Para estas elecciones nuestra sociedad ha podido disfrutar de la organización de debates para los puestos congresuales de Santo Domingo. Es una gran conquista de sus organizadores, digna de aplaudir, y como interesada en continuar esta práctica en nuestra sociedad, me atrevo a destacar elementos que me parece valioso revisar para los que veremos en el futuro.

La elección de los temas de un debate debe darse desde una perspectiva objetiva. En los primeros intentos, vimos una combinación de temas en un mismo renglón que encauzaron a argumentos determinados que promueven creencias carentes de sentido o base. Tal es el caso del renglón sobre Globalismo e Ideología de género, que de manera separada tienen definiciones que no tienen que ver uno con el otro, pero que su vinculación buscaba encauzar a los participantes a una respuesta concreta predeterminada y la búsqueda de ello era muy evidente en el manejo de los moderadores.

La elección de temas debe contemplar tópicos más útiles para los ciudadanos, aplicables con facilidad a la realidad en la que vivimos. A su vez, las líneas del debate deben intentar tratar aspectos relevantes para toda la sociedad, incluyendo minorías y grupos vulnerables. Se debe pretender que los participantes se encuentren en un escenario apropiado para enfrentar ideas. Hasta ahora, las líneas temáticas han sido tan complejas que encaminan las respuestas de los participantes, volviéndolas muy homogéneas.

Sabemos que vivimos en un pañuelo, pero la moderación del debate debe en todo momento procurar mantener su postura objetiva, evitando vincularse con comentarios, anécdotas, ideas y actitud hacia los participantes. Esquivar los comentarios de los participantes hacia ellos debe ser una prioridad en su labor, de lo contrario, el debate pierde objetividad y transparencia en cuanto a la participación de los candidatos, sus respuestas y la misma calidad de la organización del evento.

Un debate debe ser una plataforma para que los candidatos presenten sus visiones para el futuro del país. Sin embargo, no puede convertirse en un escenario de teorización sobre conceptos. Es un espacio para hacer lucir las propuestas, el manejo de los concursantes, así como su proximidad a las realidades locales y su enfoque en temas cotidianos. El objetivo debe ser destacar la importancia de las políticas públicas que promoverán los participantes para beneficiar a los ciudadanos y su capacidad para dialogar y buscar consensos.

En última instancia, el éxito de los debates electorales reside en su capacidad para conectar genuinamente con las preocupaciones de la ciudadanía, ofreciendo un escenario equitativo y objetivo donde las propuestas y visiones para el futuro puedan ser presentadas y contrastadas. Así, cada debate se convierte en una piedra angular para la construcción de una sociedad más informada, participativa y comprometida con su destino.