Nos aferramos a los nombres como tablas de salvación. El suyo que nos mantiene aferrados al siglo XX, como aquel niño héroe holandés que con sus manos trataba de que el dique no se rompiera y a él se le rompían las manos tratando de que el agua no saliera.
Se acabó el arte de andar a pie, las funditas de papel, el gofio, las matinées en los cines barriales, los paseos refrescantes por el malecón, ¡pero Raphael y su Fans Club se mantienen de pie!
Monje, espadachín contra los demonios que salían de los cuerpos tristes, el suyo fue saltando del LP a la vellonera, de los tugurios al oropel del viejo y del nuevo Jaragua, de la decadencia del Club Naco hasta las noches todavía sin perico del Club que no menciono para no calentarme -y calentarlos.
Cuando Gabi regresó de Nueva York en 1968, luego de estar cuidando niños y trabajando en factorías, trajo un tocadiscos y un disco de 45 rpm. “Cuando tú no estás”, “Sin Laura”, son temas que todavía erizan, demuelen, me transforman en el niño que todavía camina por los patios del Villa Francisca nada que ver con el de Marcio, con el que tiraba al puente, donde era más fácil despegarse porque el puente estaba cerca y muchos se tiraban por ahí, con y sin Raphael.
Raphael en el cine Estela, llevándonos hasta Acapulco. Los fanes de Raphael y Sandro, como ejércitos de apaga y vámonos, enfrentados por un mechón del cantante, del Dios, del artista, mientras el Veterano y el Dr. Pildorín sacaban un papelito de la fundita, y el ganador era…
Raphael visitando al Dr. Balaguer, el primer fans del orgullo de Linares. Raphael llenando estadios, inundando corazones, compensando las durísimas noches junto a cualquier Bermúdez o Brugal añejo mientras esa podía ser tu gran noche.
Raphael como un santo anual caminando sobre las aguas de las multitudes y las niñas de Moca y la capital, desde Jocelin Peña hasta Tania Rodríguez, pasando por vaya usted a saber cuántas testosteronas, emociones, brincos, despelotes, porque estar enamorados es, porque en carne viva, porque de nuevo, por favor, repite, cuando tú no estás.
Raphael quedándose ahí mientras nacíamos, crecíamos, reventábamos, nos largábamos, volvíamos, porque como dice la poeta Sandy García en su frase más memorable, sabrás que por más vueltas que des en esta vida siempre volverás al Parque Independencia, que es el parque “más feo de la bolita del mundo”, según el poeta Homero Pumarol.
El mundo podrá apagarse como una vela del Mercado Modelo, pero Raphael siempre estará ahí, cuidando de tu abuela en aquella película, o disfrutando del sol en Acapulco, donde todo nos llena de sol, cuidándote a ti, o grandulona, inmensa niña de paja, abuelasa de la Orden de las Raphaelianas Irredentas, que es una especie de geriátrico que de repente, siempre tendrán la gran noche, a Raphael gracias.
Para un mutatis mutando, Raphael, en su Ave María, con su llorona, importándole un pito el mundo, que lo que diga, que estoy así, en carne viva. Pero hay ángeles que también contaminados, y no solo el Asmodeo de Ritica, y así recordarás, oh hijo del hombre, el bochornoso día de Raphael motivando a Wilfredo, como un coach ante un atleta acabado, preguntándose que qué era lo que quería el negro. Pero te absolveremos de tal trance, inmarcesible Raphael, que también hay ángeles contaminados.
Sí, Raphael, desde aquel día, sin Laura, poco a poco, todavía estamos enamorados. Llegaron y se fueron los José José. Niní se aferró a sus secretos sobre su eterna juventud así como la Coca Cola nunca reveló los secretos de su propia fórmula. Pero ya nada importaba, solo Raphael, su listado de éxitos con más ejemplares que el santoral de Roma, con ese playlist que nos dejaría exhaustos si osáramos tocar más de ocho temas, esos en los que tu misma vida -y la nuestra- se amparan. Oh, Raphael de España, no sé qué pasó, no sé de nada cuando tú no estás, ¡cuando tú no estás!