Escrito por Juan Miguel, Amaury y Amín Pérez, hijos de Raúl Pérez Peña (Bacho).
Rafael Mieses Peguero “Cocuyo” nació en Santo Domingo en 1924 y desde temprana edad se convirtió en un aguerrido defensor de la libertad del pueblo dominicano. Su trayectoria se entrelaza con la realidad sociopolítica de la sociedad dominicana de mediados del siglo XX, marcada por la opresión de la dictadura trujillista.
A los 21 años se integró en la lucha popular al unirse a la Juventud Democrática, enfrentándose directamente al régimen en 1946, el cual desplegó una brutal represión contra la organización. En ese proceso, Mieses Peguero emergió como un líder de la resistencia clandestina contra la tiranía trujillista. Su vida se vinculó para siempre con la lucha por la democracia cuya causa era compartida por muchos jóvenes en la época, entre los que se destacan Leo Nanita, Marino Sánchez Córdoba, Manolo González, Oscar Torres, Edmundo García, Milagros Ortíz Bosch, Rafael Valera Benítez, Leandro Guzmán, Alfonso Moreno Martínez, Manolo Tavárez Justo, Minerva Mirabal, Carlos Lizardo Juan José Cruz Segura, los hermanos Juan y Servio Ducoudray, Quirico Valdez, Víctor Villegas entre otros.
Su participación en la Juventud Democrática y posteriormente en el Partido Socialista Popular nos refleja las dinámicas políticas y sociales de la República Dominicana en la década de 1940.
Cocuyo Mieses enfrentó con valentía la persecución y la violencia del régimen, sufriendo detenciones y agresiones que solo fortalecieron su determinación y coraje.
En virtud del hostigamiento al que lo tenían sometido las fuerzas de seguridad trujillistas, tomó el camino en 1953 del exilio en la embajada de México. Estando recluido en la sede diplomática, según su sobrino José Bujosa Mieses, “días después penetró un agente encubierto del SIM de nombre Reyes Cerda que tenía la misión de asesinarlo echándole veneno a los alimentos que ingería”. A pesar de haber sido apresado por los agentes del SIM en esa ocasión, su vida clandestina prosiguió caracterizándose por la movilización constante, la formación de bibliotecas ambulantes y la promoción de la cultura como herramienta de resistencia. Por tal motivo, aunque Cocuyo llegó a ocupar la secretaría general del Comité Clandestino de la Zona Intramuros en la Juventud Democrática, fue ante todo un gran educador y un promotor incansable de la cultura, destacándose en la organización de eventos culturales, proyectando películas con mensajes revolucionarios y formando jóvenes líderes.
Su lucha trascendió la esfera política, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia antitrujillista, cuya represión no logró sofocar su espíritu. A pesar de sufrir las más cruentas torturas y persecuciones, Cocuyo continuó formando redes sociales, colaborando con otros líderes opositores y ampliando los movimientos de resistencia en diferentes regiones del país. Trágicamente, su detención en 1958 y posterior desaparición en la cárcel de La Victoria marcaron el sacrificio final de un hombre que dedicó su vida a la libertad del pueblo dominicano.