El Coronel Francisco Alberto Caamaño Deño abraza a sus hijos Alberto y Francis, en un momento durante la Revolución de Abril de 1965. Fuente: Imágenes de Nuestra Historia

Ayer jueves 16 de febrero se cumplieron 50 años de la muerte de Francisco Alberto Caamaño Deñó. Conmemorando este aniversario, desde ese momento se exhibe en cines el documental “Caamaño, de militar a guerrillero” realizado con mucha perseverancia y dedicación por René Fortunato, quien tiene más de treinta años de carrera produciendo documentales y cuya trayectoria demuestra una evolución impresionante tanto de él como de las tecnologías disponibles. Ahora es posible limpiar mejor los audios y ampliar los recursos técnicos, pero Fortunato también ha hecho esfuerzos considerables en construir de manera más clara un argumento. En un principio él trabajó más la preservación de los archivos y la concatenación de sus piezas seguía sobre todo un criterio cronológico. A partir de Bosch: presidente en la frontera imperial se notó un esfuerzo mucho mayor en usar el discurso del propio escritor y político para tomarlo como mapa a la hora de narrar parte de su vida.

En esta entrega sobre la vida del hijo de un militar de la dictadura que tuvo una intensa influencia en República Dominicana en los últimos diez años de su vida, Fortunato se concentró en mostrar el aspecto idealista y trabajador que tuvieron sus últimos años, sobre todo los pasados en Cuba.

Esta pieza es muy, muy útil para aprender sobre nuestro pasado reciente, algo que ya han empezado a hacer unas cuantas personas.  Un detalle singular de esta experiencia es que representantes de los sectores “anticonstitucionalistas” y “represivos” a los que Caamaño se opuso fueron invitados a ciertas exhibiciones previas del documental.  En una muestra de elegancia y apertura, algunos de ellos también asistieron a las mismas. Desde ambos lados, es una evidencia de voluntad de diálogo y aprendizaje.

En ese espíritu, además de agradecer la realización, comparto algunos énfasis con los que no estoy de acuerdo. Para empezar, se presenta a la política de austeridad del presidente Balaguer como causante de la miseria en República Dominicana. Eso es discutible. Si esa tesis sobre el aspecto nocivo de la austeridad tuviera cierta validez, entonces el endeudamiento masivo de los gobiernos posteriores se ha encargado de demostrar que "inyectar masivamente capital a la economía" tampoco ha sido una solución para la totalidad de los problemas de la nación.  Más que atender a no cometer excesos de austeridad, con pocos o muchos recursos hay que hacer buen uso de ellos.

Otro aspecto con el que no estoy de acuerdo es que, si bien en el documental se alude a las acciones del “coronel de abril” anteriores a su estadía en Londres, Cuba y finalmente su muerte en febrero de 1973, siento que se le hubiese podido conceder más fuerza a la verticalidad y sentido de coherencia de este hombre, más allá de su trágica inmolación. Es cierto que Caamaño no fue suficientemente comprendido y que tampoco tuvo la oportunidad de ser juzgado, pero es como si refiriéndonos al sacrificio de un tocayo suyo, Francisco del Rosario Sánchez, nos concentrásemos en su muerte en San Juan, sin destacar que gracias al sacrificio de Sánchez y tantos otros que murieron en batalla el país pudo obtener su independencia.  Yo hubiese agradecido que el documental también trabajase en demostrar que el sacrificio sirvió para algo, que hay un motivo de satisfacción con el esfuerzo desplegado, que la semilla germinó en una hermosa planta, aunque haya pasado un tiempo bajo la tierra, al estilo la hermosa canción que Ramón Leonardo sobre el mismo personaje.  La oportunidad que nos ofrece este filme es que, a través de él, más personas pueden reflexionar sobre los aprendizajes que derivan a partir de esta vida.