La casa a la que llegaste anoche, la cama en la que dormiste, el café que tomaste de desayuno y el arroz con habichuelas que almorzaste, existen gracias a miles y miles de trabajadoras y trabajadores que crean los bienes, servicios y cuidados que hacen posible nuestra vida.
Somos nosotras y nosotros, los trabajadores manuales, intelectuales y creativos quienes construimos la riqueza del país, y más importante aún, impulsamos el bienestar de toda la sociedad.
Esta conciencia de clase es importante para exigir derechos y ser solidarias y solidarios entre nosotros. Entender la valía del trabajo de los demás tanto como la del nuestro es imprescindible cuando los derechos de todos están amenazados.
La solidaridad que muchos niegan hoy a las trabajadoras del hogar, que buscan que se reconozca su derecho a la seguridad social y a tener salario mínimo, es la misma que necesitarán otros trabajadores, quizás con ingresos más altos, pero que aportan su talento fuera del mercado formal, cuando (tarde o temprano) renegociemos el sistema de pensiones y los seguros médicos, o mejor, pongamos en el centro la salud pública.
Pero, también esta solidaridad la necesitan los trabajadores y trabajadoras formales que pueden perder la cesantía en un momento en el que los sindicatos son, por decir lo menos, débiles, porque no los voy a deprimir el 1 de mayo admitiendo que son inexistentes.
Y la explotación de trabajadores y trabajadoras muta con cambios tecnológicos y de mercado, como la precariedad de repartidores y taxistas, cuyo patrón se esconde tras una aplicación; y la falta de derechos se oculta en una falsa autonomía que no garantiza pensión ni una cama en un buen asilo cuando llegue la vejez.
¿Y qué decir de quienes buscan trabajo remunerado y no encuentran? 171.674 mujeres y 90.352 hombres estaban desocupados en 2022, de acuerdo con datos de la Oficina Nacional de estadísticas.
Desocupado para el mundo laboral reconocido por el Estado, no significa que no se trabaje, simplemente que se es invisible para el sistema. Las amas de casa y otras mujeres que cuidan aportan al bienestar de su familia y de su comunidad, pero como su trabajo no se ve, muchas no tienen seguro médico de calidad ni pensión asegurada, aunque, a decir verdad, asegurada, lo que se dice asegurada, la tienen pocos…
Así que conmemoremos este día, agradeciendo a los demás trabajadores y trabajadoras por su esfuerzo y dedicación, por la riqueza que crean, por el bienestar que aportan a nuestras vidas. De todo corazón, gracias enfermero, médica, arquitecta, ingeniero, periodista, trabajadora del hogar, guachimán, albañil, maestro, delivery, cantante…
Cualquiera que sea tu oficio o profesión, gracias por todo tu trabajo. Sea que pertenezcas al mercado formal o al informal, que tu trabajo se reconozca o no como tal, que oficialmente compartas conmigo la nacionalidad dominicana o se te considere inmigrante, quiero que sepas que tus aportes son valiosos y mereces derechos, como todos los trabajadores y trabajadoras.