Una idea bastante generalizada es asociar los prejuicios con la ignorancia y la carencia de fundamentos. Pero como señaló el filósofo Hans Gadamer, en Verdad y método, todos comprendemos a partir de pre-juicios. En este sentido, la noción no tiene un carácter negativo, pues nos referimos a un conjunto de presuposiciones desde los cuales comprendemos a los demás y al mundo.

Otro aspecto es el de los prejuicios identitarios negativos, es decir, el hecho de que tengamos presuposiciones negativas con respecto a una persona por el hecho de pertenecer a un grupo social específico, o el de compartir estereotipos prejuiciosos identitarios negativos -la vinculación de un determinado grupo social con una característica que generalizamos sin aceptar las evidencias contrarias a esas generalizaciones- como cuando se piensa que los negros son poco inteligentes o las mujeres no capacitadas para el pensamiento racional.

Si poseemos prejuicios identitarios negativos o esterotipos prejuiciosos identitarios negativos, podemos desconfiar de la palabra de una persona que pertenece al grupo social sobre el que tenemos esos prejuicios. Se trata de lo que la filósofa Miranda Fricker denominó, en su libro Injusticia epistémica, la injusticia testimonial, un intercambio donde la credibilidad de la persona hablante queda degradada por los prejuicios identitarios negativos de la persona oyente.

En el caso de los estereotipos, Fricker asume la postura de Walter Lippman donde los estereotipos son caracterizados como imágenes que operan a un nivel más instintivo que cerebral, lo que permite que el individuo pueda asumirlos de modo inconsciente. Si esto es posible, entonces podemos perpetuar injusticias testimoniales y discriminaciones negativas contra las personas en función de determinados estereotipos a pesar de tener creencias opuestas a los mismos.

Es el motivo por lo que podemos incurrir en prácticas machistas aún siendo feministas, o realizar acciones racistas a pesar de que defendamos creencias antirracistas.

En síntesis, a pesar de experimentar un proceso de formación que ha implicado el cuestionamiento de estereotipos arraigados en la cultura, podemos conservar residuos prejuiciosos, remanentes de conceptos, representaciones o imágenes propios de nuestro proceso de socialización y de la que, de modo consciente, no nos sentimos partícipes.

Al comprender el problema de los residuos prejuiciosos podemos posicionarnos en una perspectiva más razonable para entender por qué una sociedad como la nuestra, aún careciendo de leyes de segregación racial y de discriminación de género, con una inmensa parte de su ciudadanía opuesta al racismo o a la discriminación negativa contra las mujeres, sigue siendo racista y machista. Lo que convierte en injusta a una sociedad no son solo sus leyes y discursos explícitos, sino también sus prejuicios y prácticas tácitas.