En la soledad de mi habitación me llegan repentinamente los recuerdos de las navidades de antaño que me hacen entender que, pese a la tecnología, los derechos democráticos y las libertades, al parecer los años anteriores vividos fueron mucho mejores y lo sentimos más lo de mi generación que disfrutábamos esa época navideña con un calor humano que se ha perdido, producto del impersonal uso del celular y de un aumento exponencial de los anti valores que hoy no nos hace tomar en cuenta ni siquiera a nuestra propia familia. Tiempo que en el ayer todo fue muy diferente y cuando más se sentía precisamente era en esa temporada navideña donde por más mal que estuvieran las cosas, a casi todos nos embargaba un sentimiento de alegría y disfrute más allá del ahogo de la dictadura hibrida que nos imponían quienes no gobernaban.

 

Es que antes se realizaban festines en casi todas las casas, donde se brindaba apetitosas comidas y se comía opíparamente todo un menú propio de las festividades en donde no podía faltar el lechón asado, la ensalada rusa, las teleras, los pasteles en hojas, los pastelitos, el ponche casero, el vino Caballo Blanco y completábamos con un delicioso pudín de navidad. En esa añorada época se bailaba en nuestros hogares hasta altas horas de la noche sin el estrés propio de este tiempo ya que todos teníamos en nuestras casas, el nombrado combo aguja que no era más que un tocadiscos o pick up que reproducían los discos de pastas que eran de 45 revoluciones por minuto los sencillos o de 33 los llamados Lp’s de larga duración.

 

Se intercambiaban regalos, mi padre entre los años 1970-1972 que se encontraba en el exterior haciendo su especialización nos hacía llegar varios discos y nunca se me olvida los de Raphael con su cancionero navideño tan escuchado, con temas entre los que están, el tamborilero, ven a mi casa esta navidad, entre muchos otros.

 

Hasta los opresores de la época se flexibilizaban por esa corta temporada para que el pueblo disfrutara de los villancicos, los encendidos de arbolitos, las verbenas navideñas y los asaltos que no eran más que llegadas repentinas de amigos o cercanos familiares que llegaban a las casas para alegrarle el momento a almas que estaban en soledad o atribuladas por cualquier tipo de afección, es que la gente estaba obligada a socializar todo porque los contactos eran personales y directos, nadie le ponía atención a los teléfonos, simple porque no existían los celulares que han creado una relación digital fría y desapasionada que nos separa sobre todo de nuestros más cercanos, porque preferimos por mucho chatear hasta con quien no conocemos personalmente que hablar o intercambiar con nuestros familiares y allegados, creando un muro distante que nos separan hasta dentro del propio núcleo familiar.

 

En navidad la gente separada por cualquier diferendo se perdonaba, las parejas recuperaban la sonrisa, los niños esperaban con ansiedad a Santa y hacían su lista de pedidos para los santos reyes, no faltaban las rondallas navideñas que hacían mover el cuerpo hasta aquellos que no gustaban de bailar, es que todas esas tradiciones han ido desapareciendo abriéndole paso al individualismo digital o a un desenfrenado compartir barrial que hoy se realiza en la casi totalidad de los colmadones  donde antes solo se vendían alimentos y una que otra bebida alcohólica pero hoy se han convertido en verdaderos Drink´s, que al compás de ruidosas bocinas y del tomado de las calles por parte de vecinos escandalosos que no todos se saben comportar después de haber ingerido unos cuantos tragos de más.

 

Recordamos con nostalgia los aguinaldos donde al ritmo de la tambora, el acordeón y la güira, se cantaban villancicos que se realizaban en las calles, casa por casas durante las madrugadas y que al término del mismo se les brindaba té de jengibre, chocolate, café y galletas. Solo nos queda del espíritu navideño los simbólicos merengues del pasado, de Milly Quezada, del caballo mayor Jhonny Ventura, del afamado conjunto Quisqueya y de varios otros grupos más que hacían de la parranda navideña algo que se celebraba en todos los hogares de la República.

 

Se perdió el espíritu navideño, la magia de la simpatía, pero sobre todo la hermandad entre los vecinos que sobre todo los días 24, día en que celebrábamos la nochebuena, pues se intercambiaban platos de comida, cosa que ya no existen o como las entusiastas reuniones familiares del ayer porque hoy todos se disipan por su lado y ya no se ven los famosos “ angelitos” que no eran más que intercambios de regalos, donde se mantenía en secreto el nombre de la persona a la que se le regalaría hasta el día de la entrega.

 

Las fiestas de fin de año se realizaban en nuestras propia casas , hoy es una actividad más comercial donde se montan espectáculos para el disfrute de aquellos cuya asistencia pueden pagar, desde el 2009 se prohibió el uso de los fuegos artificiales y con ello desapareció la más luminosa actividad hogareña, ni decir de la celebración de los reyes magos el 6 de enero, donde la ingenuidad infantil era protegida pero ahora es intercambiada por el conocer que son los padres que les regalan los juguetes a sus hijos, matando con ella la creencia o esa mágica ilusión prefiriendo los progenitores hasta llevar a sus vástagos a que ellos mismos escojan sus juegos a las tiendas. Ni pensar de la legendaria Vieja Belén que regalaba a los niños pobres una semana después del día de los reyes. Está en extinción la misa de gallo a las 12 de la noche del día de nochebuena que en celebrados cánticos se agradecía por el nacimiento de Jesús, ya no se intercambian regalos ni se ven en todas las casas los arbolitos y las luces propias de esta temporada cuyo costo es tan elevado que no está al alcance de los bolsillos de la mayoría del humilde pueblo dominicano.

 

Las compras en línea han sustituido en parte las hordas humanas que iban a las tiendas, la tanta afluencia de ciudadanos está siendo sustituida por la entrega puerta a puerta, claro está no todo de la tecnología del presente es malo porque las video llamadas de hoy nos acercan más con nuestros seres queridos que viven en el exterior. Cada día se demuestra más que el capitalismo ha convertido esta celebración en un gran negocio donde se deja de lado el sentido humano de estas festividades, mientras me lleno de dulces recuerdos del ayer, me aferro a esas tradiciones que creo que deberíamos recuperar porque esto nos hace mejores ciudadanos, padres, hijos, nietos, vecinos y amigos, mientras haré mi ruta navideña a mi forma porque no permitiré que la abulia de la sociedad líquida de hoy me arrope haciendo desaparecer en mi ese espíritu mágico de la navidad, por lo que llamaré a todos mis amigos y compañeros de faena, celebraré con todos los que quiero, me acercaré de nuevo a mis vecinos, les diré a toda mi familia cuanto los amo y bailaré de todo hasta caer extenuado, y no pueden faltar mis apreciados lectores deseándole a todos una ¡Feliz Navidad y un venturoso año 2023!.