En la República Dominicana el ascenso de la ultraderecha está sacudiendo los cimientos mismos de la democracia, de la misma forma que lo está haciendo en los Estados Unidos y Europa. Un elemento, que ha facilitado ese ascenso, ha sido el de la oposición irracional a la inmigración e inmigrantes.

La vitalidad de la democracia en todo el mundo, que fue resultado de las luchas activistas en la década del 1960, produjo un aumento sustancial de la actividad de la participación de las mayorías a nivel de la gobernabilidad y una disminución sustancial del autoritarismo gubernamental. El contraataque posterior a ese fenómeno de los 60 fue brutal; se inició a finales de la década de los 70 e inicio de los 80, con Ronald Reagan como presidente de los Estados Unidos.

En ese periodo se emprendió un proceso de derechización sin precedentes, con una reingeniería del sistema económico, liderado por el neoliberalismo y sus intelectuales más notorios como Milton Friedman, Alan Greenspan y otros, que introdujeron la financializacion de las estructuras sociales (seguridad social, planes de retiro, préstamos estudiantiles, etc.). Ese fue el proceso que motorizó a la ultraderecha a nivel mundial y que en la Republica Dominicana estuvo sintetizada en Joaquín Balaguer y todos esos políticos herederos suyos que hoy mantienen el discurso de ultraderecha.

Fue desde ese periodo, que esos mismos sectores crearon la infraestructura del tráfico de mano de obra haitiana que hoy se mantiene. El tráfico ilegal y la migración ilegal de haitianos son los hijos bastardos de la ultraderecha durante el balaguerismo que hoy se proclama patriota, nacionalista y antiinmigrante. Fueron ellos los que crearon toda la infraestructura corrupta de tráfico ilegal, con la mano del poder militar de los gobiernos de Balaguer y en complicidad con los Estados Unidos.

La narrativa antiinmigración es uno de los caballos de batalla de la ultraderecha, pero es una narrativa hipócrita.

Esa narrativa es hipócrita, por tres razones fundamentales:

En primer lugar, porque sirve solo para cautivar seguidores enfrentando el sentido común progresista, creando marcos mediáticos que perpetúan la violación de los derechos.

En segundo lugar, porque han sido los sectores de la ultraderecha los que históricamente han establecido las estructuras corruptas que facilitan el tráfico de inmigrantes haitianos hacia la República Dominicana.

La crisis de Haití plantea también para la República Dominicana, la necesidad de mantenerse siendo solidaria -como lo ha sido- con el pueblo, pero al mismo tiempo desechar el proceso de deshumanización.

En toda la historia del país, la Dirección General de Migración nunca ha sido dirigida por un funcionario de izquierda o progresista, pero si ha sido dirigida por personas afines a la extrema derecha y a los radicales nacionalistas.

¿Dónde se fue el patriotismo cuando estuvieron al frente de esa importante institución estatal?

De igual forma, en la historia democrática de la República Dominicana, ningún izquierdista, socialista o progresista ha ocupado —nunca— la relevante posición de Ministro de Interior o Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, pero sí ha sido ocupada por nacionalistas autodenominados "patriotas".

¿Cómo se explica que se acuse a las Fuerzas Armadas de estar relacionada con el entramado de corrupción que hace posible el tráfico ilegal de haitianos, si esas instancias han sido dirigidas por nacionalistas patrióticos, de integridad incuestionable?

Y en tercer lugar, porque la ultraderecha se ha encargado de desviar el foco de atención del problema real de Haití, lejos de los verdaderos responsables de las desgracias que sufre el pueblo haitiano (Estados Unidos y Francia).

La narrativa antiinmigrante se fundamenta en una retórica de deshumanización. De esa forma los migrantes no son percibidos como seres humanos nacidos en otros países (especialmente Haití), sino como enemigos y criminales, con la misión de ocupar nuestro territorio.

Mediante el proceso de deshumanización se desliga cualquier sentido de dignidad, solidaridad o empatía, y es por medio de esa retórica que se nubla la percepción pública y sentimiento nacional.

Históricamente, mediante el proceso de deshumanización de los inmigrantes se ejecutan políticas que despojan de derechos a grupos específicos de seres humanos para excluirlos de la comunidad humana en general. La Alemania de Hitler apostó su propia existencia en el proceso de deshumanización de los judíos para llevarlos a un nivel casi de exterminio (David Livingstone Smith 2011).

Cuando los sectores sociales tienen ideas diferentes sobre aspectos de creencias o sociales, enfatizan las diferencias y desarrollan posturas radicalmente incompatibles. Esto puede conducir a conflictos. Diferentes sectores sociales de la misma cultura tienen realidades relativamente similares, pero a veces conflictivas. Es así, como los valores se convierten en parte del "sentido común". Sin embargo, cuando dos sectores que no comparten normas habituales sobre el comportamiento, a menudo chocan y entran en conflicto (Paul R. Kimmel 2000).

La resolución social de valores en conflicto va a depender del nivel de desarrollo humano de cada sociedad. A mayor desarrollo humano mayor tolerancia en la resolución de conflictos y a menor desarrollo humano menor capacidad de resolución.

En la problemática migratoria dominicana encontramos dos valores morales que vistos por separado son ambos válidos, pero que entran en conflicto cuando interactúan socialmente.

Un valor es el de la libertad de los países y los pueblos, que está sustentado en la legitimidad de todo país, nación o poder estatal, a la autodeterminación, a proteger sus fronteras y sus características culturales dentro de su territorio, legitimando la opinión convencional de que los estados tienen derecho a controlar la inmigración. Este principio moral es válido y debe defenderse.

El otro valor es el de la solidaridad, la empatía innata en los seres humanos, que nos mueve a ayudar a quienes están en situaciones de desgracia, opresión o violencia. Este valor es tan importante que, hasta en el esquema de valores del cristianismo es caracterizado por el concepto de "el buen samaritano".

La solidaridad es indispensable, sobre todo, cuando ante las diferencias de poder, entre los perpetradores de injusticias y las víctimas, moralmente hablando, otros necesitan involucrarse (Jean Harvey 2007).

El discurso de ultraderecha se va al extremo de olvidar el segundo principio moral y a sobreponer el primero sobre el segundo.

Los nacionalistas culturales ven que la inmigración representa un desafío a la identidad nacional que valoran. Algunos nacionalistas definen a la nación no solo en términos de valores compartidos, sino también en términos raciales, étnicos y religiosos (Huntington 2005).

Pero a la hora de defender el principio moral de la autodeterminación de los pueblos, la ultraderecha se torna ciega cuando esa autodeterminación es violentada por potencias como los Estados Unidos o Francia, o por el Capital internacional.

Para Walzer (1983), el agente de la autodeterminación colectiva, el «nosotros» que controla la admisión en el territorio y en la membresía política, es una comunidad culturalmente distintiva.

El autor también sugiere una restricción más sobre el derecho de los estados a controlar la migración: están obligados por el principio de ayuda mutua. Se debe proporcionar asistencia positiva a los extranjeros fuera del territorio si es «urgentemente necesaria» y los riesgos o costos de proporcionarla son relativamente bajos (Walzer 1983). Sin lugar a dudas la República Dominicana ha sido el país más solidario con Haití.

Al capital corporativo internacional que depreda los recursos naturales de todos los pueblos no se le exigen regulaciones migratorias, bajo la excusa de que vienen a posibilitar nuestro desarrollo. El capital no tiene patria y tampoco tiene nación.

Más aún, a la hora de evaluar quienes son los sectores que se benefician de la migración haitiana, vemos claramente que es el capital empresarial local, el mismo que exalta y valora los sectores de ultraderecha.

Es por esto que su patriotismo es una hipocresía mediática para beneficios de los principales promotores de la migración ilegal que contrata mano de obra barata.

Pero la hipocresía tiene un matiz más perverso. Esos mismos sectores de ultraderecha, que dicen estar dispuestos a «defender la Patria», están saturados de «antipatriotas» herederos del golpe de Estado a Juan Bosch que propició la intervención de los Estados Unidos en 1965.

Son los mismos que, por un lado, atacan a la izquierda, pero por otro mantienen vínculos con políticos del Partido Republicano de los Estados Unidos, a los que nunca les ha interesado resolver la eterna crisis de Haití. Se sientan en la misma mesa de esos sectores y reciben apoyo de todo tipo.

Trump abogó por un muro en la frontera de Estados Unidos con México al afirmar que los migrantes están entrando en los Estados Unidos e infestándolo. En un tuit del 19 de junio de 2018, Donald Trump durante su campaña presidencial, comparó a los refugiados sirios con serpientes (Kylie Atwood 2016). Sin embargo, los sectores de ultraderecha más rabiosos en la República Dominicana, fueron igualmente rabiosos defensores de Trump durante sus cuatro años de gobierno en la nación más poderosa del planeta y se reunieron con Trump en múltiples oportunidades, con Marco Rubio y Ted Cruz, pero nunca tuvieron la gallardía de proponerle a Trump, en ninguna de esas oportunidades, que asumiera la responsabilidad histórica de rehabilitar a Haití en Haití y no en la República Dominicana, de una vez y para siempre. ¿Es esto o no es un falso patriotismo?

Si usted es amigo cercano del presidente de la nación más poderosa del mundo, con capacidad de resolver la eterna crisis de Haití en Haití, a la hora de poder pedirle vehementemente a ese presidente, como amigos cercanos que son, que resuelva los problemas de Haití en Haití, porque ese problema repercute en la República Dominicana, ¿cómo se explica que usted «se moje en los pantalones» y no diga «esta boca es mía»?

Los progresistas dominicanos sí tienen una posición patriótica frente al problema haitiano y esa posición recomienda, que para resolver el problema migratorio de haitianos hacia la República Dominicana es necesario desmantelar las estructuras corruptas creadas tras bastidores por la ultraderecha y los nacionalistas. Esto para beneficiar a sectores empresariales importantes con mano de obra barata.

La posición progresista recomienda que los responsables de la desgracia de Haití son los Estados Unidos y Francia, y que son ellos (amigos de la ultraderecha dominicana) los que deben reparar el daño que por años le han causado al pueblo haitiano, pero en territorio haitiano, sin intervenir en la República Dominicana.

El sector progresista dominicano recomienda que para resolver el problema migratorio hay que aplicar la ley que regula ese sector. El mismo sector y las leyes que constantemente violan sectores que se sientan en la misma mesa de líderes nacionalistas y que han ocupado incluso cargos públicos en puestos relevantes al problema migratorio; que nunca hicieron nada al respecto, porque están comprometidos con los mismos grupos que trafican haitianos y que promueven la migración ilegal.

La crisis de Haití plantea también para la República Dominicana, la necesidad de mantenerse siendo solidaria -como lo ha sido- con el pueblo, pero al mismo tiempo desechar el proceso de deshumanización.

La ultraderecha opera en el ámbito de farsas mediáticas. Por un lado, enarbola la bandera del patriotismo, pero por el otro está mancomunada con los sectores más antipatrióticos del país, aquellos a los que no les importa vender el suelo dominicano para ganar más.

(El autor es economista, especialista en tecnología, educación y desarrollo e Investigador Asociado del Profesor Noam Chomsky, MIT).