Al presidente de Francia, Enmanuel Macron, encaja, más que a cualquier otro gobernante europeo, en la frase lapidaria del ensayista y filósofo argentino José Ingenieros: “Si te arrastras como un gusano, no te quejes si te pisan”.
Lo apocado del mandatario galo no solo se expresa en la sumisión incondicional a los designios del “norte revuelto y brutal”, en relación con la política de sanciones implementada por EEUU contra Rusia, Irán y otros países. Se expresa con fuerza en la falta de gallardía con que dobla la cerviz ante la humillación y despojo reiterados con que Washington afecta los intereses del país que preside.
¡Bien merecido el tratamiento residual que le dispensa la Casa Blanca!
Las deslealtades y zancadillas de Washington hacia la Francia de Macron son de bulto, particularmente en el ámbito de la rentable industria bélica, donde la producción francesa -traicionada-, se está quedando con la boca hecha agua.
Y es que, ante la angurria del complejo militar estadounidense, las expectativas francesas en el negocio de las armas valen lo que un abalorio.
Esta vez, las deslealtades y zancadillas están relacionadas con el denominado Escudo Antimisiles europeo (Sky Shield), apuesta armamentística que involucra una verdadera montaña de euros y dólares, que son y serán esquilmados al contribuyente.
El escudo, ya en algunos países, es un sistema de defensa misilística iniciado en EEUU como ABM (Anti-Ballistic Missiles, ABM), durante la administración de George W. Bush (2001-2009), y que comprende interceptores Patriot, AEGIS….
El presidente Macron, soñando con que en Europa el mencionado escudo debía ser aportado por la industria bélica europea, con tajada para Francia, es sorprendido por la noticia de que la Alemania de su aliado Olaf Scholz ha brincado la tablita y emprendido otro camino. Se ha decantado por un Escudo Antimisiles fabricado por la industria de guerra estadounidense, y de su dependencia israelí.
Desde el Elíseo, en estado de shock, Macron hace el ganso al deshacerse en suspiros, lágrimas y “bembitos”. Nada para tomar en serio. Los suspiros son aire y van al aire, y las lágrimas son agua y van al agua (Bécquer).
La industria de guerra francesa carga con la chacota. Se le escapan miles de millones de euros, que van a parar a manos del complejo industrial y militar USA, como debe ser….
No es la primera vez que la Francia de Macron queda como perico en la estaca; con la cara larga.
Apenas en septiembre del 2021, EEUU patrocinó la creación de la alianza AUKUS (Australia-United Kingdom-United States), un partenariado militar encaminado a contrarrestar la influencia china en el Indo-Pacífico, y a sulfurar la atmósfera regional.
La tal alianza incluyó el suministro a Australia, por parte de Estados Unidos, de cinco submarinos de propulsión nuclear, con lo cual suplantó el contrato multimillonario que Francia y Australia habían firmado años antes (2016), y que incluía la venta de 12 submarinos franceses convencionales, clase Attack.
Macron, bravito, ensayó formas de atraer la atención del socio mayor, y al efecto soltó un chorro de nonadas: llamó a consulta a sus embajadores en Estados Unidos y Australia; habló de “puñalada en la espalda” y de “comportamiento inaceptable entre aliados”, etc..
Sorprende que el presidente de Francia no supiera que, por encima de todo, EEUU tiene intereses.
Ante la pataleta de Macron, el gobierno estadounidense, con la sartén por el mango, puso en vuelo a su secretario de Estado, Antony Blinken, quien rápidamente llegó a París a mecer la cuna al gritón.
Más adelante, Macron tendría la “compensación privilegiada” de ser invitado a la Casa Blanca a hablar con el presidente Biden.
Ahora, con la disrupción del Escudo Antimisiles en Alemania, Macron, siempre agarrado por el “pichirrí”, vuelve a hallarse ante la necesidad de lanzar patadas de niño malcriado, a la espera de que Blinken lo visite, y Biden lo invite a la Casa Blanca.
!Qué destino, Margó!