecer la IA. Al mismo tiempo, IA democratizará el acceso a otras personas que no cuenten con los recursos para consultar a un abogado, haciendo de los servicios de soluciones legales realizadas por humanos una labor más orgánica y sofisticada, posiblemente por esto más costosa.
Los actores del sistema de justicia como fiscales y jueces también tendrán oportunidad de invertir más tiempo a sus estrategias, a profundizar y a generar nuevos precedentes con el apoyo de la IA. Imaginemos el impacto que supondrá para la mora judicial, tener jueces que en lugar de rebuscar durante horas la redacción y argumentación idónea para la decisión que ya tomó, pueda dedicar ese tiempo a la toma de decisiones de otros casos aprovechando los comandos que pueda dar a los sistemas con base en IA. Pero claro, posteriormente es preciso una revisión y validación humanas del resultado final. Esto es definitivamente revolucionario.
Todos en algún momento nos hemos visto retados por los avances industriales. Hoy la industria creativa y la legal también más que nunca. El pasado nos enseña que estas herramientas sirven de acicate para el alcance de objetivos superiores para nuestra especie y comunidad. Temer es normal, pero oponerse a lo inevitable ciertamente no es sensato considerando un pasado donde la innovación y la adaptación al cambio han demostrado ser la clave para llegar más lejos y vivir mejor.