“Estoy vivo, pero sin existencia real”. Esta es una declaración de un joven en la República Dominicana, y no de alguien que tiene en mente al filósofo francés René Descartes; mas es una triste y amarga manifestación de una persona pensante y atribulada por su precaria condición de vida. Esta inaudita expresión se hizo cuando un grupo de jóvenes cantaba, oraba y expresaba confiadamente sus ideas en la manera que los fieles creyentes acostumbran a hacer en algunas congregaciones, en una iglesia de la periferia de Santo Domingo.

Un joven de la congregación habló en forma respetuosa, pero con vehemente precisión, diciendo lo siguiente: “Algunos jefes de denominaciones y grupos religiosos han estado luchando afanosamente para hacer valer sus puntos de vista a favor o en contra de asuntos importantes para mantener en alto sus doctrinas y tradiciones, o para obtener supuestos derechos que creen son propios de obtener. Yo, sin embargo, estoy seguro de que la reclamación que hago aquí será escuchada y positivamente contestada; dado que, Dios y su justicia no están lejos de cada uno de nosotros, porque en Él vivimos, nos movemos y existimos”. (Hechos 17: 27-28). 

“Muy bien, sin embargo, estos mismos dirigentes no toman su liderazgo para señalar, inculcar y hacer valer que innumerables nacidos en esta tierra son hijos e hijas de Dios y merecen tener la documentación propia y legal como seres vivientes, con existencia real.” 

El feligrés continuó diciendo lo siguiente: “Estoy aquí pensando y preguntándome, si realmente tengo parte en este mundo, aparte de mi esperanza de vida eterna. Cuestiono si tengo lugar en la comunidad que puebla esta nación donde nací y crecí. Surge en mí la curiosidad: ¿acaso estoy en lo cierto que estoy vivo? Pues, no tengo existencia real, legal, cívica, nacional, y no gozo, ni participo en las particularidades inherentes de un nacido en este hogar insular dado por Dios.” 

El joven continuó: “Quiero decir enfáticamente que ‘estoy vivo, pero sin existencia cierta, verídica, innegable, ni actual. Por mi fe y convicción, sé que Dios me ha creado; sin embargo, quiero fervientemente obtener la documentación que me haga saber que ciertamente estoy vivo; tengo existencia real y actual como ciudadano de este país, que es lo único que conozco, y amo como mi patria”. “Como todos sabemos, dirigentes religiosos se afanan en predicar y elevar la vida espiritual de los fieles creyentes. Por otra parte, los políticos luchan por obtener la simpatía y votos de los que viven y tienen real existencia ciudadana y edad para votar.” 

El compungido feligrés, siguió su reclamación, diciendo: “La esperanza mía es tener verdadero lugar en este conglomerado; tener la documentación que legalice mi existencia; ver con certeza mi nombre, apellido y nacionalidad”. 

“Soy parte de este pueblo que amo, a pesar de la triste condición en que estoy por culpa de la falta de organización de Haití, el país de dónde vienen mis padres; además, sufro la inoportunidad de mi existencia debido al prejuicio de algunos de esta nación, por sus leyes, y por la falta de autoridad y valor de los que tienen la facultad de hacer valer los asuntos del Estado dominicano”. 

Siguió diciendo el joven: “Quiero enfatizar que es justo, moral, y necesario tomar decisiones pertinentes, carentes de prejuicios raciales, y distensiones históricas, para adecuar a los miles nacidos y criados en esta parte de la isla de Quisqueya; pues, hay que rescatar cívicamente personas como yo, que están en esta perecedera situación, a fin de dar cumplimiento a la innegable verdad, que todos somos hijos de Dios, y particularmente semillas plantadas en este terruño. 

Continuó afirmando: “Nosotros debemos disfrutar de los justos honores y obligaciones, inalienables de los seres nacidos y criados aquí.  Es irrevocable el derecho a la libertad de igualdad que es fundamental de todos los nacidos; pues, ante Dios, somos parte integral de los innatos en la Tierra. Es de lugar adecuar los sentidos y los códigos naturales, que son innegables a los derechos humanos. Es tiempo que esto se haga. 

El joven elevó su reclamo a los dirigentes religiosos, a las personas de sensibilidad humana, a los políticos de conciencia límpida, a los funcionarios con capacidad de actuar con bases de ética-moral, con verdadero valor, y con rectitud de virtuosa personalidad. Reclama que su caso y de los más de siete mil descendiente de inmigrantes que enfrentan las barreras administrativas sean aliviados de esa condición inhumana que viene sucediendo desde hace dos años con el estancamiento y los pocos avances alcanzados por la Ley 169-14.

Prosiguió diciendo: “Estamos reclamando al Estado de la República Dominicana, remover en nudo de “la discriminación institucional”; pedimos al Ministerio de Interior y Policía habilitar el departamento que facilita el proceso del registro especial establecido en la Ley 169-14. Suplicamos que la Junta Central Electoral (JCE), las organizaciones de Dominicanos por Derecho, tomen en cuenta el traslado de los libros de transcripciones de los registros de nacimientos; pues, los fallos conscientes o inconscientes de estas normas legales y humanas legislativas, porque estos tiñen esta época histórica de una obsesión objetable, irracional, y sin razón de ser”.

“Más ahora, ante la embestida feroz, racista y xenofóbica con inmigrantes haitianos en la ciudad Juan Bosch, quiero recalcar, que sea oída la recomendación de Conferencia Ecuménica de las Iglesias del Caribe para Migraciones, exhortando al Gobierno que reside el Presidente Constitucional Lic. Luis Abinader, que de una vez por toda, aplique la Normativa de la Ley de Migración 2004, para garantizar el cumplimiento respetuoso de los protocolos prescritos en la misma, respecto de la Política Migratoria del Estado sobre migrantes que residen en la Republica Dominicana”.