Giro. Habla. Movimiento real y simbólico de lo social. Fuera del Estado y dentro del estado. La problemática de la comunicación privada y pública se conoce en el orden cultural, siendo estructurado como una función mediadora y un dinamismo crítico solicitado por dos razones: ontogenéticas y filogenéticas. La razón masculina y la razón femenina. Esta oposición desentierra en el plano del lenguaje, temáticas advertidas como prioritarias y sin soluciones definitivas.

Si el ámbito conflictivo de ambas razones implica una serie de traducciones y traductores, que en el pensamiento  sociopolítico de occidente participa de una doxa grupal, política, individual o congregacional, se impone entonces una acción dialéctica en el ritmo propio de un sujeto determinado por la estructura-función de núcleos sociales. Es el decir del sujeto femenino o masculino donde se produce también el contexto de la represión humana y como factor decisivo en la dinámica del trabajo público o privado.

El hablar femenino y el hablar masculino representan un mecanismo general, participativo de espacios culturales,  interculturales y transculturales. Pero el decir masculino y el decir femenino desocultan la identidad y la diferencia de ambas razones, allí donde el relato de ambos produce una doxa necesariamente dialógica y participativa.

El contacto a través de un lenguaje corporal y verbal produce en el hombre y la mujer una identidad cuyas marcas se acentúan en el acto mismo de autoconocimiento y permanencia del deseo. Pues, de lo que se trata es de construir un sentido del sujeto, de actualizar la identidad y la diferencia que  provocan la conflictividad, como razón deseante. Se asiste de esta manera a una conjunción dialógica y direfencial de proyectos y utopías donde el mundo femenino y el mundo masculino pretenden fundar el significado a través de un universo de la promesa y la esperanza.

Pero es ahí donde logos y soma (discurso y cuerpo), se convierten en eros y ananké (amor y fatalidad). Pues toda conducta en este caso admite la negatividad del contacto, donde las formas del contrato social se resisten en su diferencia a la unidad de criterios, aún en el caso de la llamada pareja desde la relación histórica.

Empieza entonces un teatro de la razón y de los principios de muerte y de placer que según Freud darán al traste con la aparente armonía de los acuerdos y ahí mismo el lenguaje privado comienza a ganarle terreno al lenguaje público de las relaciones o intersubjetivas.

Poetas, narradores y visionarios argumentan y presentan la cercanía y el deseo como un orden cualitativo de las fuerzas del sentido, mediante un imaginario que en la cultura occidental se manifiesta como inagotable y permanente. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el conjunto de opiniones sobre el particular discursivo confunde el deseo con la sexualidad. Si el sexo asegura una "semántica del deseo" potencializada en la oposición soma-sema, la sexualidad asegura un significado propio de la diferencia de sentido, pensando la cultura como conjunto de prácticas formalmente represivas. El orden parcial de los lenguajes privados, actúa en los límites de una legitimidad conflictiva que permite la puesta a prueba de la razón masculina y la razón femenina.

El soporte metafísico y ontológico de lo masculino y lo femenino, jamás podrá funcionar separado de un orden que siempre está y estará presente en el espacio del saber: el orden de lo político y sus imágenes.

Será este último el fantasma de las dos presencias significantes y tratará éste de acentuar su razón plural o singular, haciendo posible una respuesta que será siempre parcial. Pues la lógica femenina y la lógica masculina se fundamentan como formalidades que a fuerza de buscar la identidad, dislocan el sentido en razón de la diferencia.

La “gramática del deseo” apunta a una utilización de términos ambiguados o desambiguados, que pretenden mantener, aún cuesta arriba, el triunfo del hablante masculino o el triunfo del hablante femenino, esto es, la razón del decir masculino y la razón del decir femenino.

En la perspectiva biopolítica del eros, se establece como un sistema de cuerpos, ausencias y presencias de sentido, que hacen de la cultura un conjunto contradictorio y problemático en el contexto de los hablares públicos y privados. La intimidad del contacto femenino y masculino, integra una vida histórica y política, una historia del lenguaje que evita la armonía porque actualiza el campo residual de las acciones públicas y privadas.

La oposición eros-logos, eros-thanatos, eros-imago, engendra la diferencia de sentido, donde se producen la opacidad y la transparencia del sentido de vida, en sentido de muerte, así como las variaciones de la vida privada y pública.

La inhibición en el plano deseante que se observa en muchos casos como el “demonio” vital destruye la felicidad femenina o masculina. Este fenómeno se establece como una inhibición del lenguaje privado, pues tanto el ente femenino, como el ente masculino reprimen la "sexualidad del lenguaje" queriendo crear una "moralidad" o amoralidad" del lenguaje. La inhibición del eros se produce entonces por la represión  del lenguaje o de la lengua utilizada en el acto o contacto  entre cuerpos y usos verbales.

El denominador amoroso de los sujetos femeninos y masculinos se presenta como formaciones, usos pragmáticos y formas lexemáticas idiolectales con un amplio potencial semántico que se estructura de manera inconsciente; la "tierra" y el imaginario de una acción que postula, aún a pesar de la diferencia de sentido, una estética del eros y la intimación.

Asistimos entonces, a una búsqueda de la razón erótica en los sujetos públicos y privados, entendida la mayoría de las veces, como falsedad o presencia formal de un sentido que se aleja y se dispersa en la superficie del lenguaje. El cuerpo y la palabra se prolongan en el discurso público y privado de la erótica trascendental, afirmando así la eterna tensión entre conducta e interacción.

La fórmula de un inconsciente político, estético, antropológico  y social genera en sus bases de representación un poder político masculino y femenino cuyos guiones sociales y referenciales motivan respuestas privadas y públicas reconocidas por lo mismo en la socialidad deseante, toda vez que los actores políticos se inscriben en un discurso de oposición o afirmación, en cuyo caso la mirada crítica construye su retórica o cierta poética de la esperanza.

En efecto, el lenguaje privado es el receptáculo primario del conflicto social, puesto que se asumen en lenguaje y actitud las acciones del mundo exterior, así como las "miradas de los otros". Este elabora su trama a partir del reconocimiento de las acciones y de la vida misma. No obstante, la relación entre sujetos sociales y el estado de cosas de lo social funciona como una serie de argumentos contractuales y contestatarios con finalidades demostrativas y denominativas en el ámbito del escenario lingüístico y social.

El sujeto del conflicto memoriza el tema del conflicto y lo representa de manera ideal identificándose muchas veces con el protagonista que, en resumidas cuentas, es él mismo. En este caso A se encuentra en conflicto con B, en conflicto con C, en conflicto con D, etc. Es un relato donde la actuación de A tiende siempre a ser más positiva y ventajosa. El sujeto conflictivo gana siempre la partida, puesto que reduce la acción a sus propios intereses. Siendo él víctima o verdugo, cumplidor o infractor la comunicación se adecúa socialmente a sus finalidades de elección y derecho.

La conflictividad en lo social se enuncia como un sistema referencial con temáticas muchas veces elegidas y con particularidades propias de una acción conocida por la generalidad de los sujetos. Además, la condición de esta conflictividad desajusta la acción segmentada en argumentos o determinaciones que advierten la comprensión de todo el tramado-forma de la sociedad.

Finalmente, el lenguaje actúa como portador de formas que oprimen o liberan mediante los usos libres, estratégicos y posicionales. Pero es en el campo de lo político-social donde se construye su mundo, o sus mundos sociales, pues se trata de actores que se mueven desde sus estados de mundos sociales y políticos construidos por lenguajes masculinos y femeninos utilizando sus lógicas de intervención posicional y crítica en el ámbito del conflicto y en campos sociodinámicos de interpretación y construcción de lo real.