El concepto de la eficiencia energética ha estado muy vigente en los últimos años en todos los aspectos de la vida cotidiana y desde luego en el ámbito de la construcción.
Esta vigencia se produjo a partir de la crisis del energética de 1973, y la subida de los precios de los combustibles o lo que es lo mismo, de la energía. La realidad de que la dependencia, casi absoluta, del petróleo podía significar la repetición de situaciones críticas como la de la década de los 70 hizo que el tema de las energías alternativas, el ahorro y la buena gestión de los recursos energéticos fuera adquiriendo mayor importancia y se viera contenido en un solo concepto general: sostenibilidad. A partir de este punto de inflexión también el sector de la edificación comenzó a tomar medidas para la optimización de los recursos energéticos creando nuevas normativas de limitaciones de consumo y/o mejora del aislamiento global de los edificios.
De alguna manera la crisis– económica y social- de 1973, originó un pensamiento colectivo orientado hacia la sostenibilidad ambiental y se comenzó a pensar en el calentamiento global y en los gases (GEI) que provocaban este fenómeno.
En el año 1988 se crea la International Panel of Climate Change (IPCC) con el objetivo de abordar el tema medioambiental y los cambios sobre su equilibrio ocasionados por la intervención humana.
Esta primera iniciativa fue lo que dio origen al conocido protocolo de Kioto (1997), que sirve como marco de referencia para las medidas globales que procuran disminuir las emisiones de GEI que dañan el medioambiente ocasionando daños en el equilibrio del planeta y su calentamiento.
A partir de la decimoctava Conferencia de las Partes (COP 18) sobre cambio climático, se ratificó y entró en vigor el segundo período del Protocolo de Kioto (desde el 1 de enero de 2013 hasta el 31 de diciembre de 2020) que ha servido de contexto para la normativa.
Varios otros acuerdos y protocolos han complementado, sucedido o antecedido al de Kioto. Tal es el caso del Protocolo de Bali (2007), que ha servido para ratificar varios de sus puntos y modificar otros tantos. Otro caso es el del Protocolo de Montreal, AGENDA 21 (1989) específico sobre los daños a la capa de ozono.
A propósito de los acontecimientos recientes con respecto al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, el tema energético ha vuelto a ser un dolor de cabeza para las economías domésticas europeas y en otras partes del mundo occidental; parecería que las sanciones a Rusia las pagaremos los demás países de manera “solidaria”. Se impone, una vez más, que el mundo avance hacia las energías renovables (EE.RR.).