No hagas suposiciones como las que pasan por la cabeza de un soberbio o cómo las que él quiere que tú hagas; mira las cosas como son en verdad”. Marco Aurelio

Hace unos días en un grupo de whatassp fue compartido un screenshot del siguiente tweet:

Soy un abogado de más de 30 años de vida profesional, curtido en el ejercicio. No he conocido una generación de jueces más ineptos e ineficientes como los actuales. @ServJudicialRD @PoderJudicialRD @HenryMolina”.

Ciertamente, el autor es un togado de reconocida trayectoria e innegable experiencia en nuestros foros judiciales y, precisamente por esto, de inmediato identifiqué la impertinencia de su pronunciamiento, pues una injusta generalización -ni siquiera matizada con la coletilla “salvo honrosas excepciones”-, por demás improbable, y en todo caso inútil y poco inteligente a cualquier fin -especialmente por la masiva publicidad que permite el medio de difusión utilizado y el detalle de las cuentas oficiales tagueadas-, a menos que esté pensando su retiro de la faena forense, cosa que como no avisa, tampoco tengo base para presumir, pero que igualmente de poco o nada serviría de cara a los posibles efectos consumados por su estrepitoso mensaje.

Mantengo la opinión expuesta, aún admitiendo su triste diagnóstico sobre la judicatura nacional, como un desahogo emocional producto de alguna decepción en el ejercicio -cuando no de una larga racha de infortunios, pues no sabemos-, que es lo que si presumo pudo causar tan desesperada reacción, que reitero injustificada, y que sin embargo -debo agregar- no me sorprendió en absoluto (aunque sí los cientos de likes que ha recibido; algo insólito!). Pero mi falta de sorpresa no se debe a que lo conozca en lo personal y sepa de su particular sensibilidad o quizás nobleza -de quién solo se lo que expresó de sí mi mismo: que es un litigante de dilatada trayectoria-, sino porque reconozco que a esos extremos nos empujan y logran llevarnos los gajes de este arduo oficio de pedir justicia, sobre todo cuando en nuestra evolución profesional aún no alcanzamos determinado nivel de madurez y templanza.

Por eso, que él sucumbiera con tal arranque emocional no me parece extraordinario, pues desde el plano externo y descriptivo una reacción plenamente racional, como abogado asaltado por la ira. De hecho, no es la primera vez, y me atrevo a presagiar que tampoco será la última, que un litigante de prestancia realiza pronunciamientos similares en otras épocas de la judicatura nacional post-dictadura, aunque claro, con la elegancia y las razones propias de juristas ejerciendo una pretensión de corrección; casos de los distinguidos Juan Manuel Pellerano Gómez, Luis Bircann Rojas, Jottin Cury, Juan Miguel Castillo Pantaleón, Ramón Pina Acevedo, entre otros.

En ese orden, respecto del último jurista mencionado, entonces claramente decepcionado y con rasgos de tener el alma de la toga torturada, basta recordar su carta dirigida en 1975 a los jueces de la Suprema Corte de Justicia, de la que copio lo que sigue:

Se acerca pues, la última vez en que nos dirigiremos a un tribunal dominicano. En este párrafo hablamos personalmente como abogados.

“En mi papel de Quijote del derecho dominicano he realizado los mejores esfuerzos para ayudar inclusive a colegas y amigos en el estudio de esta ciencia cuya faz parece halagadora por los fines que persigue: la justicia. Pero cuya deformación actual es tal que aterra.”

“(…) la inutilidad del estudio y de la investigación jurídica es tal en nuestro país, que (…) [n]o quiero incurrir mas en la ridiculez de creer en el derecho como ciencia.”

“Por tanto, y como no podemos soportar tanta inmundicia, nos retiramos y lamentamos tener expedientes todavía a nuestro cargo para no poder hacerlo de una vez por todas.”

“Ignoro las consecuencias de mis palabras como abogado ante este Supremo Tribunal. Sé que expongo inclusive a mis clientes al rencor y reacción de los que se sientan aludidos con mis palabras. Pero, como es mi costumbre, no puedo dejar de decir lo que siento en forma clara y de frente.

Como sabrán, luego de esa diligencia el Dr. Pina no terminó por retirarse de la abogacía ni se fue al exilio -como si había hecho en los albores de los años 60s por otras razones-, en cambio, continuó ejerciendo y sumando méritos en su trayecto como abogado y jurista, lo que da cuenta de que aquel mensaje trató de un arrebato más producto de una decepción incontrolada, cuando no de la incontinencia verbal que él mismo reconocía en su supuesta costumbre de siempre hablar “en forma clara y de frente”. Y si bien no conocemos las posibles consecuencias desfavorables que le costó tal publicación (de que las hubieron denlo por seguro, al menos ganándose la animadversión de uno que otro juez), no las descartemos por el hecho de que nunca fue formalmente sancionado, pues no de cualquier profesional del derecho hablamos, sino de quien a la sazón podría considerarse el mas influyente abogado del Poder en la sociedad dominicana, atendiendo a sus relaciones históricas con el dictador de turno, Joaquín Balaguer.

Entonces, principalmente por mi experiencia personal en situaciones un tanto similares, aquí mi consejo para el colega del tweet, sus seguidores y el resto de mis lectores abogados, consejo que realmente no es mío, pero que tomo de quienes si tienen la autoridad suficiente para de forma incuestionable ser respetados en cualquier aspecto relativo a la abogacía, y que les comparto con la pretensión de que como a mí en algún momento de la carrera, les pueda servir en el proceso inagotable de formación humana y profesional:

Si como explica el maestro Eduardo J. Couture en su décimo mandamiento (ama tu profesión): “[l]a abogacía no es ciertamente un camino glorioso; está hecho, como todas las cosas humanas, de penas y de exaltaciones, de amarguras y de esperanzas, de desfallecimientos y de renovadas ilusiones”, no tiene menos razón don Angel Ossorio y Gallardo cuando nos advierte cual estoico:

Lo que rinde y destroza al hombre no es el trabajo, por duro que sea, sino la serie inacabable de sensaciones que tienen en tensión el sistema nervioso y que son las características de la vida moderna, y especialmente de la vida del abogado.

“(…) Si en cada minuto recibiéramos los chispazos sin el pararrayos de la relativa insensibilidad, moriríamos todos de rabieta. La dificultad es ardua de veras. Hay que preparar la batalla con pasión y recibir impertérrito la noticia del resultado, tener ardor y no tener amor propio, amar y no preocuparse por el destino del objeto amado… Tiene los caracteres de una dramática paradoja.

“No es sencilla, no la urdimbre sentimental del Abogado.

Por todo lo anterior, considerando la fecha de hoy y de que con esta entrega por el resto de esta tan especial semana del año entiendo haber cumplido en gran parte mi cuota de responsabilidad social, apago el computador, preparo mi mochilita y me voy con mis amigxs a Playa El Limón, donde de seguro me esperan nobles y brillantes destinos capaces de renovar mi vocación y plan de seguir siendo un abogado de buen juicio exitoso en mi querido #MundoRD. Y ese es en esencia el anunciado consejo; en las palabras de Marco Aurelio en su gran obra Meditaciones: “Cuando las circunstancias te obliguen a turbarte, repliégate rápido en ti mismo y no rompas tu ritmo más de lo que sea necesario. Serás más dueño de la armonía si no dejas de volver a ella.” Se que no es fácil, pero tratemos…