La muerte de Jacques Viau nos indujo a hacer compromisos mayores para ayudar a los revolucionarios del vecino país que luchaban contra la dictadura de François Duvalier, especialmente los del Partido Comunista.
El ingeniero Carlos Ascuaciati, miembro de la Comisión Militar del PCD durante la Revolución, diseñó las tanquetas, construidas a partir de vehículos normales, sometidos a un proceso de blindaje en un taller metalmecánico bajo su dirección. Con esa experiencia y con el propósito de abastecer de armas a los revolucionarios haitianos, el ingeniero Ascuaciati preparó un Oldsmobile bastante grande, dotado de un potente motor y amplios guardalodos traseros, con suficiente espacio para preparar dos depósitos a los que se accedía a través de los faroles traseros.
En ese vehículo, conducido por nuestro compañero Ignacio Pérez Mencía, se trasladaron hacia Haití las armas con las que se defendieron los revolucionarios del vecino país luego de ser descubiertos y masacrados en una casa en Petion Ville, un barrio residencial de Puerto Príncipe. La mayor parte de los miembros del Comité Central perecieron, entre ellos nuestro buen amigo Pierre Gerard Brisord.
Mientras transcurría la Revolución, llena de historias personales y de la propia gesta, mi esposa Marcia sufría muchas calamidades cuando cruzaba la zona rebelde para verme. Una vez estuvo a punto de ser víctima de un atentado y para evitarlo tuvo que desplazarse de reversa en su carro durante varias cuadras. Cuando estuvo a salvo respiró, estacionó el vehículo, se devolvió a pie atravesando los lugares ocupados por las denominadas “Fuerzas de Paz.” En ocasiones tuvo problemas con algunos revolucionarios, que sin saber quién era ella la acosaban. Esas dificultades las enfrentó siempre con el valor que le caracterizaba.
Una vez incendiaron su carro Fiat estando yo en la clandestinidad y ella sola con nuestros hijos en la casa, de noche, lo apagó utilizando una manguera que tenía en el jardín y el agua de una paila en la que había cocinado el arroz ese día. Aunque pudo sofocar el fuego y las ruedas parecían naranjas a las que se les desprendían la cáscara, logró trasladar el auto a la casa de sus padres.
La casa en la que vivía Marcia con mis hijos fue objeto de allanamientos que provocaron tensiones en la familia. Pero Marcia enfrentaba las dificultades con estoicismo, aun cuando no compartía mis ideas políticas. Me apoyaba en todos los sentidos, incluso asumiendo el papel de proveedora de la familia durante esos años aciagos.
Extractos editados de mi libro “Relatos de la vida de un desmemoriado”.