Al cumplir los 14 años en 1958, vivíamos en la calle 19 de marzo casi Juan Isidro Pérez, que pertenece al barrio San Miguel. Apareció en la escena política el MPD, con la anuencia de Trujillo, cuyo local estaba ubicado en la Duarte casi esquina Mella. La idea era meterle miedo a los gringos.

Un amigo del barrio me llevó al local para que me inscribiera y me presentó a Máximo López Molina. Participé en algunas reuniones políticas y seminarios sobre los movimientos de izquierda para derrocar las dictaduras latinoamericanas y los esfuerzos de la Cuba de Fidel Castro para reforzar esa lucha.

Un día del 1960 escuché gritos de mucha gente que bajaba desde la Mella hacia el Conde por la 19 de Marzo. Salí y vi cómo masacraban a palos a los miembros del MPD, como una muestra de que el régimen no estaba dispuesto a que el comunismo incursionara en la política dominicana.

Trujillo estaba desesperado por las presiones externas y las sanciones de la OEA para que abandonara el poder después del atentado a Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela, enarbolando el anticomunismo como bandera para recuperar el apoyo perdido de Estados Unidos.

Yo entré en pánico porque en el barrio muchos sabían mi relación con miembros del MPD.

Me fui a donde mi familia materna en San Pedro de Macorís para salir del medio hasta que las cosas se calmaran.

Regresé un mes después. Pero seguíamos reuniéndonos en algunas casas seguras del barrio para oír las atrocidades que se cometían a diario y nombres de gente apresada por el SIM. Nos enteramos casi seguido del asesinato de las Hermanas Mirabal en noviembre del 1960 y apenas lo creíamos. Algunas embajadas se llenaron de gente buscando asilo político.

Tenía 16 años cuando mataron a Trujillo en mayo del 1961. Mi padre, separado de mi madre, llegó a la casa en pánico y nos dijo “nadie salga a la calle y esconde a los muchachos” y mirándome dijo: “y tú, rebelde de mierda, no salgas para que no te maten”. Tenía dos hermanos menores.

Cuando mi padre se fue, me escabullí a la casa de los Paredes y los Sanz, familias antitrujillistas, a menos de 50 metros de mi casa y donde nos reuníamos con frecuencia. Pregunté qué pasaba y ahí me enteré sobre los rumores de que habían matado a Trujillo.

Al día siguiente llegaban las noticias de que efectivamente habían asesinado a Trujillo. Todos nos abrazamos y abrimos botellas de ron y cerveza para celebrar, en silencio.

La represión se intensificó. Los Paredes desaparecieron por algún tiempo. Yo me quedé en la casa y mi mamá llamó a Kalil Hache, nuestro primo hermano, para decirle que estaba preocupada por mí.  Nos dijo que nos fuéramos todos a San Pedro, cosa que me disgustó.

Kalil también se refugió en su ciudad natal donde era muy querido, siendo el único personaje allegado a los Trujillo que no tuvo que huir del país.

Volvimos a Santo Domingo dos semanas después y regresé a mis andanzas políticas participando en protestas y quema de gomas. El 16 de enero de 1962, un día que jamás olvidaré, arranqué para el Parque Independencia con los muchachos del barrio, donde se celebraba una gran manifestación pidiendo la salida del país de Joaquín Balaguer y los militares trujillistas a quien Ramfis Trujilllo había dejado en el poder cuando huyó al exterior en agosto de 1961.

Después de muchos forcejeos con los militares, macanazos y decenas de heridos, la multitud no se movía del parque, hasta que llegaron los tanques comandados por el coronel José Cuervo Gómez. Estos, acorralados por la multitud, abrieron fuego de inmediato y miles comenzaron a correr, pero dejando atrás 5 muertos y cientos de heridos. Uno de los asesinados era el padre de dos amigos del barrio que vivían al lado de los Paredes. Me refiero a don Eugenio Sanz García.

Los disparos de ametralladoras eran estruendosos y salí del parque corriendo hasta mi casa, llegando en 8 minutos, récord no superado hasta ahora.

Pero resulta que la familia de Cuervo Gómez (su madre y dos hermanos pequeños con quienes nos juntábamos a diario) vivían exactamente frente a mi casa, en la 19 de Marzo. En menos de tres horas llegaron cientos de manifestante y quemaron la casa. Mi mamá le dio refugio a la familia de Cuervo Gómez y todos en el barrio los protegimos, a pesar de que su hijo mayor fue quien ordenó la matanza del Parque Independencia, donde una de las víctimas era un honorable hombre y vecino cercano, padre de dos compañeros muy queridos en San Miguel: Leo y Reynaldo Sanz Delgado.

Mientras la casa ardía, el cuerpo de don Eugenio era velado a pocos metros de distancia.

Lo que vino después fue el caos. Huelga general, manifestaciones, enfrentamientos armados hasta la salida de Balaguer días después de la matanza y del general Rodríguez Echavarría, el poder detrás del trono.

El pueblo se lanzó a las calles a celebrar, honrando la memoria de los caídos en el Parque Independencia. Fue el despertar del pueblo dominicano que apenas se imaginaba que lo peor estaba por venir. Es un día y un mes de la historia que no debe olvidarse.