Con la llegada de las festividades del Año Nuevo recuerdo la lectura de Mircea Eliade, un gran historiador de las religiones que reflexionó sobre el rol de dicha celebración en la historia de la cultura humana.

En El mito del eterno retorno, Eliade relaciona la festividad con los “cortes del tiempo” que las sociedades primitivas realizaban en función de sus cosechas o de las distintas estaciones naturales. Como patrón general, Eliade ve en la celebración un acto de regeneración que las comunidades humanas han realizado a partir de la observación de los ciclos de la naturaleza y que presupone la necesidad de una refundación de la vida humana.

Por consiguiente, el Año Nuevo se vislumbra como el fin de un período que constituye el tránsito a una nueva etapa en la que aspiramos a regenerar nuestras vidas. No es casual que tantas personas ven estas fechas como un punto de giro para dejar hábitos que consideran nocivos y el momento fundacional para anhelar cambios significativos en sus historias personales.

En dichos anhelos, muchas veces olvidados desde el primer mes del nuevo año, vislumbro la necesidad humana de detenerse para cerrar los capítulos de nuestras biografías y reiniciarlas pensando en el sendero recorrido. En este sentido, la celebración del Año Nuevo constituye no solo una mera costumbre ancestral colonizada por la sociedad de consumo, sino también la auténtica posibilidad de reiniciarnos en todas nuestras posibilidades. Feliz Año Nuevo.