Lo impensable ha sucedido. Con la invasión Rusia a Ucrania queda claro que entramos en la era de las incertidumbres, están cambiando los códigos, pero, de igual manera los paradigmas, nada volverá a ser igual. La COVID cambió el mundo y la forma de pensar de sus gobernantes.

No hemos salido de la pandemia y desde Europa del Este suenan las alarmas que llaman a una conflagración sin precedentes, porque traerá consecuencias a nivel planetario. Habrá una madeja intrincada de situaciones que podría poner en peligro la vida de millones de seres humanos, producto de este complejo ajedrez geopolítico donde los organismos creados desde hace años (ONU/OTAN) debieron asumir posturas más responsables, buscando verdaderas alternativas de solución diplomáticas que después de 8 años del conflicto Rusia-Ucrania demuestran que fallaron.

El panorama de lo que le espera al mundo es desconsolador, porque la pandemia ha afectado de manera comprobada a más de 433 millones de personas, y se ha cobrado la vida de cerca de 6 millones de seres humanos, esos son los datos como secuela sanitaria; los datos de las profundas secuelas sociales y económicas es muchísimo más desgarrador, por las inequidades que se presentan en nuestras sociedades, donde los de abajo, obreros, trabajadores y campesinos, les ha tocado la peor parte.

Esta confrontación va a realinear al mundo, y está claro que Rusia cuenta con el beneplácito de los dos países más poblados del mundo, China e India (2,800 millones entre ambos países), lo que hace suponer que es un verdadero desafío hacia el poderío de los EUA y de Europa, que afectará seriamente las economías occidentales, por los aumentos que se espera del precio del petróleo, del gas, de los commodities agrícolas, entre muchos otros.

Eso será devastador para las débiles economías como la nuestra, que no tiene manera de enfrentar airosamente los graves problemas que se generará por el aumento del costo de la vida de nuestros ciudadanos, que desesperados crearán tensiones sociales con protestas que pondrá contra las cuerdas al Gobierno del Cambio.

El presidente Abinader tendrá con esta doble crisis su mayor prueba de fuego, por lo cual le será sumamente necesario acudir a la clase política para su respaldo, y necesitará de la asesoría de los líderes más importantes del país, en especial del expresidente Leonel Fernández, el más experimentado de los políticos, ya que este tuvo que sortear como gobernante la gravísima crisis financiera del año 2008 y al Ing. Miguel Vargas Maldonado en el área internacional, que por su vastas relaciones le puede ser de mucha utilidad para los actuales inquilinos de la mansión de Gazcue.

No menciono al expresidente Danilo Medina, porque no le creo en el ánimo ni en la intención de colaborar de manera alguna con este Gobierno, por la persecución de que es objeto por parte del Ministerio Público, que mantiene desde hace más de un año a su hermano, Alexis, encarcelado.

A este pesimista panorama se suma el carácter agiotista, acaparador e insaciable del alto empresariado, que se aprovecha en su naturaleza rentista de todas las crisis para sacar el mayor provecho, aumentando los márgenes de beneficios, importándoles muy poco los exiguos bolsillos de la mayoría de nuestro pueblo.

Todo aumentará de precio y esto será caldo de cultivo de más feroz crítica en las redes sociales, que sumado a las acciones de los indignados sociales, críticos de oficios que buscarán insuflar la población para que ésta salga a las calles a protestar por el aumento de todos los artículos de consumo popular.

La luna de miel del pueblo con el Gobierno penosamente terminó y las fricciones vendrán, le será muy necesario al Presidente contar con el mayor apoyo político y social de los sectores conscientes de la Nación, de que su administración en gran parte no es culpable de la situación, precisamente le respaldarán aquellos que actúen de buena fe y de manera patriótica por encima de mezquinos intereses electorales.

Para eso el presidente Abinader tiene que dejar de lado el criterio de repartición esteticista que ha primado en el Gobierno, y deberá buscar poner a su lado a políticos y líderes sociales que se parezcan a la mayoría (mulatos, negros y mestizos), ese morenaje que representa el 93% de nuestra población, tales como los dirigentes perremeístas, doctor Guido Gómez Mazara y el Ing. Ramón Alburquerque entre otros, de igual manera, el Jefe del Estado deberá cambiar de voceros, que no le parezcan popis a esta ciudadanía para que les puedan llegar a los sectores populares, que serán los más lastimados de la crisis que se avecina.

El Gobierno se verá obligado a controlar los precios de los productos, sobre todo de la canasta básica, porque si los deja por la libre como hasta ahora está nuestra oligarquía voraz, dueña de toda la estructura comercial, hará de las suyas y convertirán a los supermercados y grandes almacenes más que en las casas del terror, ¡en verdaderas sucursales del Infierno!

Lo que le espera a nuestro país no es nada esperanzador, como al resto de los países de la región con la diferencia de que en este país desde hace mucho tiempo es sumamente costosa la vida, por los amplísimos márgenes de beneficios con lo que opera el empresariado local, más un ITBIS de un 18% que pondrá por las nubes e inalcanzables los artículos de consumo diario de los dominicanos.

La gente tendrá que dejar los vehículos parqueados en sus casas, porque no habrá bolsillo que mantenga el costo del combustible, además de su altísimo precio también por el aumento del consumo del mismo, producto de los tediosos tapones que mantiene irritados a los citadinos ciudadanos.

Si a los de los barrios populares, donde la miseria abate el Gobierno, no llega con productos subsidiados, utilizando la estructura del INESPRE, será una pandemia de hambre más que de la COVID la que tendremos, porque los obreros y trabajadores informales no tendrán como poner la comida en sus mesas, y ese sí será el mayor dolor de cabeza que tendrá el Gobierno, puesto que aumentarán sustancialmente la delincuencia, producto de la profunda inequidad social que con mayor dureza enseñará su peor cara.

El Gobierno tiene que prepararse para definirse a quién le sirve, ¿si a la oligarquía o al pueblo?, porque a los dos no les puede ser útil de manera simultánea en esta grave crisis que le tocará sortear, debe el Gobierno crearle conciencia al alto empresariado de su deber en estos momentos, donde debe aparcar un poco sus ímpetus expansionistas comerciales para hacer causa común con los que lo han hecho inmensamente ricos, el pueblo, para que demuestren que tienen con él, un mínimo de empatía social, de no obtemperar al llamado; el Gobierno deberá hacerle entender los límites que impone la prudencia y enseñarles las líneas rojas que nadie deberá cruzar, so pena de sentir el poder coercitivo del Estado, porque si no lo hace, el Gobierno tendrá entonces que usar las fuerzas militares para tratar de parar el descontento popular, cosa que no le aconsejó al presidente Abinader, porque esto sería su rompimiento total con el pueblo y su tumba política.

Las consecuencias de la pandemia y de las confrontaciones geopolíticas de factura exógena no las podrá evitar el Gobierno del Cambio, pero puede tomar medidas para amainar sus efectos, si actúa rápidamente con inteligencia, porque este será el mayor desafío de la administración perremeísta, que ratificará la racha de mala suerte que como Gobierno le ha tocado al PRD en el pasado, ahora tendrán que enfrentar solos, muy a diferencia de experiencias anteriores, ya que no cuentan con el liderazgo de un Peña Gómez para atajar a las masas ni para reenamorarlas si momentáneamente pierden su apoyo, es por mucho el mayor reto histórico de esta gestión, el tener que demostrar que están equivocados los que piensan que ellos fallarán, procurando sacar del imaginario popular la frase de que: ¡los perredeístas (perremeístas) no saben gobernar!