Estamos en la época preparatoria de elecciones, por tanto, es de lugar, ponderar en la competencia de la “responsabilidad personal” de personas que buscan ser dirigentes y candidatos, y tomar en consideración sus condiciones y aptitudes individualmente; así también, las cualidades de quienes le acompañan en cercana intimidad y colaboración. Esto es así, porque “una golondrina sola no hace verano”. Este refrán alusivo en las estaciones del año es aplicable a muchas áreas de las actividades de los seres humanos, y especialmente a los que emprenden ideas, planes y acciones políticas, asociaciones cívicas sociales, comunidades religiosas, o proyectos que envuelve agrupaciones de seguidores.
Quien se lanza en política partidaria con la presunción de llegar a alto nivel, debe tener en cuenta su responsabilidad personal, su real capacidad, su convicción y promesa de lograr el cumplimiento de su visión social; y, sobre todo, ser íntegro, honesto, y con la intención de “servir en lugar de ser servido”. Debe poseer la habilidad de pensar, planificar y manejar asuntos de envergadura. Es necesario creer en sí mismo, tener sentimientos altruistas, compasión humana y pasión patriótica; en fin, estar dotado de las virtudes y fuerza dinámica de trabajar para alcanzar su anhelada meta. Ha de asumir apoyo y seguimiento idóneo de los que le acompañan para alzar el vuelo; pues, solo, jamás podrá elevar a la altura en bandada como las aves, y que estos partidarios acompañantes les den continuo seguimiento y soporte vital.
De la misma manera, pasa con la persona que está en la búsqueda de estructurar una organización para fines sociales, o el que es motivado a establecer una comunidad religiosa, debe pensar, asegurarse bien y tener el aval de acompañamiento de sostén y colaboración, para comenzar y hacer crecer el número, el aporte material y el soporte emocional. El que tiene vocación de ser un dirigente espiritual o comunitario, debe contar con ideas claras y convincentes del llamado a que responde. Es menester que su forma de vida y comportamiento sean conforme a las normas y mandatos que propugna. El que se dispone a formar un movimiento o programa de índole social, conviene estar consciente que no es posible hacerlo en la soledad. Es de rigor asociarse con otros para llevar a cabo su idea, para lograr el cumplimiento de su plan.
Hay muchos casos en la mitología, las Sagradas Escrituras y la historia de la civilización del mundo occidental, que dan pautas del modelo que un dirigente debe poseer. En el correr del tiempo y las anécdotas, tenemos en la Santa Biblia a Abram y su sobrino Lot; a Moisés y a Aaron; a Ruth y Noemí; a Elías y Eliseo; a David y Jonathan. En los evangelios hay numerosos casos que pueden servir de verdaderos ejemplos a analizar y evaluar de las cualidades de la responsabilidad personal de individuos con ambición de liderazgo. En primer lugar, tenemos a Jesús de Nazaret, quien comenzó su ministerio llamando inicialmente a Andrés, Pedro y Juan y luego a los doce apóstoles, a incorporarse en su extraordinaria misión profética y reconciliadora de Dios y la humanidad. Ya con el tiempo, Pedro y Juan proclaman y lanzan el fundamento del movimiento que acepta y sigue a Jesucristo como Redentor y Salvador a los que creen en nombre del Resucitado Señor. Pablo se une con Timoteo y otros para difundir el Evangelio del “Nuevo Camino”.
En la historia secular tenemos cuantiosas pruebas de hombres y mujeres que sirven de prototipos de líderes de responsabilidad personal y con compañeros idóneos para lanzar, implementar y seguir sus planes y proyectos.
Vale la pena mencionar a los filósofos griegos Sócrates y Platón; y en el pensamiento más depurados el cristianismo de la Edad Media, a Agustín de Hipona y Mónica, su madre; en la Reforma Protestante, están Martin Lutero y Juan Calvino. Luego se puede mencionar al dinámico evangelista Juan Wesley y su hermano Carlos. En las ciencias contamos con Marie Curie y su esposo Pierre. En la historia dominicana tenemos a Juan Pablo con Sánchez y Mella en el núcleo la Trinitaria.