La obra de Ramón Euclides Oviedo Herasme, mejor conocido como Ramón Oviedo, (Barahona 1924 – Santo Domingo 2015), se expresa y reconoce por sus tonos visuales, trazados abstractos, simbólicos y constructivos visibles en sus dibujos, pinturas, bocetos, esculturas, objetos y murales. El artista ha asumido una poética fundada en un lenguaje visual justificado en la idea formal de impulso y pulso geométrico, normado como suma de puntos, líneas, relaciones, trazos, marcas, texturas, huellas significantes y significativas.

Los variados formatos grandes, medianos y pequeños, utilizados por el maestro Ramón Oviedo forman parte de su variedad dibujística, pictórica, cromática y sintética donde la técnica y los apliques se abrazan en un acto único. Sin embargo, el concepto de respuesta progresiva se acentúa en la visión sustantiva vuelta a la figuralidad poética y seminal. La misma es asumida en el proceso de búsqueda-función diseminada en la especie deseante de su obra.

Las fuerzas visibles de su creación ocurren en tiempo, espacio confluyente, líneas visibles de subjetividad, singularidad y deseo de visión, tal y como lo expresó en vida el artista en su trabajo creador. El mundo social, el mundo simbólico y figural se observa en la estructura composicional mostrativa de su abstracción mutante y experimental. De ahí sus resultados a nivel temático-perceptivo y estético-sensible. La obra, en su caso, no se oculta como contenido, ni se agota en su sentido. Más bien, la misma se abre en el proceso de ritmo y recepción.

Así pues, el mundo interno del artista constituye el cuerpo-documento visual en su opera mundi mostrativa de una estética de los elementos que la conforman como visión individual de su tiempo-mundo justificado por una crítica, una persistencia ontológica y axiológica creada en base a varios procesos basados en una mirada que el artista enuncia en soportes diversos bajo una concepción integrada de entidades interpretadas en un conjunto ordenado por unidades y objetivos particularizados en formatos composicionales; los mismos dinamizan aquellos contenidos acentuados por la idea ficcional-visual. Todo lo cual presenta una fabulación cromática llevada a cabo por el ojo, la mano mítica y creadora del artista; aquello que descubre en su mundo interno y externo es lo que origina y significa el maestro Oviedo en la práctica épico-lírica de la imagen-mundo-de-su-obra.

Máscara, cuerpo, espacio y solución visual producen en su obra-sentido, el cosmos dimensional que fortalece desde su tiempo-mundo, obras creadas por una intención fenomenológica sustantiva y sustancial, siendo así que nuestra búsqueda no pretende repetir el descriptivismo historicista o el biografismo de nuestra historiografía crítica, que aún se hace observable en cierto tipo de crítica circunstancial, “literal” y biográfica.

Sin embargo, entendemos que los biografemas percibidos en sus retratos y autorretratos, requieren de una doxa basada en intenciones figurales y metafigurales que acentúan el rastro fenoménico que vemos en el tejido sincrónico y diacrónico de sus estructuras pictóricas y dibujísticas visibles también en los murales. La lectura del tejido visual de Oviedo ofrece oportunidades de re-análisis en perspectiva de sentido-memoria. Y es que la sociedad que implica e involucra su obra se expresa mediante una visión de conjunto y particularidad de elementos que rebasan la linealidad de algunos modelos dinámicos y discentes de la misma.

En efecto, los signos y sentidos de un Oviedo plural resisten una doble mirada en el contexto ectópico y distópico de la palabra. Lo que quiere decir que los estilemas del artista se intercomunican de período a período, a partir de finales de la década del cincuenta hasta finales de la segunda mitad del siglo XX avanzando hasta el final de su estadía en este mundo el 12 de julio de 2015.

La tipificación de su productividad artístico-visual se abre a lo que se ve y se observa en la obra singular creada por el artista y que también plasma en los distintos contextos de creación (sociales, antropológicos, psicológicos y políticos), que utiliza en su obra marcada por la diversidad y “lo diverso” de su pronunciamiento simbólico-visual. En Oviedo, el valor de su obra genera los núcleos de trazo, composición, técnica, espacio, materia significante y conjunción estética.

Si nos detenemos en la expoindividual, llevada a cabo entre el 10 de febrero al 22 de marzo de 2014 en el Centro Cultural de España, titulada Últimas décadas, bajo la responsabilidad de la curadora y museóloga Cesira Armitano, se hace visible una territorialidad poético-visual sentiente al momento de entrar en las piezas de dicha exposición. El registro y la mirada de las mismas supone un Convivio y un estado de vínculo entre la obra y el espectador, debido a la definición y limpieza de superficies y los puntos de subjetividad posicional de la obra. Las fórmulas de creación, en este caso, resignifican algunos tópicos que evolucionan y aparecen en su pintura entre 1965-1990 y particularmente en ciertas obras que encontramos en coleccionistas como Antonio Ocaña, Fernando Báez Guerrero, Mario Martínez, el crítico Efraím Castillo, Cándido Gerón y otros que han intentado situar el universo singular del artista.

En efecto, Oviedo en el arte dominicano presenta en su visión e intensidad significante niveles de significación que deben ser retomados para la comprensión crítico-filosófica de su obra. La mirada pictórica, dibujística, mural y objetográfica describe en su sincronía y diacronía los momentos de una estética integralista e integradora asumida como condición explicita de su arte. De esta manera, bien podríamos decir que la apertura metafigural y territorial de dicha obra pluraliza un orden marcado por la subjetividad de su objeto y la tensión estético-sensible contextualizada en su evolución formal.

El concepto de Obra en un artista como Oviedo se convierte en “mundo de la obra” y ocurrencia externa e interna. La “introspección” visible en sus Autorretratos (1970-1989), admite una analítica fenomenológica de lo visible que hemos planteado en varias ocasiones. (Véase, sobre todo, nuestro ensayo titulado Ramón Oviedo: Plenitud y travesía del orden pictórico, publicado por el crítico y curador Abil Peralta Agüero en el Suplemento Atelier del periódico El Siglo, 20 de enero de 1995).

En Oviedo observamos una cohesión temático-estilística de la imagen que motiva, además, el concepto de progreso estilístico en su obra. El significado de dicho concepto observable en su obra (Ver, en este sentido, el enmarque de la expo-individual citada a partir de la productividad de 1994-2003 y 1980-1990, 2001-2003 y otras que aún debemos retomar. ¿Cómo es la visión de sus murales que apuntan a la universalidad y territorialidad de su obra plástica generando un universo identitario dinámico y recesivo?

La gestualidad y el lugar de la obra de nuestro artista se dejan “leer” en los puntos fuertes de la misma y el topos-mundo o el imago mundi que asume la fenomenología explicativa de su concepción creacional. La forma rompiente que busca su analítica a nivel de sus gestos, cromatismos, espacios y tiempos de interpretación, se afirma en los estados constitutivos de una obra que también “habla” desde sus operantes de subjetividad y materialidad.

Lo que privilegia la mirada de nuestro artista en perspectiva de universalidad y policulturalidad, se concentra por los mismo en la fabulación paradójica de la línea y la suma de cromatismos reconocidos en la unidad composicional.

En efecto, Oviedo ha desarrollado en la misma línea variada de creación los pulsos y pulsiones de su visualidad y perceptualidad, en un orden que se expresa desde lo fenoménico a lo hermenéutico de su pintura; aspectos que son también ontológicos, culturales, iconográficos y metahistóricos para la comprensión de su productividad artística y bioestética.

Lo que hoy se hace visible en la celebración de sus Cien años que podemos ver-observar en el Museo de Arte Moderno, el Museo Bellapart, el Centro Cultural Perelló de Baní y el Centro Cultural de España en Santo Domingo exhiben hoy los muchos aspectos de su obra que cada vez revelan el sentido de permanencia de la misma.

Oviedo: Cien años, desde su taller de creación y el arte público, ha construido su mundo y su intencionalidad productiva de fuerzas visuales conscientes, inconscientes y especulares unidas al orden y la expresión polisémica de sus obras, así como también en las ramificaciones que encontramos entre las etapas o movilidades legibles de sus mundos fantásticos de creación.