¿Cuál medida es más efectiva?. ¿Respetar las luz roja?. ¿Intervenir intersecciones de las vías o imponer obligatoriamente el uso de los cascos homologados a motociclistas?.
¿Cual es la acción de mayor impacto para prevenir las muertes accidentes de tránsito?. No se trata de “prevenir accidentes”, sino de “controlar defunciones”. Por eso se utiliza la tasa de mortalidad por accidentes cada 100 mil habitantes, como indicador sensible.
Varias campañas desplegadas en medios de comunicación de la República Dominicana del pasado, identificaron el respeto de la luz roja de los semáforos como unas de las medidas de prevención de accidentes. Sin embargo, al examinar las investigaciones sobre accidentes de tránsito, no se puede encontrar cuántas muertes por siniestros de tránsito se generan por violarse una luz roja.
Se invirtieron decenas millones de pesos en el pasado, para que artistas dominicanos de fama internacional, deportistas conocidos, funcionarios públicos de alto nivel y líderes políticos salieran a los medios, rogando que la gente respete el semáforo y no viole la luz roja.
Actualmente, una mejor campaña pero incompleta, impulsa el INTRANT, sobre la seguridad de las intersecciones de vías. En Santiago las buenas acciones se realizan en 50 distintas calles y avenidas, que son parte de los 600 puntos críticos, de las cuales en una primera fase se intervendrán 300 puntos. Acciones que son el resultado de levantamientos técnicos realizados.
Consideramos que ni respetar los semáforos, ni controlar las intersecciones son medidas prioritarias. Muy en especial porque las grandes mortandades de tránsito no se producen adentro de las ciudades donde están los semáforos y las intersecciones urbanas, si no en las vías interurbanas desde Santiago a Santiago, Dajabón y Montecristi. También en la autovía del Este.
Desde hace un tiempo el mundo liderado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), impulsa la campaña Salve VIDAS de seis componentes y 22 intervenciones.
Todas las medidas contra las muertes de transito debieran estar interrelacionadas y debieran contribuir a hacer más seguras las vías de tránsito en todo el mundo. Sobre los accidentes debe investigarse y ofrecerse toda información sobre la naturaleza del problema, gestar las soluciones fundamentadas que pueden implementarse y generadoras de beneficios de ejecutar las principales medidas de cada componente
República Dominicana no entiende la importancia de los cascos homologados para prevenir fallecimientos por accidentes de tránsito en motociclistas. Hasta ahora, ministros de salud y obras públicas, directores del INTRANT y DIGESETT, no hicieron lo que pudieron para concretar esta recomendación.
Siete de cada 10 fallecidos son hombres motociclistas menores de 25 años. Banco Mundial registra tasas de 65 fallecidos cada 100 mil habitantes para República Dominicana. Este valor arroja unas 6,848 muertes. El mundo presenta tasas bajas de alrededor de 17 por 100 mil. Sobre si son 6 mil fallecidos como dice Banco Mundial o tres mil como subraya INTRANT, no debatiremos.
Un dominicano que pueda ser salvado de la muerte por utilizar un casco homologado, es suficiente. Todas las cifras de accidentes mortales en el tránsito son de luto familiar, vergüenza internacional, señal nociva para el turismo y perdidas de millones de pesos en atenciones de salud que pudieron darse a otra prioridad.
Los cascos homologados protegen cráneo, cerebro y muy en especial la médula oblongada y bulbo raquídeo. Áreas del sistema nervioso central que contienen ejes neurológicos de control de signos vitales, en especial la respiración. Si se asumen 6,848 fallecidos anuales puede afirmarse que 4,794 son motoristas que sufren politraumatismo craneoencefálico, fallecen por paro cardio-respiratorio.
Un casco homologado no es un gorro de polietileno. Tampoco un protector de los utilizados para jugar beisbol; menos un gorro nazi de color negro. Este casco tiene la capacidad de proteger la cabeza de un impacto generador de 300 a 2,400 gramos de fuerza contra el cerebro.
Sabemos que los 3,603 agentes de la policía de tránsito de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre son insuficientes para vigilar 5.5 millones de vehículos. Menos para someter a la obediencia 3.6 millones de motocicletas.
De ahí que el Plan Estratégico Nacional de Salud 2030, considere operativos mixtos, ferias de seguridad vial y una alianza con empresas corredoras de seguro. Entre todos los sectores, se destaca la Fundación MAPFRE, y su directora Pierina Pumarol, quien subraya que las motocicletas son un “verdadero peligro’’. Representan 70% de los que fallecen.
Las empresas de seguro tienen mucho que aportar, tanto con donaciones de cascos, como en la base de datos sobre accidentes. La prevención debiera orientarse con una alianza estratégica para proteger vidas; operativos viales mixtos con participación social y ferias de seguridad vial que hagan firmar una carta ciudadana a cada motorista y done miles de cascos homologados, muy en especial si se realizan en las Rutas de la Salud que impulsa exitosamente salud pública.
Finalmente, luego del accidente está la supervivencia. La atención traumatológica depende enormemente del tiempo: un retraso de unos minutos puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. La tasa de letalidad de los traumatismos graves es mucho más alta en países que no están preparados o sea que no cuentan con sistemas de atención de emergencia efectivos. Hay poca literatura sobre qué componentes de la atención de emergencia influyen más en estas diferencias de resultado, pero estudios realizados a partir de modelos indican que más de 33% de las muertes causadas por traumatismos podrían evitarse si se aprovecha la eficiencia del sistema 911 y los casos de manejaran con calidad en la primera hora.
La oferta oportuna de la atención de emergencia salva vidas y reduce las discapacidades, pero hay una gran disparidad de acceso a la atención de emergencia. Se podrían evitar cada año 1,500 defunciones causadas por el tránsito si se atiende como se debe cada caso.