Hay que ser muy fino hilvanando la existencia, para alcanzar a comprender que la huida hacia adelante no es barco que logre arribar a buen puerto.

Y a menudo me pregunto ¿es posible encontrar una realidad común de la que partir o estaremos condenados a afrontar nuestra existencia esgrimiendo verdades perpetuamente encontradas?

El ser humano precisa a menudo de un orden superior que le exima de pensar y decidir por sí mismo cómo abordar la existencia.

Demasiada perogrullada bajo el foco de unas luces de neón. Demasiada trivialidad, demasiado vacío precedido de trompetas y fanfarria.

Que tu aguijón nunca alcance a rozar siquiera a quien bien te quiere. Hay heridas, en apariencia leves, que terminan por causar daños irreversibles.

No hay en el bosque madera suficiente para una nariz acostumbrada a mentir.

Nos demoramos con frecuencia, y de modo innecesario, en el lugar al que hemos dejado de pertenecer

Es a todas luces insano dar por lícita mentira ajena, tan solo vano intento de quien no se arriesga a afrontar la decepción.

¿Puede el ser humano obviar toda expectativa? ¿Puede el hombre, en beatífica renuncia, abandonar toda esperanza de que algo acontezca?

Entre las muchas virtudes que alberga la naturaleza humana elijo el sentido del humor, la posibilidad de derrocharlo a manos llenas y la mesura suficiente que le otorgue razón.

Cuando la vida aprieta y se pone huraña es el momento de sentarse en sus rodillas y detener todo movimiento. Es la hora de atreverse a mirarla con cautela al fin de frente y aceptar su reto.

Si construyes tu existencia en torno a la mentira no te duelas de acumular escaso crédito. Tuya y solo tuya es la mala inversión y el descubierto en cuenta.

El postureo solo oculta aquello de lo que uno carece: el valor necesario para reconocer los propios límites.

Uno no es jamás enteramente de nadie, ni siquiera de sí mismo.

Es preciso ser selectivo y escoger con exquisito cuidado el momento en el que uno, frente a todas las respuestas posibles, elije el humor.

El hombre, para sentirse a salvo, califica de extraño todo cuanto escapa a su control, hace mofa de aquello que no comprende y encierra bajo llave toda diferencia que pretenda un pensamiento en libertad.

A veces el humor no es respuesta heroica sino burda carcajada.

Una mentira solo pervierte la realidad, no la hace distinta.

El ser humano teje con tiento confianzas, más no le tiembla el pulso en la siembra de discordias.

Reflexionar la existencia no le resta a la misma un ápice de frescura. Si has de vivir que al menos sea de modo consciente.

Toda mentira es un camino arduo de recorrer y de dudoso beneficio.

Ante el desastre inminente uno tiene dos opciones: plantarle cara y afrontarlo con los dientes apretados o tratar de esquivarlo, desviar la mirada y dejarse vencer por el miedo.

Si uno acepta complaciente y de modo consciente el engaño no puede culpar a nadie de vivir errado.

La decepción, ese insidioso y pérfido virus que acaba por demoler la más sólida construcción humana.

El humor, toscamente utilizado, puede llegar a ocasionar daños colaterales.

Si llegado el momento descubres que no hay finura ni elegancia en tus carcajadas, elige con más acierto de qué ríes.

Toda sobredosis de humor grueso en escena puede provocar náusea involuntaria en la platea.

Cuando el ser humana deje de pensar que el tiempo tiene respuestas, para todo cuanto no se atreve a cuestionar, habrá dado al fin un paso de gigante.

Elige en la derrota a ese tipo de amigos que, llegadas las mieles del triunfo, continúan a tu lado sin demandar dádiva ni privilegio. Elige en la victoria a quienes agitan por bandera lealtades cuando las luces han perdido intensidad.