Las consecuencias del fraude de Baninter aún las estamos sufriendo. 15 años después de haber cumplido en Najayo una condena penal por: 1) alterar, desfigurar y ocultar las reales informaciones y estados para obstaculizar, dificultar, desviar y evadir la fiscalización de la Superintendencia de Bancos y por elaborar, aprobar y presentar un balance y estado financiero falso y la ejecución y aprobación de operaciones para encubrir la situación del Banco Intercontinental, S. A., como  por el registro como activos reales de grandes sumas inexistentes y sobregiros multimillonarios a vinculados, afectando los niveles de recuperaciones del citado banco para cubrir las obligaciones del hoyo financiero que ocasionó la quiebra del mismo; 2) abuso de confianza; y, 3) lavado de activos; ahora Ramón Báez Figueroa sale nuevamente a la palestra pública.

Recientemente depositó una denuncia ante la Procuraduría General de la República, requiriéndole al Ministerio Público una investigación de funcionarios, exfuncionarios del Banco Central y otras exautoridades supervisoras y reguladoras del sistema bancario como de varias personas físicas y morales, por supuestas irregularidades en el proceso de liquidación del Banco Intercontinental.

Según lo ha dicho, Ramón Báez Figueroa lo hace porque quiere limpiar su nombre, saldar su deuda y recuperar dinero en beneficio del pueblo dominicano. Lo cierto es que la oportunidad de volver al seno de la sociedad no borra lo que hizo y por lo que las autoridades monetarias y financieras como el Ministerio Público llevaron un responsable y firme proceso judicial de más de cinco años hasta que intervino una sentencia con carácter irrevocable que lo envío a prisión por 10 daños como a Marcos Báez Cocco, Vivian Lubrano Carvajal de Castillo (indultada por una crisis emocional -espanto- derivada de la condena) y Luis Alvarez Renta.

Lo dicho públicamente por Ramón Báez Figueroa revela su no arrepentimiento frente a una sociedad que ha facilitado su rápida reinserción, aun antes del vencimiento de su pena. Ahora quiere hacerse el chivo loco, el que lo olvida y lo borra todo, según le convenga, obviamente. No recuerda que toda información pedida le ha sido entregada por la Comisión de Liquidación de Baninter y el Banco Central. No recuerda, como se la ha informado, por escrito, que el total de desembolsos del Banco Central para cubrir los pasivos dejados por él, dadas sus maniobras fraudulentas y las de sus compañeros de ruta delictiva, fue de RD$74,493,749,211.84. No recuerda que, como también se le ha informado, solo se han recuperado RD$16,163,820,913.04, producto de un esfuerzo responsable y permanente de las autoridades referidas. No recuerda que el balance a la fecha de recursos públicos a recuperar por este concepto es de RD$ 58,329,928,298.80.

Por esto, es totalmente falsa la afirmación de Ramón Báez Figueroa de que no sabe cuánto se ha recuperado del proceso de liquidación del Baninter y que no se explica cómo su deuda con el Banco Central sigue siendo igual. No recuerda que, además de ese hoyo dejado por él, fue condenado al pago de una indemnización a favor del Banco Central de RD$44,552,706.192, sin perjuicio de la condena civil de 18 mil setecientos cuarenta y tres millones de pesos (RD$18,743,000,000.00) a favor del Banco Intercontinental, S. A., de cuyos valores no ha pagado un solo peso. Para un total de indemnización por pagar solo a estas dos entidades de 63 mil 296 millones de pesos (RD$63,296,000.000.00) Si sumamos esto al balance por pagar al Banco Central por el faltante de recuperación -por el hoyo dejado por Báez Figueroa- hacen una deuda consolidada de su parte de 121 mil 626 mil millones de pesos (RD$121,626,000.000.00).

Como él quiere que le den cuenta porque quiere pagar, recuperar la honra y que se le devuelva al pueblo lo que él mismo se llevó, ahí tiene la cuenta. Si quiere limpiar su nombre, debe borrarlo de la historia, debe crear un sistema judicial paralelo, como fue capaz de hacerlo con su banco, para engañar a las autoridades supervisoras y reguladoras.

Tiene cesación de su memoria, al olvidar, con conocimiento, que, en base a engaño, llevó al Banco Central a que se le otorgara a su banco adelantos, redescuentos y otras facilidades ascendentes a miles de millones de pesos para mantener viva dicha institución bancaria, frente a dificultades de liquidez que escondían la real situación fraudulenta fraguada por él y su grupo.

Si desea limpiar su hombre le sobran capacidades para hacerlo, como lo hizo al disipar, apropiarse y lavar más de 55 mil millones de pesos. Hay que tener mucho tupé para reclamar la recuperación de valores y activos, cosa que han estado haciendo sin desmayo la Comisión de Baninter y el Banco Central, y que se le deduzca la deuda, sin haber aportado un peso de lo que se llevó.

El olvido de Ramón Báez Figueroa lo lleva a ignorar que fue a raíz de un frustrado proyecto de fusión por absorción con el Banco del Progreso que los potenciales adquirientes y luego las autoridades pudieran verificar los activos y los pasivos de la entidad en quiebra y que efectivamente el Banco Intercontinental, S.A. tenía un banco aparente, un banco lavado -limpiecito-, el que era el presentado a las autoridades supervisoras de la actividad bancaria, con activos por unos veintiséis mil millones de pesos y pasivos de alrededor de veinticuatro mil millones de pesos y un banco oculto para las autoridades reguladoras y supervisoras, de unos ochenta y dos mil millones de pesos en activos y unos setenta y ocho mil millones en pasivos, como efectivamente dejaron ver a última hora de la frustrada negociación.

Esto con el agravante de que más de 55,000 millones de pesos del total de activos que se dieron a conocer, a raíz de la propuesta de compra y venta, habían sido distraídos, apropiados y lavados por una centrífuga del banco paralelo u oculto, el cual era llamado internamente Interbanco o el producto, siendo esto la obra maestra de los condenados Ramón Báez Figueroa, Marcos Báez Cocco, Vivian Lubrano Carvajal de Castillo y Luis Alvarez Renta, sobre todo.

Las investigaciones realizadas por las autoridades monetarias y financieras permitieron develar tales circunstancias y que efectivamente Baninter hacía figurar en sus cuentas como activos gastos de sus principales accionistas y sobre todo de su presidente, así como préstamos con tasas cero, sin soporte alguno, a favor de empresas controladas y vinculadas al señor Ramón Báez Figueroa, tachaduras y borraduras de facilidades, sobregiros y préstamos otorgados a favor del Presidente del Banco Intercontinental, S.A. , a Marcos Báez Cocco, Vivian Lubrano de Castillo, Luis Álvarez Renta, allegados y empresas vinculadas a él.

En definitiva, el Banco aparente no era más que un medio de captación de cuantiosos recursos que eran desviados virtualmente a un banco vampiro y oculto que nutría de fondos al presidente de Baninter, a Luis Alvárez Renta y a los demás condenados,  para adquirir empresas e incrementar su patrimonio sin que en ningún caso Baninter recibiera a cambio pago alguno.

La historia dominicana no recoge ningún colapso económico similar siquiera, en magnitud y cuantía al ocurrido y ocasionado por la quiebra de Baninter. Los anales de la historia dominicana no registran un desastre financiero de la dimensión al ejecutado por los condenados.

La historia dominicana no contiene ni cercanamente un acontecimiento que haya causado tantos perjuicios como el de la quiebra fraudulenta del Banco Intercontinental de manos de sus responsables, quienes se creían acreedores de la transformación de todo en dinero, siendo esta una estrategia malhadada y de reiterada usanza por parte de quienes con los recursos ajenos buscaban –como estos- saciar sus deseos desbordados de riquezas, glamour y placeres.

Las fabulosas sumas indicadas no son comparables, en términos relativos, es decir en relación el tamaño de nuestra economía y la de los países donde han ocurrido fraudes similares, con ninguno de los fraudes financieros ocurridos y conocidos alrededor del mundo. Para tener una idea de su gravedad cabe señalar que las primeras cifras que fueron identificadas como las faltantes o distraídos por estos señores acusados, es decir 55,845 millones representó alrededor del 20% del Producto Interno Bruto (PIB) del país en el año 2003. Los 55,845 millones de pesos representaron en el año 2003 alrededor el 70% del presupuesto nacional proyectado para finales del año 2003, es decir la dos terceras partes de los ingresos públicos proyectados por el gobierno para este año 2003.

La historia no recoge en sus páginas ningún caso en el que un grupo de cinco personas, hiciera una exhibición tan descarada de recursos, de dineros que no le correspondían, de bienes de los ahorristas y depositantes, del Estado, del pueblo dominicano. Las estridencias y las exageraciones estaban a borbotones: lujosos helicópteros, aviones, yates, villas y apartamentos dentro y fuera del país, fiestas, juergas, en su gran mayoría adquiridos y realizados con recursos ajenos, que eran fachados como propios y presentados a través de reales o supuestas sociedades de comercio para darle la apariencia de legalidad, pero de fraudulenta procedencia.

No hubo empresa que no quisiera ser adquirida por este pretendido rey midas dominicano y sus acompañantes en esta carrera fraudulenta: 79 emisoras de radio,  5 canales de televisión, medios impresos, 4 periódicos, empresas artísticas, tiendas, empresas de gas, de cable, bienes raíces, inmobiliarias, de seguros y en fin de toda naturaleza eran adquiridas por estos señores, creando un imperio económico que no era mas que el instrumento de protección, extorsión, chantaje y escudo contra la persecución penal o de otra naturaleza que pudieran encaminarse en su contra. Eran los medios que servían de soporte para sus aviesos propósitos de dilapidación, distracción y estafa de los recursos de los ahorristas, depositantes y del Estado Dominicano y del pueblo dominicano. Un solo anuncio extraído de un carro en circulación en la ciudad de Santo Domingo nos puede dar la idea del afán desmedido por tener de estos amos y señores del mundo, sobretodo medios, que dirigidos a protegerse frente a posibles investigaciones y acusaciones pudieran servir de soporte al chantaje y la extorsión: “Cómprame ahora, porque si no, Ramoncito (como le dicen a Ramón Báez Figueroa) lo va a hacer”.

Con esos recursos fueron adquiridas, por quien se había convertido en el gran Rey Midas del país, todo el mundo iba a verlo si necesitaba dinero para algún evento, las acciones, patrimonio y activos de innumerables empresas. Más de 179 empresas han sido hasta ahora detectadas, de las cuales alrededor de un tercio no se encuentraban registradas como sociedades y otro gran número no tributaban, sino que eran receptáculo de cuantiosos recursos por vías de “préstamos”, “gastos”, “créditos”, sobregiros y borraduras. Gastos personales exagerados del principal accionista del Banco, cuyos montos parecen sumas de cuentos de hadas, príncipes y reyes.

Tan descarados fueron los arquitectos, maquinadoras y ejecutores de estos hechos que, luego de estafar y engañar a los accionistas y directores del Banco, realizando una gran cantidad de transacciones y operaciones registradas como activos cuando en realidad eran gastos, “préstamos” o sobregiros,  días antes de la intervención por parte de la administración monetaria y financiera, en fecha 7 de abril del 2003, autorizaron el borrado de los balances de cuentas sobregiradas por una suma superior a los 17,000 millones de pesos, con lo que se generó la falta de activos líquidos necesarios para hacer frente a los retiros de los depositantes. Tan osados, descarnados, impenitentes, abusadores y desconsiderados fueron dichos funcionarios del Banco Intercontinental que los recursos facilitados por el Banco Central por concepto de adelantos y redescuentos fueron a parar, a pesar de la prohibición, a sus bolsillos y a la de sus vinculados.

Esta tronera contribuyó, indudablemente, a desestabilizar y poner en juego la bien ganada estabilidad de la economía nacional. La conversión de una inmensa cantidad de pesos a moneda dura, especialmente a dólares, por parte de los responsables de dicho increíble fraude, influyó indudablemente en el aumento de la prima del dólar respecto del peso dominicano. Igualmente afectó la estabilidad en los precios, provocando alzas en los precios de los artículos de todo tipo y sobre todo de muchos de primera necesidad, con los consecuentes y perniciosos daños que a la economía familiar y dominicana eso entraña.

Tan grande y pernicioso es el efecto que desde el 12 de septiembre del 2002 al 25 de junio del 2003 el Banco Central tuvo de otorgar facilidades de liquidez a Baninter ascendentes a la suma de 60,562,902,598.15 pesos. Esa suma constituye alrededor del 80% del presupuesto general de la nación dominicana del año 2003.

Pero ¿son estas expresiones producto de una fábula? Durante 14 años estos señores estuvieron manejando dos bancos, uno aparente y otro oculto para las autoridades, que se constituyó en una centrífuga irreversible, que atrapaba a través de diversos medios y sin contemplaciones la mayoría de los recursos que, gracias a una desmedida publicidad eran atraídos a la institución bancaria de fachada. Con el aparente se atraían recursos que en un alto porcentaje (las tres cuartas partes) eran manejados y conducidos al Banco oculto para el público y las autoridades. Pero estos dineros manejados de esa manera ¿Dónde iban a parar? A satisfacer los apetitos de grandeza, excesivo e ilimitado goce de los acusados  y a engrosar el número de sus empresas y bienes personales.

Se trata, pues, del mayor fraude cometido en la República Dominicana en el ámbito financiero, el que no tiene precedente similar alguno, por las grandes proporciones de dinero manejadas dolosamente, en beneficio de unos pocos y en perjuicio de toda la población y cuyas consecuencias la está sufriendo el pueblo y las finanzas públicas. Se trata de uno de los más terribles y dolorosos momentos y episodios de nuestra vida republicana, en el aspecto económico, con alta incidencia en los planos éticos, políticos y sociales, que pagaremos todos y todas y varias generaciones venideras.

Desde su describimiento y hasta la fecha la administración monetaria y financiera impulsó determinantemente una iniciativa de persecución judicial contra los autores del enorme fraude para lograr que no se imponga la impunidad y sean recuperados recursos fraudulentamente obtenidos, para que el sistema bancario y financiero del país continúe la senda de fortaleza que viene exhibiendo y se fortalezca la institucionalidad.

No tengo dudas del manejo pulcro, responsable y conforme a los dictados de la Constitución y de las leyes que han exhibido las autoridades monetarias y financieras como la Comisión de Liquidación de Baninter en las acciones emprendidas, con absoluta objetividad, y en la liquidación de dicha entidad quebrada por el que ahora pretende presentarse como un “caprino di mente”, al que le falla la memoria solo para lavar su nombre y obtener dinero aun a costa de nuevos engaños, en nombre de un país al que ha hecho sufrir tan graves consecuencias económicas, institucionales y sociales.