Amigo Lector:
En esta oportunidad he querido plasmar, en esta entrega semanal, unas reflexiones oportunas para muchos y reveladoras para otros. De esta forma, hare un aparte del torrente de criticas y elogios a nuestra economía.
A mi corta edad, he aprendido a observar la conducta humana, en diferentes escenarios y circunstancias.
Mi percepción prematura, ha sido siempre la de abrazar la teología de Santo Tomás, de ver para creer.
La vida me ha dado el privilegio de haber tenido una madre alfabetizadora e inquisitiva; un padre pragmático, metódico y muy vertical.
Además, durante mi existencia, me ha tocado compartir con personalidades llenas de sabiduría y de amigos leales, oportunos y sinceros.
Sin embargo, ciertas realidades me han lacerado bastante, donde solo el bálsamo de la Oración me ha sanado.
Creo, con convicción, que el devenir de la humanidad está llena de desaciertos e incoherencias.
Nunca aceptamos nuestros errores, como un accionar humano, producto de nuestras convicciones, frustraciones e incompetencias. Esto así, al colmo de buscar culpables exógenos a nuestro accionar cotidiano.
Mi tránsito por esta vida terrenal, lleno de amor y sinsabores, me ha colocado en la disyuntiva de conceptualizar el fracaso, o el éxito, como propuestas circunstanciales de la vida, impulsadas por factores externos, ajenos a nuestro devenir emocional e intelectual. ¡Qué gran paradoja!
De ahí que, sí viene bien, y si no llega, también.
La humanidad, como la conocemos hoy, está llena de abrojos emocionales, que solo son superables a través de un ejercicio de introspección profunda y desprovisto de perjuicios y pareces.
Hay que despojarse de los efectos de la transculturación a la que nos han sometido durante las últimas décadas.
Sólo así podremos revivir nuestras convicciones cristianas y aquellos valores domésticos que nos inculcaron nuestros padres.
Lo ¨Divino¨ es solo una pobre conceptualización de la impotencia emocional, motivada por una carencia de competencias, dentro del marco indeleble de la soberbia material e intelectual.
Es lamentable que hoy día, el ejercicio de la prudencia se ha convertido en un lastre cultural, que promueve la vagancia extrema, a la hora de aceptar quienes somos real mente.
Tanto así, que en cada acto cotidiano de nuestras vidas, siempre señalamos a los culpable y no aquellos que realmente, nos hicieron reflexionar oportunamente.
Soy un fervoroso creyente de la circunstancialidad cotidiana debido a que los entramados cronológicos se presentan como eventos momentáneos que, luego de una efímera existencia, quedan en el pasado; lo importante es vivir el presente, que es la base indeleble del futuro. En otras palabras, atesorar lo vivido para sobrellevar lo que acontece.