El futuro de la dominicanldad civilizada no está solo en manos de los políticos, sino en el entendimiento de que la supervivencia de nuestra nación trasciende las batallas electorales. Cuando priorizamos la supervivencia nacional sobre la victoria política, solo entonces podemos ser verdaderamente un pueblo civilizado y unido.

Nuestro progreso colectivo como sociedad depende de centrarnos en el bien mayor: resolver como nación los problemas más graves que nos destruyen estructuralmente.

En la República Dominicana, como en cualquier otra nación, los desafíos que enfrenta la población son de naturaleza multifacética y de gran complejidad. Entre los problemas más apremiantes en la agenda nacional, se pueden identificar cinco áreas primordiales que resultan fundamentales para la supervivencia y prosperidad de la nación: educación, cambio climático, salud, desigualdad y participación democrática.

Estos temas, que en sí mismos encarnan la base para un desarrollo equitativo y sostenible, requieren un enfoque estructural y holístico que implique cambios profundos en la cultura política y el sentido común de la sociedad dominicana. Más aún, para abordar estos desafíos es necesario un compromiso nacional, que involucre a todas las fuerzas políticas en un esfuerzo colectivo y coordinado.

En el presente artículo, reflexionamos sobre la urgencia de este compromiso, particularmente en el contexto de las elecciones del 2024, y le proponemos al PRM, FP, PLD, PRD, Opción Democrática, las organizaciones populares, sindicales, gremiales, empresariales y todas las organizaciones activistas nacionales, la necesidad de definir un plan de cuatro años en el que estos cinco problemas se aborden de manera prioritaria, independientemente del resultado electoral.

La solución de estos problemas exige la construcción de pactos sociales que permitan cerrar brechas y enfrentar deudas históricas con las mayorías, una ruptura en las formas habituales de hacer gobierno y la adopción de una visión integrada del desarrollo que tome en cuenta políticas macroeconómicas, industriales, sociales y ambientales.

La educación como pilar del desarrollo

El futuro de cualquier nación depende en gran medida del conocimiento y la capacidad de sus ciudadanos, factores que se forjan en nuestro sistema educativo. La educación en la República Dominicana enfrenta desafíos estructurales significativos, tanto en términos de calidad como de acceso.

En lo que respecta a la educación, queda pendiente asegurar la calidad en la formación de ciudadanos capaces de enfrentar los retos del siglo XXI y elevación del nivel educativo a escala nacional, garantizando la equidad y el acceso a todos los niveles de educación. Solo así podrá el país aprovechar su potencial humano y construir una economía competitiva y sostenible.

Según el Informe Global de Monitoreo de la Educación de la UNESCO (2019), la República Dominicana ocupa el lugar 72 de 157 países en desarrollo en términos de índice de desarrollo educativo, lo que indica un margen de mejora significativo. El Banco Mundial (2020) informa que solo el 57.4% de los niños y niñas dominicanos completan la educación secundaria.

Cambio climático: un reto global, un reto nacional

En cuanto al cambio climático, es indispensable reconocer que la vulnerabilidad del país ante fenómenos naturales extremos y la inevitabilidad de los efectos del calentamiento global suponen una grave amenaza para la seguridad, la economía y el medio ambiente de la República Dominicana. La implementación de políticas públicas que apunten a la mitigación y adaptación al cambio climático es una prioridad que no puede ser postergada.

La República Dominicana se encuentra en el puesto 11 en la lista de países más vulnerables a eventos climáticos extremos, según el Índice de Riesgo Climático Global de 2021. Durante el período 2000-2019, se informaron pérdidas económicas directas por desastres relacionados con el clima por un valor de 3.8 mil millones de dólares, según el Informe Global sobre Cambio Climático (2020) del PNUD.

Salud: la garantía de una vida digna

Un sistema de salud robusto, accesible y equitativo es fundamental para el bienestar individual y colectivo de los dominicanos. En el ámbito de la salud, la crisis desencadenada por la pandemia del COVID-19 ha dejado en evidencia la precariedad de los sistemas de atención sanitaria a nivel nacional y la necesidad de mejorar la infraestructura y servicios médicos de calidad accesibles a toda la población. En este sentido, es fundamental impulsar una reforma del sector salud que asegure la cobertura universal y eficiente en todo el país.

La Organización Mundial de la Salud (2020) revela que la República Dominicana tiene una tasa de mortalidad por enfermedades no transmisibles del 76%. En comparación con otros países de América Latina, los dominicanos tienen una tasa de mortalidad más alta por enfermedades cardiovasculares y diabetes.

Desigualdad: la lucha por un futuro equitativo

La desigualdad económica y social es otro de los temas que requieren atención urgente, pues la concentración de la riqueza, la falta de empleo y oportunidades, y la persistencia de la injusticia y segregación social generan un ambiente propicio para tensiones y conflictos, además de obstaculizar el pleno desarrollo de la nación. Se debe reforzar el sistema de protección social y promover políticas redistributivas que prioricen la inversión en el bienestar del pueblo dominicano.

El coeficiente de Gini de la República Dominicana fue 0.43 en 2020, según el Banco Mundial, lo que indica una desigualdad significativa en la distribución del ingreso. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la República Dominicana en 2020 fue de 0.756, ubicándose en el puesto 89 de 189 países, lo que demuestra que hay margen para mejorar el bienestar y la calidad de vida de la población.

Participación democrática: la base de un Estado sólido

Por último, fortalecer la participación democrática y la estabilidad del sistema político implica avanzar en la transparencia, la rendición de cuentas, la lucha contra la corrupción y el fomento de mecanismos de participación ciudadana. La democracia debe ser entendida no solo como un sistema de gobierno, sino como una forma de vida que impregne todas las esferas de la sociedad dominicana.

De acuerdo con el informe Latinobarómetro 2020, la República Dominicana se ubica en el penúltimo lugar en tasa de satisfacción con la democracia en América Latina (35%). El informe indica que solo el 49% de la población confía en el sistema electoral y el 65% cree que la corrupción es un problema grave en el país.

Plan 2024: un compromiso de nación

Dentro de este contexto, es fundamental avanzar hacia la adopción de una visión integrada del desarrollo y la construcción de pactos sociales para enfrentar estas problemáticas. Con un enfoque de Estado y una perspectiva de largo plazo, se podrá impulsar un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible en la República Dominicana.

La tarea que tienen por delante las fuerzas políticas de la República Dominicana, a pocos años de las elecciones del 2024, es ineludible: abordar de manera prioritaria estos cinco problemas fundamentales y diseñar un plan de cuatro años en el que se comprometan a atenderlos de manera sostenida y concertada. Una tarea que no solo exige pasar de un enfoque de gobierno a un enfoque de Estado, sino que también requiere comenzar a construir el futuro con un pensamiento de largo plazo que trascienda los intereses partidistas y coyunturales.

Para asegurar el éxito de este proyecto nacional, será necesario generar consensos amplios y sólidos que garanticen tanto la continuidad como la adaptabilidad de las políticas públicas adoptadas en cada una de estas áreas. Más aún, será imprescindible fomentar la movilización social consciente y activa, que permita a la ciudadanía acompañar y mantener vigilancia sobre la ejecución de las políticas para el desarrollo, así como exigir la implicación de todos los sectores en aras de una República Dominicana más justa y equitativa.

El momento es ahora. La República Dominicana, con el activismo y compromiso de sus ciudadanos y líderes políticos, debe iniciar el proceso de un cambio estructural que permita enfrentar de manera efectiva y articulada los desafíos planteados en este artículo. La oportunidad de construir una nación más próspera, inclusiva y sostenible está al alcance de la mano.

Nunca debemos olvidar que nuestra lealtad no pertenece a un candidato o partido, sino a la supervivencia civilizada de nuestra nación.