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1.- Traslado del Padre Fantino al Cibao. Su magna labor educativa, social y evangelizadora

Con su habitual entereza y fidelidad apostólica, aceptó el  Padre Fantino su traslado hacia las tierras del Cibao. Inicialmente sirvió por breve tiempo en la Parroquia San Fernando, de la Provincia de Montecristi. A pesar de las dificultades encontradas, se dedicó por entero en dicha demarcación a la educación y a la acción evangelizadora que bajo su liderazgo espiritual cobró notable impulso.

En julio del mismo año escribe el Padre Fantino a Monseñor Merino, exponiéndole sus dificultades de salud y haciéndole partícipe de la invitación que había recibido de muchos padres de familia de la provincia de la Vega instándole a fundar allí un centro de enseñanza inspirado en valores cristianos.

A este respecto ha de tomarse en cuenta el fuerte predominio que en la Vega tenía la enseñanza normalista, de inspiración hostosiana, promotora de la escuela laica. Ya en 1901 el Padre Nouel, a la sazón Vicario Foráneo de la Vega, exponía a Meriño la conveniencia de fundar una obra educativa de orientación religiosa, refiriendo el nombre del Padre Fantino como uno de sus recomendados para emprender la misma.

El Padre Fantino encomienda a su cercano colaborador Sr. Orestes Menicucci la tarea de avanzar los preparativos que culminaron con su traslado a la Vega y el inicio de su fecunda misión en dicha provincia, donde quedaría grabada para siempre su impronta de gran evangelizador, guía espiritual y educador integral de varias generaciones, hasta convertirse, como justicieramente le denominara Don Emilio Rodríguez Demorizi, en el nuevo “Padre Las Casas” de La Vega.

A través del Señor Menicucci fue informado el Padre Fantino del alto interés de los munícipes veganos en la fundación del colegio. Asumieron el liderazgo de tan acariciado proyecto educativo los prestantes munícipes Jesús Martínez Bretón, Cristóbal Joaquín Gómez, Federico García Godoy, Wolf Paiewonsky, Emilio Córdova, Zoilo García, entre otros.

En misiva enviada al Padre Fantino prometen asegurarle su alojamiento y una matrícula de 32 alumnos a razón de $2.50 como cuota mensual durante seis meses, pero bajo el compromiso de que el ayuntamiento, finalizado el plazo, asumiría la subvención.

Llega sin demora a la Vega el  Padre Fantino el 24 de agosto de 1903. Nace así el famoso Colegio San Sebastián, abriendo sus puertas el 1 de septiembre del mismo año. El mismo se convertiría, conforme la atinada expresión de Don Emilio Rodríguez Demorizi, “en la más fecunda fragua de ciudadanos en el Cibao”.

A pesar de las vicisitudes patrias en aquellos días turbulentos de encarnizadas confrontaciones civiles, el colegio fue experimentando admirable adelanto y así se lo comunica el Padre Fantino a Monseñor Meriño en carta que le envía el 22 de marzo de 1904: “ El Colegio a pesar de los sucesos políticos, que le impidieron un más grande progreso, no ha dejado de adelantar: cuenta ahora setenta y tres alumnos, y pronto deben llegar ocho de Santiago y varios de la línea y S. Francisco de Macorís, y hay razón para creer que algún bien se podrá hacer entre los niños de estas comarcas”. (Francois F. Sevez, Op. Cit. Pág. 35).

A la par que su misión pedagógica se intensificaba su caridad hacia los más necesitados. Con apoyo de las Hermanas de la Caridad, funda el asilo San Vicente de Paul y una escuela elemental con el mismo nombre. Convierte en capilla provisional una casa modesta rentada al munícipe vegano Don Zoilo García y allí celebraba la eucaristía encendiendo el fervor y la devoción en toda la feligresía que tanto de La Vega como de toda la región se desprendía para escuchar su predicación y recibir su consuelo espiritual.

Del  Sr. Virgilio Sánchez (Bilo), que a decir de Sevez fue la persona más cercana al Padre Fantino, se lee el siguiente testimonio que dejó consignado en sus anotaciones:

De diferentes secciones de la provincia y de lejanas distancias se formaban grupos los cuales emprendían su jornada desde la media noche, tiempo frio, lluvioso, a pie descalzo por los fangos, para venir a oír la prédica y alcanzar la misa de los martes y los domingos. Esos grupos de personas llegando frente a la iglesia faltando varias horas para amanecer, y muchas  veces en tiempo de invierno, se arrimaban como ovejas al seto, y allí esperaban que llegara el día, y cuando abrían la iglesia imagínese con qué gusto entraban”.

Hasta 1927 estuvo el colegio San Sebastián dirigido por el Padre Fantino. A partir de esa fecha lo puso a disposición de Monseñor Nouel, Arzobispo de Santo Domingo, quien lo cedió en donación vitalicia a las Hermanas Terciarias Franciscanas de los Sagrados Corazones quienes lo transformaron en el Colegio de niñas Inmaculada Concepción.

Como otras veces en su vida de consagrado apóstol, afloraron las mezquinas e infundadas calumnias que le atribuían fortuna. Precisamente contra él, que en manifestación de radical pobreza, vistió siempre con el humilde atuendo de San Francisco de Asís.

Fue a partir de 1927 que el Padre Fantino se traslada al Santo Cerro desde donde dedica los 12 últimos años de su existencia a continuar sembrando caridad y promoviendo integralmente al ser humano.

Entre octubre de 1925 y febrero de 1933 desempeñó el Padre Fantino varias responsabilidades eclesiásticas, entre las que destacan la de Cura Párroco de Jarabacoa en octubre de 1925, Capellán del Santo Cerro en 1926, Cura Párroco de Bonao en 1931, Confesor Ordinario de las Hermanas Terciarias Franciscanas del Colegio Inmaculada Concepción en enero de 1933 y en febrero del mismo año fue nombrado al frente de la Parroquia San Juan Evangelista, de Salcedo.

Su labor apostólica y educativa era incansable. En el Santo Cerro funda el Colegio Padre Las Casas, definido como el “último baluarte en las lides de la enseñanza” lo mismo que reedifica el Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes, construye aljibes y tanques para beneficio de los moradores del lugar, gestiona el alumbrado eléctrico y construye la casa a las Hermanas Mercedarias.

Para entonces, funda en el Santo Cerro la Venerable Orden Terciaria Franciscana que había iniciado antes en la Vega y la cual fue creciendo en membresía  gracias a su celo constante.

Fue deseo ferviente del Padre Fantino, y así lo expresó en carta enviada a Monseñor Nouel, ya desde julio de 1907, que se estableciera en el santo cerro un seminario ante “el escaso número de sacerdotes en esta Arquidiócesis”. Su admirable propósito no pudo verlo materializado en vida pero dos años después de su muerte, en fecha 9 de marzo de 1941, quedó formalmente inaugurado el Seminario Menor al que fue dado su nombre en el mismo lugar donde antes fue levantado el Colegio Padre Las Casas.

2.- Trillado de espinas está el camino del buen apóstol

Como en la de todo buen servidor, la vida del Padre Fantino no estuvo exenta de  sinsabores y contrariedades. Fuerzas extrañas conspiraron para alejarle de su Santo Cerro amado. Así lo expresaba el periodista Benjamín Sánchez, en mayo de 1931:

El Padre Fantino, como le llama todo el mundo, es un abnegado en la extensíon más amplia de la palabra. Pudiendo ser poderosamente rico, vive constantemente en la miseria, porque todo lo da. Se distingue por su humildad extrema y por su resignación más extrema todavía”.

“Fantino, en cuanto a no quejarse de los maltratos  que recibe, es como los irracionales. Él aguanta inmutable los mandobles del egoísmo y los zarpazos de la insensatez. Fantino siempre calla; sus quejidos de angustia se ahogan en el recinto de su pobre residencia. Ni una sola mueca de inconformidad, ni un reproche siquiera a sus perseguidores se vislumbran en su beatífico semblante.

Dejar a Fantino en el manso reposo del Santo Cerro y admirarlo en su abnegación suprema, es dignificar las grandezas de la religión cristiana. Fantino merece VENERACIÓN”.

La vida claustral que ha llevado siempre; el ejercicio inmaculado del sacerdocio que profesa; su aislamiento del medio humano y su extraordinaria vocación apostólica han sido causa para que los que no son como el, ni como él proceden, pongan en su camino los obstáculos que están minando su preciosa vida”.

En parecidos términos, se expresaría, de igual manera, unos días después, el periodista vegano Américo Fernández, secundado a su colega Sánchez, destacando los méritos del Padre Fantino. Señalaba, al respecto, que no fue un lecho de rosas su trabajo pastoral tanto en Jarabacoa como en Bonao, donde no le faltaron “descarados desprecios” y “fue presa de las maldades de los impíos”, pero  que a pesar de ello:

“…el Padre Fantino con esa indiferencia, con esa bondad nazarena, le dio de espaldas a la citada común como si le hubiera brindado una lluvia de perlas…Y hoy, gracias al arquitecto supremo de la naturaleza, le vemos como lo grande mirando siempre al sol pero doblegado tras los crueles embates de la enfermedad que lo mantienen en cama.

Empero, uno que otro periodista al igual que yo, reclamamos respetuosamente de la Superior Curia que el bondadoso sacerdote no sea removido del paraje del Santo Cerro, lugar desde donde, a manera de faro luminoso, irradia en la conciencia de cada vegano”.

3.- Reconocimientos. Su humilde actitud ante ellos reflejados en una anécdota

No obstante las espinas y sinsabores, los buenos feligreses y munícipes veganos, lo mismo que el gobierno y las autoridades eclesiásticas no fueron mezquinos en reconocer los altos méritos del Padre Fantino. El  24 de enero de 1928 el Ayuntamiento de La Vega lo declaró Hijo Adoptivo y fue honrado por la asociación de periodistas y demás instituciones, privadas y públicas.

Lo haría, de igual manera, el gobierno nacional, pues el 6 de noviembre de 1935, Trujillo se dirige al Consejo de La Orden de Duarte, Sánchez y Mella, expresándole su propósito de que se otorgara al Padre Fantino la precitada condecoración, “la más alta que la patria reserva a sus hijos meritísimos”. La misma fue aprobada a unanimidad dos días después, procediéndose  en fecha 11 de noviembre de 1935 a la emisión del decreto que hacía efectivo tan merecido galardón,  en el grado de Caballero.

De igual manera, la Santa Sede, conducida entonces por Su Santidad el Papa Pio XI, mediante un Breve del 16 de noviembre de 1938 procedió a conferir al Padre Fantino la dignidad de Prelado Doméstico, con derecho al uso del título de Monseñor.

No era el Padre Fantino, empero, como todos los grandes servidores de Dios, hombre proclive a los homenajes ni a los reconocimientos, consciente de que el mayor gozo y gloria del cristiano consiste en la entrega incondicional a los hermanos sin esperar nada a cambio.

Su honda sencillez quedó retratada de cuerpo entero en el comentario que le hizo a Monseñor Pittini cuando este le comunica la decisión del Papa, conforme consigna Monseñor Felipe Gallego: “Yo le agradezco Señor Arzobispo…toda esa atención; pero le suplico que no se acuerde de mi para nada de eso. Este pobre viejo no se merece esas cosas ni le cae bien el Monseñor”.

4.- Los días finales de un gran hombre de Dios

Abrumado de trabajos y fatigas su salud cardiovascular se fue resintiendo considerablemente a lo que contribuyó en no poco el accidente que sufriera en la cumbre, camino a Santo Domingo,  el 17 de marzo de 1937 al romperse el guía del vehículo en que viajaba al funeral del P. Francisco de Castro, Provincial de la Orden Franciscana.

En la madrugada del martes 4 de julio de 1939, harán ahora  ochenta y cuatro  años, producto de un paro cardiaco, entregó su alma al Divino Hacedor el nunca bien llorado Padre Fantino, cuando recibía los desvelos y atenciones médicas de los facultativos del Hospital San Antonio, en San Pedro de Macorís, al cual estuvo tan íntimamente vinculado desde su llegada al país.

En tránsito a La Vega, Monseñor de Mena ofreció un responso, frente a la catedral,  por el eterno descanso de su alma junto al clero y gran cantidad de fieles y amigos, pero la gran apoteosis fúnebre se la ofrecería La Vega de sus amores.

La Corporación Municipal, la banda de música y todo el alumnado, más de cuatro mil personas se estimó entonces, fueron en cortejo doliente a recibirle a la Avenida García Godoy para recibir el féretro contentivo de sus restos mortales, que sería luego conducido a la Sala Municipal.

Luego sería llevado al templo para las últimas exequias. Como afirmara un cronista de entonces: “…el templo estaba congestionado de fieles y amigos en tal número, que sobrepasaba al de un Viernes Santo”. Luego sería llevado a su amado Santo Cerro y sepultado al pie del altar de la Virgen, cumpliéndose así su última voluntad.

Escribió Monseñor Felipe Gallego, que revisando los libros del Padre Fantino, dentro de uno de ellos encontró un papelito que expresaba lo siguiente:

Al Padre que me de los Santos  Sacramentos, si Dios lo permite, le diré: querido Padre, le ruego que el día de mis funerales no se diga de mí una sola palabra; he vivido siempre pequeño y escondido y así quiero presentarme delante de nuestro Dios”. ¡Era la humildad personificada!

Así terminó sus días terrenales  el gran Padre Fantino, a quien un día, por su gran ejemplo de amor a Cristo en los hermanos, esperamos ver los dominicanos elevado a la suprema dignidad de los altares. A  este respecto, el 24 de mayo de 1989 escribía el Padre José Luis Sáez, en su importante columna “Retrato de medio cuerpo”, del desaparecido periódico “El Siglo”, lo siguiente:

Todos hubieran jurado que era un santo a pie. Pero, al cumplirse ahora medio siglo de su muerte, la diócesis de La Vega hace los preparativos para iniciar el estudio de sus virtudes, y quizás verlas reconocidas un día por la Iglesia.

Lo que el mismo pueblo dominicano pensaba ya en 1939, y piensa aún, ha quedado plasmado en la lápida que señala sus restos en el Santuario: Monseñor Doctor Francisco Fantino. Apóstol, Maestro y  Filántropo. Amado de Dios y de los hombres. Su memoria es una bendición. E.P.D”.

Fuentes consultadas

García Godoy de Chottin, Gisela. El Padre Fantino. Listín Diario, 5 de julio de 1971. Pág.7

Listín Diario, años 1931, 1935 y 1939.

Monseñor Felipe Gallego, S.J. Una Gloria del Sacerdocio. Vida del Reverendo Padre Francisco Fantino Falco, Santo Domingo, 1960

Sáez, José Luis. Francisco Fantino Falco. Columna “Retratos de medio cuerpo”, “El Siglo”, 24 de mayo de 1989, pág. 11

Sevez, F. Bosquejo Biográfico del Padre Fantino, Santo Domingo, 1941.