Pocas cosas son tan necesarias para una persona como el tener buenas razones para vivir. Cuando tienes dudas de si vale la pena vivir o no, tu propio cuerpo funciona con deficiencias que pueden provocarte enfermedades.

Para el Ser Humano vivir de forma plena, es necesario que crea que su vida vale realmente la pena y que tenga la capacidad de disfrutar de su existencia, cualquiera que ella sea. No importa lo que los demás piensen sobre el valor de nuestras vidas, sino lo que nosotros mismos pensemos.

Organismos internacionales han comunicado su preocupación por el incremento progresivo de la tasa de suicidios, siendo una importante causa de muerte en algunos grupos humanos, por ejemplo, entre los 20 y 40 años, que como sabemos es un grupo con mucha expectativa de vida por delante. Pero todos compartimos sin saberlo, con posibles suicidas. El suicido es tan solo la punta del iceberg, lo impactante, una condición extrema de desmotivación, pero existen múltiples grados de insatisfacción existencial.

Es evidente que actualmente hay altos niveles de: estrés, depresión, ansiedad, falta de sentido existencial, desamor, desesperanza, pérdida de valores, etc., todo esto repercute fuertemente en nuestra conciencia y solemos creer que, pese a eso, nuestros cuerpos, mentes y vida social, marchan sin ningún inconveniente. Pues como hemos dicho otras veces, en los humanos, los pensamientos son los que dirigen nuestra existencia, de manera que la calidad de nuestros pensamientos produce nuestra calidad de vida. Es muy simple, tu vida no puede ser un paraíso si llenas tu mente de basura.

Hablamos del suicidio, que es la muerte ocasionada por la misma persona de forma voluntaria, pero mucho más frecuentes son los suicidios involuntarios o inconscientes, ejemplos de ellos: manejar de forma temeraria, alimentación inadecuada, conductas violentas, alcoholismo, pasatiempos de alto riesgo, tabaquismo, drogadicción, vivir sin control, no seguir consejos médicos, etc. Si llevas esos tipos de vida, sabes que tarde o temprano te matarán, ¿te has detenido a pensar por qué no deseas vivir?

Cuando tienes pocas o inadecuadas motivaciones tu organismo es más débil, propenso a enfermedades y menos resistente a los traumas. Someterte a una cirugía o adquirir una infección importante, serían de mucho riesgo.

Debes conocerte, descubrir tu verdadera personalidad, entender por qué haces o no haces determinados actos, comprender lo que verdaderamente te agrada, estar consciente de tus sentimientos, analizar tus emociones, en fin, enamorarte de tu propio ser. Puedes vivir sin querer a alguien en particular, pero la vida no es agradable si no aprendemos a querernos a nosotros mismos. Pocas cosas son tan valiosas como el que puedas valorar lo que eres.

Uno de los mejores indicadores de una mente sana es el tener la motivación de agradar a quienes te rodean, al hacerlo, tu vida normalmente será agradable, excepto si el aprecio o interés por los demás es fingido.

A menudo descubres que el lugar donde vives y del que siempre te quejas, resulta maravilloso para otras personas. Que la persona que rechazaste por sus terribles defectos es la adoración de su nueva pareja. O puedes observar montones de solicitudes para conseguir empleo en tu misma empresa que constantemente maldices. Quejarnos por lo que creemos que no tenemos nos aporta poco, de vez en cuando debemos limpiar nuestras gafas para ver mejor el mundo en que vivimos.

Si abandonas a tus familiares tu vida no será más fácil, pero además quienes te traten sabrán que no eres confiable. Disfrutar al compartir con los tuyos es un poderoso estímulo para vivir. Quien no tiene parientes y amigos a quienes verdaderamente ame, difícilmente tendrá una larga vida.

La vida no es siempre color de rosa y para cuando lleguen los momentos duros (que siempre llegarán) conviene estar preparado. Te preparas: conociéndote, amándote, ejercitándote, alimentándote y cuidándote. La soledad crónica nos afecta y nuestros seres queridos, son verdaderas armaduras que nos protegen y que pueden darnos luz, aunque llegue la noche.

Algunos hábitos incrementan nuestra resiliencia: orar, leer, estudiar, meditar, ejercitarnos, bailar, jugar, escuchar música, trabajar, servir, comprender a los demás, compartir con amigos y ayudar a otros.

Es conveniente tener un kit de salvación, para cuando lleguen los momentos en que peor te sientas, puede ser una pequeña caja, donde pongas aquellas fotos que te hacen sentir feliz, aquella medalla que ganaste con mucho orgullo, la carta que te estremeció de alegría, el objeto que te recuerda tu mejor viaje, el reconocimiento que le hicieron a tu hijo, en fin, todas aquellas cosas que te hacen vibrar de alegría y pensar que, pese a todo, la vida vale la pena.

Como adultos nos sentimos realizados cuando logramos tener una vida satisfactoria, siguiendo los lineamientos de nuestros principios y valores, pero nunca podemos olvidarnos del niño que vive en nuestro interior y que debemos darle cariño, comprensión y dejarlo que se divierta.