Soy un pacifista, enemigo acérrimo de las guerras, nunca he entendido esos desenlaces mortales, a pesar de que desde el inicio de la humanidad los hombres se han enfrentado por los más diversos motivos,  no he creído que estos sean suficientes para provocar que se maten y hagan daño unos a otros;  pero la ambición desmedida, los egos sobredimensionados y el " Síndrome de Hubris” , un mal que afecta a las personas que acumulan mucho poder, las cuales se llegan a creer ser infalibles cayendo en la desmesura, un trastorno que los lleva a tomar decisiones como la que ordenó Putin al invadir y comenzar a destruir a Ucrania.

Esta guerra que tan valientemente libran los ucranianos en contra de sus invasores, es alimentada por algunas potencias las cuales envían armas a Ucrania, para ver desde lejos como ese pueblo muere y su país se destruye y de paso incrementar la ambición sin límites del complejo industrial militar que continúa engrosando sus bolsillos con cada conflicto bélico.

Las consecuencias de este enfrentamiento están estremeciendo al mundo, provocando una escalada alcista de los precios que no se sufría desde hace mucho tiempo. La inflación provocada por el incremento de las cotizaciones de los combustibles, los alimentos y muchas materias primas esenciales, tienen en jaque a más de un gobierno, que no saben qué hacer para lograr que el costo de la vida sea soportable.

Hasta el momento no se ha podido lograr un alto al fuego, la diplomacia ha fracasado y el papel de las organizaciones que tienen como misión evitar las guerras y mantener la paz en el mundo está en entredicho, creyendo muchos que su existencia no tiene razón de ser, pues el gobernante Ruso continúa haciendo lo que le da la gana sin escuchar a nadie.

Tengo esperanzas de que la paz se logre en el corto plazo, aunque soy de opinión de que ésta tendrá un alto costo para Ucrania, para el mundo y sobre todo para Rusia y Vladimir Putin.

En el ámbito local, vemos que el gobierno lucha denodadamente por mantener los niveles de precio de la canasta familiar dentro de parámetros asequibles, subsidiando una serie de productos básicos para lograr hacer soportables los precios.  Este es un esfuerzo costoso y no creemos que pueda mantenerse indefinidamente. Las estimaciones sobre la evolución de la inflación en la República Dominicana, la sitúan alrededor del 12% para fin de año, muy lejos del rango meta procurado por el Banco Central.

Mientras el conflicto existente continúe, el dislocamiento de los precios persistirá y es muy poco lo que pueden hacer las autoridades para controlar este fenómeno. También se habla de una posible escasez de productos como el trigo, el maíz y los fertilizantes, que son indispensables para la fabricación de alimentos para animales y la agricultura. Por el lado positivo para el país, los precios del oro y el ferroníquel han tenido aumentos importantes que incrementarán los ingresos públicos.

La época de las grandes guerras y las agresiones injustificadas que creíamos superadas han vuelto a aparecer en el escenario internacional, para preocupación de todas las personas sensatas. Esta situación parece que dará paso a un nuevo orden mundial, que en este momento es difícil predecir cómo quedará constituido.