Refugio: Asilo, acogida o amparo. Diccionario Real Academia Española.
Somos testigos de grandes oleadas migratorias de personas buscando refugio en el mundo. Todos piden amparo urgente en otros países, para preservar su vida y la de su familia.
En el libro “Mi 30 de mayo Escondido”, Josefina Gautier de Álvarez nos regala en sus memorias de indiscutible valor histórico una crónica sobre los días inmediatos al tiranicidio y un relato sobre refugio y acogida; describe con afecto y fidelidad, con agilidad narrativa y lenguaje sencillo, los días intensos vividos a partir del momento en que ella y su esposo, el Dr. Tabaré Álvarez, decidieron esconder en su casa a uno de los participantes en el ajusticiamiento del tirano, Luis Amiama Tió; con ello salvaron su vida.
El principio es que ningún refugiado prefiere otro país al propio, otra casa distinta de su hogar, otra familia distinta a la suya. Siempre se espera que el asilo sea transitorio.
Relata Josefina Gautier que en principio la estadía de Luis Amiama sería transitoria, hasta que llegaran los amigos que le protegerían para salvarle la vida. Esos amigos nunca llegaron.
El escondite fue el closet de la pareja Álvarez Gautier, que era colindante con su habitación principal. Dos pequeños espacios ocupó Luis Amiama Tió para ocultarse, cada uno de los cuales es descrito en detalle: “el closet media 92 pulgadas de alto, 13 de ancho y 25 de fondo” …; “el segundo sitio era el guardarropa, grande y abierto…Luis se metía parado en este rincón y no se veía”.
Los detalles que provee Josefina revelan que los Álvarez Gautier eran conscientes del peligro que corría Luis Amiama, quien era objeto de una verdadera cacería, junto a sus compañeros, sin embargo, no vacilaron a la hora de mantener escondido a uno de los perseguidos por el gobierno, con posterioridad a la muerte del tirano.
Lo que nos cuenta Josefina es un ejemplo eficaz de la puesta en práctica de la frase atribuida a la Madre Teresa de Calcuta: “El amor, para que sea auténtico, debe costarnos”.
Las historias de horror de familias centroamericanas que buscan asilo en la frontera entre Estados Unidos de América y México, sobre cómo las pandillas criminales han matado a su familia, les roban, extorsionan, secuestran, constituyen un perfecto ejemplo de huida imperativa.
El hacer la vida de encierro más llevadera para Luis también fue una tarea para los Álvarez Gautier, así le mantenían informado de los acontecimientos, especialmente de la suerte de sus compañeros y su familia era parte de las tareas que voluntariamente asumieron Josefina y Tabaré. Josefina Gautier describe con afecto los cuidados para alimentar a Luis, tomando comida de su propio plato en manera oculta.
El acceso a los servicios de salud y educación, así como un plan mínimo de integración laboral, es una manera de mostrar un sentimiento de acogida por el país receptor. Las personas individuales tenemos mil formas de mostrar ese sentimiento de socorrer al otro, tratándoles con generosidad, cariño y empatía.
“Mi 30 de mayo Escondido” nos presenta que la familia Álvarez Gautier, gracias al especial ingenio de Josefina, intentaron llevar su vida “normalmente”, para que nada les delatara.
El 16 de junio Luis Amiama estuvo a punto de sucumbir a la presión al enterarse del apresamiento de su familia, cuenta Josefina, “De repente se paró: me voy a entregar (…) Le fui hablando y razonándole, me senté a su lado, y me dijo está bien, doña Josefina, pero averígüeme como están (…)”. Luis estaba dispuesto a hacer el último sacrificio por los suyos, Josefina le mostró que ella estaba dispuesta a sacrificarse por él.
Por otro lado, Josefina nos ofrece en su libro pinceladas del pensamiento de Luis Amiama Tió sobre “la libertad en una democracia, los deberes del gobierno hacia el pueblo (…). Habló de la Justicia y de los deberes y responsabilidades del pueblo para con su gobierno. Para que un país funcione, sus ciudadanos tienen que dar cada uno de sí (…)”.
La autora nos permite así entender que el refugiado no solo recibe sino que entrega a quien le recibe, a veces lo más difícil de valorar, su cultura y su conocimiento, el afecto y amistad.
No vacila en revelar algunas de las dificultades que conllevó albergar a Luis Amiama en el hogar de los Álvarez Gautier, pero ninguna de ellas les condujo a negarle ese auxilio. Ineludible recordar las devoluciones de haitianos en la frontera Mexico-Estados Unidos de América a latigazos, el lento goteo de las cuotas de refugiados sirios en los países de Europa y Norteamérica, tanto náufrago en las aguas del Mar Caribe y del Mediterráneo.
Josefina Gautier de Álvarez testimonia en su libro, casi sin percatarse, con un texto natural, pormenorizado e interesante, como ella y su esposo Tabaré ejercitaron su amor por el prójimo, dando refugio en su closet a Luis Amiama Tió oculto, para preservarle la vida.