“No son todos los que están, ni están todos los que son” Refrán popular.
Normalmente llamamos religiosos a personas que dicen seguir algún tipo de sagradas escrituras, participan al menos ocasionalmente de las actividades de sus iglesias y son reconocidos públicamente como personas que intentan vivir una vida ejemplar. Sin embargo, a menudo en dichos grupos religiosos se puede percibir que muchos, participan como si se tratara de un club social, mostrando una buena integración con los demás miembros de la iglesia, pero sin algún tipo de oración personal.
Se ha reconocido el posible efecto positivo de la fe en la vida del hombre, por ejemplo, a nivel psicológico y social, pero obviamente el religioso que no fuese un verdadero creyente no tendrá ese beneficio.
La moral cristiana nos habla de no agredir a los demás, ayudar a aquel que lo necesita, no matar, no robar, no mentir, etc., realmente si nuestros países supuestamente cristianos lo fueran verdaderamente, no tendríamos tantos conflictos, guerras, corrupción o injusticias.
El miedo a la muerte es uno de los elementos que limita nuestras respuestas a las enfermedades, pero si una persona es creyente se supondría que no tendría este temor o al menos, se presentaría de forma atenuada. Sin embargo, vemos “personas de fe” que viven existencias llenas de miedos y ansiedades. Una vida de miedos no es una vida de fe.
Podemos mantener las apariencias y hacerles creer a los miembros de nuestra iglesia que somos muy devotos, pero es importante saber que a nosotros mismos no podemos engañarnos y que una vida de apariencias, realmente no nos aporta lo que necesitamos.
Si intentas obtener injustamente ventajas y privilegios, engañar a los que hacen negocios contigo, pagar de menos a tus trabajadores, levantar calumnias, promover falsedades, maltratar, aunque tengas mucha participación y valoración en tu iglesia, realmente te autoengañas. Y recuerda que los peores ataques de Jesucristo son dirigidos a los hipócritas fariseos quienes se dedicaban a mantener las apariencias en los templos.
Por otro lado, a menudo conocemos personas que se declaran ateos, pero profesan unos valores humanos ejemplares y con una integridad que convendría que tuvieran los que se sienten con méritos de sobra para ir al Cielo.
El mundo de la ciencia ha ampliado dramáticamente sus horizontes a unos niveles de los que todavía no tenemos mucha consciencia, pero estamos descubriendo que el universo que parcialmente conocemos no es el único universo. Que la materia es una manifestación temporal de la energía. Que somos energía que sostiene un cuerpo físico y que esa energía puede interactuar con todo el mundo energético que nos rodea. Nuestros pensamientos son energías y pueden medirse. Hemos descubierto que estamos estrechamente conectados con todo lo que nos rodea y que cuando dañamos a alguien o a algo, siempre nos afectará, aunque no nos demos cuenta.
Lo anterior es ciencia y no tiene que ver con que usted crea en Dios o no. Ahora bien, los creyentes entienden que hay una consciencia superior, no humana, que se encuentra rigiendo esos procesos universales, mientras que los no creyentes, entienden que estos procesos acontecen sin estar sustentados por alguna inteligencia, sólo por pura casualidad.
Al humano se le dificulta enormemente concebir un tipo de consciencia que no sea humana, por lo que solemos tener una tendencia a “humanizar” a Dios, ya que como se nos dificulta subir hasta él intentamos bajarlo hasta nosotros. De tal forma, tratamos de convencerlo, engañarlo, sugestionarlo, etc., usamos frases que entendemos que lo doblegarán para que él haga lo que nosotros queramos. Una vez quedé sorprendido al escuchar a un predicador decir que nuestras oraciones “obligaban” a Dios a hacer lo que nosotros necesitemos.
Es difícil imaginarse un ser sin un cuerpo como el nuestro, sin sexo o género, sin edad, omnipresente, omnisciente, todopoderoso. Nos parece que nuestra inteligencia es muy superior a la de un reptil, pero creemos que la diferencia con la inteligencia divina es mínima, al punto de que nos sentimos capaces de cuestionar a Dios por todo lo que no logramos entender.
Sabemos que hay fuerzas cósmicas que rigen al universo y que tenemos la capacidad de interactuar con esa energía, ya que normalmente lo hacemos de forma inconsciente, aunque tenemos que aprender a hacerlo de forma consciente en la medida en que nos perfeccionemos. Todo lo que hacemos genera ondas vibratorias que se expanden ampliamente por el universo y por un efecto bumerán, regresan a nosotros con energías similares a las que producimos (ley de causa y efecto, karma, consecuencia del pecado, etc.), por lo que somos más responsables de lo que llega a nuestras vidas de lo que creemos.
En realidad, todos somos creyentes, pero de distintas maneras, pero no me aporta nada el atacar al que no piense exactamente como yo. El día que pueda ser capaz de descubrir a Dios en cada uno de los seres humanos del Planeta, sabré que me falta poco por aprender en este plano existencial.